domingo, 18 de diciembre de 2005

Posted on Sun, Dec. 18, 2005
Olga Connor

El JUEGO Y ANTIJUEGO DE LA LITERATURA CUBANA DEL EXILIO

(Primero de una serie de dos)

La Asociación por la Tercera República Cubana celebró la semana pasada una reunión en la Casa de la América Latina en París, a la que invitó a hablar a escritores cubanos de paso al Cairo entre los que se encontraban el narrador y poeta Juan Cueto Roig, que leyó de su libro Palabras en fila, en clase y en recreo, y Daniel Fernández que leyó de su novela en preparación sobre Nefertiti. También participé en este acto que presidió William Navarrete y contó con la colaboración de Eyda Machín.

Expresé que uno de los grandes problemas de la literatura cubana del exilio es la postura de la oficialidad en Cuba que ignora las obras producidas fuera de la isla, por lo menos hasta que mueren sus autores, cuando entran en el panteón literario nacional.

Me aproveché de un plan estructural basado libremente en un artículo de Gremas y Rastier en Yale French Studies (1968), titulado La interacción de constreñidos semióticos. Vi la situación desde el punto de vista de Cuba, que es la base fundamental del exilio y de las restricciones. Es un juego que se desarrolla entre oponentes. Existen los escritores cubanos que producen en el marco de las relaciones dentro de la isla, la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) oficial, que es la relación ''prescrita y aceptada''. (Digamos a modo de metáfora que es la que tiene la luz verde)

Existe, por otra parte, la relación ''prohibida, secreta'' (equivalente a la luz roja), la que se oculta a los cubanos de dentro, la literatura de los que deciden no volver a Cuba, mientras dure ese gobierno. Esos son mayormente los escritores de un exilio que en Miami se llama ''histórico'' (de los años 60), y luego las oleadas posteriores a este punto de vista, especialmente la generación del grupo del Mariel, como Reinaldo Arenas, Carlos Victoria y los hermanos Abreu.

Desde el punto de vista de acá, hemos actuado de manera diametralmente opuesta aunque igual. Aquí también ha habido prohibiciones. No se mira bien al escritor exiliado que viaja a Cuba, o publica allá, lo que le causa problemas al tratar de relacionarse con los que no viajan. Tampoco se ve bien por algunos exiliados que los escritores cubanos que viajan al extranjero desde la isla regresen al país. Es una situación de relaciones opuestas: el que publica en Cuba, el que publica afuera; el que viaja a Cuba, el que viaja de Cuba a afuera.

Estos escritores viajeros participan del ''antijuego''. Por ejemplo, existe una relación ''no prohibida'' actualmente, que es la de los autores cubanos de dentro que publican fuera y salen afuera a trabajar y a dictar conferencias (los que se llevan la luz amarilla antes de que cambie), cosa que no se podía hacer en los 70. Esto es salirse del juego del gobierno y de los exiliados, aunque no se prohíba. El significante ''viaje'' cambia de significado si se practica dentro de contextos con reglas diferentes.

También ha habido una relación ''no prescrita'', (es la luz amarilla del lado contrario que nos avisa que va a cambiar la roja a verde) y que varía enormemente de año en año, de aquellos escritores exiliados que entran en Cuba. Según algunos exiliados, están haciéndole el juego al gobierno y según otros están tratando de aprender y a relacionarse con los que están dentro y son parte del ``antijuego''.

Entre este juego y ''antijuego'' de los escritores cubanos del exilio, y de la diáspora en los 90, se encuentra la confusión del panorama de la literatura cubana en general. Obra como la de Guillermo Cabrera Infante, Enrique Labrador Ruiz, Lydia Cabrera, Gastón Baquero, exiliados entre los 60 y los 80, tuvo que enfrentarse al mito de la Revolución Cubana en el exterior. Profesores, críticos y periodistas americanos y europeos rechazaban a todo el que se opusiera a su ilusión de la Revolución Cubana, que estaba de moda mundialmente en las primeras décadas. Los círculos intelectuales, casi siempre de tendencias izquierdistas o ''liberales'', les hicieron la guerra a estos exiliados, incluyendo poetas, ensayistas, profesores, dramaturgos y filósofos.

Del grupo secreto en Cuba y rechazado por los americanos, españoles, latinoamericanos y franceses: Cabrera Infante se fue a Londres, porque no lo querían en España. Lydia Cabrera tuvo que pagarse sus libros en el exilio miamense. A Lorenzo García Vega no se le apoyó editorialmente. Carlos Montenegro y Enrique Labrador Ruiz fueron otros de los olvidados. Severo Sarduy fue por mucho tiempo un incomprendido, viviendo en el mundo rarificado de París.

A pesar de todo, las primeras dos décadas del exilio dejaron un saldo de publicaciones, que por lo menos se distribuían entre los propios cubanos. Era ''un gueto de la literatura''. Un ejemplo fue el de Ediciones Universal que en 1970 publicó la antología Poesía en éxodo (El exilio cubano en su poesía, 1959-1960), seleccionada y prologada por Ana Rosa Núñez, poeta y bibliotecaria de la Universidad de Miami, con una sección extensa sobre la poesía clandestina en Cuba, que inició la práctica del ''antijuego'', una relación ``no prohibida''.

Pero muchos hijos de exiliados en el mundo intelectual se pusieron de parte de sus compañeros de universidad y frente a sus padres, entrando en el ''antijuego'', en una relación ''no prescrita''. Sobre esto hablaremos el domingo próximo.

olconnor@bellsouth.net


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