viernes, 21 de julio de 2006


PEDRO PORTAL / El Nuevo Herald
MOISES YERO (centro) abraza a sus sobrinos Damián (izq.) y Daislín Revolta tras ser liberados estos por las autoridades.
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Posted on Fri, Jul. 21, 2006


WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald

Las lágrimas y los abrazos efusivos de 28 inmigrantes cubanos tras el reencuentro familiar en territorio estadounidense tuvieron ayer otra significación para los Uralde, que aguardaron silenciosos y tensos hasta la liberación de su pariente en un tribunal federal de Miami.

Agustín Uralde salió visiblemente abrumado, sin poder contener la emoción, cuando abandonó el jueves la oficina de los alguaciles federales acompañado de sus familiares.

''He tenido que pagar un precio muy alto para estar aquí'', expresó Uralde, de 24 años. "Preferiría estar muerto''.

Uralde perdió en la travesía desde Cuba a su esposa, Amay Machado González, de 24 años, quien pereció como resultado de contusiones en la cabeza durante la persecución de una lancha patrullera del Servicio Guardacostas. La embarcación donde viajaba el grupo fue interceptada el pasado 8 de julio, 30 millas al sureste de Cayo Hueso, en una presunta operación de contrabando humano.

Las autoridades tuvieron que disparar al motor de la embarcación en fuga para deternerla apenas a tres millas de Boca Chica, luego de 45 minutos de persecución.

Justamente la muerte de Machado fue lo que motivó la inusual decisión de las autoridades federales de traer a tierra a los 28 inmigrantes cubanos, que ahora figuran como posibles testigos en el proceso judicial contra tres presuntos contrabandistas detenidos.

''Esta decisión es resultado de circunstancias especiales vinculadas a un asunto criminal que costó una vida'', dijo ayer el fiscal interino del distrito sur de la Florida, Alexander Acosta. "Esto refleja nuestra determinación de asumir una investigación minuciosa del caso y de proceder con un encausamiento vigoroso de todas las personas asociadas con el incidente, usando todos los recursos legales a nuestro alcance''.

Los 28 inmigrantes podrían declarar ante un jurado de instrucción o testificar en un eventual juicio contra los tres hombres arrestados en Cayo Hueso sin derecho a fianza bajo acusaciones de tráfico humano: Rolando González Delgado, Yamil González Rodríguez y Heinrich Castillo Díaz, el presunto dueño de la lancha.

Un jurado de instrucción en Cayo Hueso podría entregar --entre hoy y el próximo lunes-- el encausamiento de los tres detenidos, incorporando nuevos cargos de contrabando humano con el agravante de una muerte.

Tras once días en un escampavías del Servicio Guardacostas, los inmigrantes fueron traídos a Miami y 26 de ellos --20 hombres y seis mujeres-- comparecieron en una prolongada audiencia vespertina ante la magistrada Lurana Snow. La hermanas Yarenis Carpio Conde, de 14 años, y Yamila Carpio Conde, de 16, habían sido entregadas horas antes a sus familiares.

La pasada semana había sido puesta en libertad provisional Juliet Escandón Hernández, quien viajó con cinco meses de embarazo.

Esposados de pies y manos, los 26 inmigrantes escucharon las preguntas de Snow, quien les advirtió que ''sería muy insensato que no se mantuvieran localizados y a disposición de las autoridades'' a partir de ahora. ''Porque ustedes no quieren tener problemas con el gobierno de Estados Unidos'', acotó.

La jueza interrogó a varios de ellos sobre si tenían dinero en el banco, propiedades o negocios que pudieran ayudarles a costear una representación legal.

''Tengo 30 pesos cubanos'', le respondió Ricardo Rafael.

Varios de ellos dijeron haber dejado hijos menores en la isla. En el grupo hay residentes de La Habana y de las provincias Villaclara y Camagüey.

Snow indicó que ''los inmigrantes no serán devueltos a Cuba ni a ningún otro lugar'' y procedió a concederles fianza por un monto de $25,000 per cápita. A una decena de los cubanos se les designaron abogados de oficio.

Al filo de las 6 p.m. los 26 cubanos comenzaron a ser liberados. Familiares y allegados atestaron un salón de espera en el tribunal federal para darles la bienvenida.

Aunque la totalidad del grupo evitó ofrecer pormenores de lo sucedido en la travesía, algunos de ellos insistieron en que no pagaron por ser traídos ilegalmente a Estados Unidos.

''Yo no pagué por venir aquí'', manifestó Morelia Croez, de 34 años, con lágrimas en los ojos y flanqueada por su hermana y sobrina. "Hemos pasado muchas cosas feas''.

Cerca de ella Iván Montes de Oca, de 37 años, trataba de localizar a un amigo en Tampa, su único punto de referencia en Estados Unidos.

''Me fui de Cuba porque no se puede vivir con tanta necesidad económica, es una situación insoportable'', confesó Montes de Oca, que se desempeñaba como chofer en La Habana. "Ahora voy a trabajar para traer a mi familia, pero por avión''.

Sin embargo, para los Uralde, la preocupación inmediata es tomar una decisión en familia para darle sepultura a Machado, que permanece en una morgue del sur de la Florida. Los parientes en Cuba quieren que el cadáver les sea enviado para enterrarlo allá.

''El perdió al amor de su vida, esto ha sido terrible para todos'', relató María Uralde, tía del joven. "Ahora nos toca enfrentarnos al otro paso, que es muy duro''.

Es la segunda ocasión en los últimos seis años que Washington opta por traer a tierra como testigos potenciales de un caso a un grupo de inmigrantes interceptados en alta mar.

En el 2001 un grupo de 20 cubanos fueron autorizados a entrar en territorio estadounidenses como parte de la investigación de un viaje ilegal que provocó la muerte de seis personas, entre ellas tres niños.


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