lunes, 26 de junio de 2006


La escritora cubano-puertorriqueña Mayra Montero, como ella se define, estuvo de paso por el país para presentar su novela, Son de Almendra, que publica Alfaguara.
El Caribe

Domingo 25 de junio del 2006 actualizado el sabado 24 de junio del 2006 a las 9:06 PM

Un puente de letras.
-¿Si al salir de Cuba hubieras llegado a la República Dominicana, en vez de a Puerto Rico, crees que tu carrera literaria hubiese tenido la misma trascendencia?- Su respuesta no se hace esperar:

“Quién sabe, pero creo que hubiera venido de todas maneras, porque escribía desde niñita, y no sé hasta qué punto el hecho de escribir en Puerto Rico haya beneficiado mi carrera. Sucede que allá nos quejamos mucho del gran desinterés que hay afuera por lo nuestro, la gente dice ‘eso es parte de Estado Unidos’ y ya. No tenemos embajadores ni agregados culturales, y no nos prestan mucha atención, eso se nota en la cobertura de las noticias, hasta en los congresos caribeños de literatura. Por eso no creo que el hecho de escribir en Puerto Rico haya sido la razon”, alega.

Para la autora, que ha trazado un mapa de ciudades caribeñas como escenario de sus novelas, no solo Puerto Rico, sino todo el Caribe, vive su insularidad de espaldas al mar.

Desde la Habana hasta Santo Domingo, desde Puerto Príncipe hasta San Juan, la comunicación es un puente averiado, acucioso de reparación.

“Hay poca interconexión entre todos nosotros, y por lo general, nuestra literatura debe llegar hasta los grandes centros editoriales como Barcelona o Nueva York para confluir”.

Tras una breve pausa, vuelve y puja más hondo el clavo de la idea.

“Hace falta que cambiemos la espalda por el frente a la hora de pensar en nosotros, en nuestros vecinos”, dice y calla, esperando que el eco retumbe entre el silencio con la misma intensidad que las palabras.

El oficio de la escritura. Enclavada en pleno corazón de Puerto Rico, Mayra Montero se debate entre el periodismo y la literatura, pero asegura que no hace ninguna distinción entre los dos oficios. “Para mí, escribir es escribir”, sentencia.

A sus 54 años, consagrada ya como novelista, se resiste a renunciar a la sala de redacción del Nuevo Día, donde mantiene una columna semanal de gran resonancia en la sociedad puertorriqueña. “No puedo dejar el periodismo, es lo que me devuelve los pies a la tierra”.

Ahora, cuatro año despues de publicar su última novela, irrumpe otra vez en el escenario de las letras con este nuevo libro, distinto a todo lo que ha escrito hasta el momento. “Es que para mí con cada obra empieza y termina un ciclo, cada libro tiene que ser un camino diferente”.

De pie, restablece la distancia quebrada durante la entrevista, y dice: “Son de Almendra, más que nada, es una historia de amores imposibles, que se erige con un aire de nostalgia sobre esa Habana perdida ya en el tiempo”. Y abandona la sala, dejando atrás el eco de un adiós entrecortado por una sonrisa, el rastro de una voz que ya no habita.

Citas

“Hay quienes ya dicen que Son de Almendra es el comienzo de una nueva etapa, con la que dejo atrás el elemento mágico religioso, así como el interés por lo erótico que trabajé en otras novelas, pero la verdad es que con cada libro empieza y concluye un ciclo, cada novela es para mí un nuevo camino, muy distinto al anterior”.

“Desde que salí de Cuba he sido siempre muy crítica, pero nunca ha sido una obsesión, nunca he sentido rencor porque es que cuando llegué a Puerto Rico, empecé a trabajar como periodista y al poco tiempo estaba muy involucrada en ese entorno.

Y sí espero que haya un cambio pronto, pero espero que eso no traiga nada de locuras”.

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