sábado, 29 de octubre de 2005

Posted on Thu, Oct. 27, 2005

LUIS TAVAREZ

Desde el año 1990, cuando me establecí en el sector quisqueyano de la ciudad de Nueva York, comencé a asistir religiosamente a un lugar frente a un lago artificial, por las cercanías de la calle 72 y el strawberry field en Central Park. Los domingos eran para la rumba cubana que de manera espontánea se hizo un acontecimiento global. Como un episodio propio de la ciencia ficción nos trasladábamos desde la costa este norteamericana a un solar de La Habana.

Allí llegaban desde Union City, el Bronx y el alto Manhattan los artistas y la gente común del Mariel, serenos y agónicos, atormentados y conformes, pero siempre con la buena nueva de que se irían para Miami porque Nueva York estaba muy duro. Era la misma historia de los dominicanos, el cuento de tener un lugar con el que tan siquiera se pueda soñar el escape del desarraigo. Al final todos regresábamos, hacíamos de ese regreso una fiesta más, por la alegría de ver de nuevo al amigo que extrañó a Nueva York y porque se sentía más acompañada la soledad que los caribeños experimentamos en el norte.

En este solar de La Havana conocí a los orishas, las manos prodigiosas de Daniel Ponce, la sabiduría santera de Manuel Martínez Oliveras, el más estelar de los cantantes cuando quería cantar, el rico lenguaje coloquial de Mercedes, la que vendía tamales. Allí conocí de fuente primaria la intolerancia de la revolución por la libertad del espíritu. El aparatoso desplazamiento humano que significó el Mariel había desparramado una diáspora que tuvo que ganarse sus rangos bajo la presión del prejuicio.

Todavía recuerdo personas referirse a ''marielito'' no como una categoría más del refugio por razones políticas y económicas, sino como una condición patológica terminal, contagiosa, peligrosa. Pero la gente del Mariel, entre los que tengo un hermano y una madre adicional, eran sólo disidentes de una religiosidad política que se ha repetido a lo largo de los tiempos. La composición del éxodo de Mariel se correspondía con los seres por los que Jesús de Nazaret sacó la cara: los perseguidos, los pobres de espíritu y los que tienen sed de justicia.

La guerra fría estaba en su apogeo para entonces y en cada década, desde el triunfo de la revolución, se producía un acontecimiento estremecedor que generaba grandes tensiones y la constante expectativa de una invasión. En los sesenta se trató de los cohetes nucleares que los rusos cedieron a Fidel después de la invasión de Bahía de Cochinos. Esta llamada ''Crisis de Octubre'' casi sumió al mundo en un holocausto nuclear. En los años setenta se trató del acontecimiento del avión de Cubana derribado en Barbados por enemigos radicales del régimen cubano. En los ochenta fue el Mariel. El más complejo y heterogéneo de todos los desplazamientos modernos en nuestro continente.

El Mariel fue el cuestionamiento a la capacidad de la ideología, desde cualquier propuesta, de producir un hombre nuevo que siguiera un evangelio que latía en contra de sus propios mecanismos zoológicos. La composición del Mariel era distinta a la de los sesenta y setenta. Los marielitos siempre habían sido pobres, eran más oscuros y en su gran mayoría habían intentado ser hombres y mujeres nuevos, ser parte de una buena voluntad que desde un evangelio creado a finales del siglo XIX domara los vericuetos oscuros del homo sapiens.

Se equivocaron muchas gentes y muchos gobiernos. Ahí está la rumba cubana de Central Park, simbolizando la supervivencia de uno de los grupos más etiquetados de las múltiples oleadas que han llegado al país de las oportunidades. Sigue prendida como un astro celestial que encontró su espacio para brillar después de rebotar por el universo de los rechazos. La gente del Mariel luchó contra viento y marea, contra la discriminación y hasta contra el rechazo de los propios cubanos ya establecidos en los Estados Unidos. En la rumba del Parque Central de Nueva York hay un solar donde se habla cubano con todo el que llega, se come tamales y al ron se le echa mojito. Allí los nuevos tiempos se juntan con los viejos y se habla del futuro.

luistavares2004@yahoo.com

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