lunes, 22 de agosto de 2005

Posted on Sun, Aug. 21, 2005

ENRIQUE FERNANDEZ

The Miami Herald

Fernanda Zapata entró en la tienda de reparación de relojes de Julián Pelea en Key Biscayne, le enseñó el relojRolex clásico que llevaba en su muñeca y le dijo: ``No se ha parado. Ha funcionado perfectamente todo un día''.

De inmediato dejó el local, para tomar un avión rumbo a Colombia que la llevaría a visitar a su padre enfermo.

Dos días después, la residente de Miami llamó desde su país de origen. El Rolex todavía funcionaba bien, ''por primera vez en 20 años'', aclaró.

El reloj era una reliquia familiar, heredado de sus abuelos, y Zapata no estaba segura cuántos años tenía.

''Es tan viejo, que la fecha se le borró'', comentó, ``pero lo he tenido toda mi vida''.

''Es un Rolex Oyster Perpetual 1130'', explicó Pelea. ''Quizás de 1956 o del 57''. Durante 20 años Zapata trató de arreglarlo, pero nadie pudo hacerlo. Entonces encontró a Pelea y el problema se solucionó.

Bienvenidos al mundo de la reparación de relojes al estilo cubano.

Durante años, los que viajan a Cuba han escuchado un sinfín de historias acerca de la destreza y habilidad de los relojeros cubanos, que se las agencian para hacer que viejos relojes clásicos vuelvan a funcionar como antes.

Todo comenzó en los viejos tiempos, cuando Cuba tenía una variada clientela para relojes finos.

''En 1958, Rolex abrió una tienda de reparaciones en La Habana'', contó Pelea. ``El relojero más viejo de Rolex todavía está en Cuba''

Como para demostrar su afirmación, Pelea llamó por teléfono a la tienda en La Habana y preguntó por ''Valdi'', el nombre por el que todo el mundo conoce a Waldo Fernández Longueira, de 66 años, que reconoció que ha estado trabajando para la firma ''en los últimos 47 años'', aunque no estaba seguro de que él fuera justamente el relojero más veterano de la compañía Rolex.

¿Quién es su clientela?

''La gente que viene por aquí'', respondió Valdi en el idioma vago de conversaciones entre La Habana y Miami.

''Si en Cuba hubiera una situación diferente'', explicó Pelea, ''él hubiera empezado su propio negocio''. De cualquier modo, ¿quién puede ser dueño de un Rolex en la miserable economía que tiene hoy en día Cuba?

''Los dirigentes'', explicó Pelea. ``Algunos son regalos de familiares que viven en Estados Unidos. Otros obsequios a funcionarios del gobierno que hacen negocios en el extranjero. Y existen, aunque en cantidades muy limitadas, en las diplotiendas [las tiendas bien surtidas en las que sólo se puede comprar con dólares]''.

De cualquier modo, hay suficientes Rolex como para que la tienda siga funcionado.

Pelea, de 54 años, afirma pertenecer a una élite de relojeros que llegaron a EEUU en los años 80 y 90, precisamente cuando se empezó a hablar del talento de los cubanos para reparar relojes, sobre todo piezas clásicas, viniendo muchos de estos maestros de escuelas para reparar relojes que se fundaron en la década del 70.

''Había dos escuelas, una principal, en el centro de La Habana, donde los estudiantes aprendían las cosas básicas y luego se especializaban'', declaró Pelea. ``Y otra en Atabey, una zona más apartada de lo que es el centro de la ciudad''.

Pelea no fue a ninguna escuela, pero aprendió el oficio a la manera antigua, como aprendiz. En 1998, llegó a Miami e inició la segunda etapa de su carrera como relojero.

Al principio, trabajó en una tienda a la entrada de Key Biscayne, donde se reparaban relojes clásicos. Al año siguiente ahorró suficiente dinero y se la compró al propietario. Su fama como excelente relojero de relojes caros comenzó a expandirse. Y sigue creciendo.

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