jueves, 17 de agosto de 2006

Por CALVIN R. TRICE
08/17/2006

HARRISONBURG, Virginia, EEUU - La posibilidad de empleo atrajo a Luis Orlando Pérez desde su Cuba natal a Estados Unidos. La oportunidad de criar a su hijo de cuatro años en un lugar seguro lo llevó a alejarse de Miami y de sus familiares para venir a esta ciudad en el Valle de Shenandoah.

"Uno se siente seguro caminando por la noche", afirmó Pérez, de 35 años, empleado en una fábrica de armarios que llegó desde Cuba en noviembre. "Los niños juegan en la playa de estacionamiento. Uno no tiene que cuidarse de los demás".

Pérez es uno de unos 5.000 refugiados a quienes el gobierno federal ha pagado para reasentarse en el valle por medio del Programa Eclesiástico de Reasentamiento de Refugiados del Consejo de Virginia.

Refugiados cubanos, ucranianos, vietnamitas, laosianos, etíopes, curdos, ex yugoslavos y de otras nacionalidades aportan al crisol de razas junto con miles de hispanos que llegan a la región para trabajar en tareas agrícolas.

El valle de Shenandoah parecería un lugar poco característico para recibir a gente de todo el mundo, que en muchos casos huyen de la guerra o de la persecución en sus países. Pero hay muchos empleos y la vivienda es accesible. Además es seguro, una condición importante para casi todos los recién llegados, dijo Viktor Sokolyuk, coordinador del programa de reasentamiento.

"No les importa vivir en una ciudad o en un pueblo", agregó Sokolyuk, uno de miles de refugiados de Ucrania. "Para los refugiados lo más importante es la seguridad".

Uno de los clientes serbios de Sokolyuk oyó un ruido en su hogar cuando se desplomó un techo. Inmediatamente tomó a sus dos hijos y se escondió debajo de una cama pensando que su nueva residencia en el condado de Rockingham había sido bombardeada, dijo.

Mehari Ocbamichael es un eritreo que vivió en Etiopía durante las luchas territoriales y étnicas entre los dos países en la década pasada. Ocbamichael, de 46 años, pasó cuatro años en prisión hasta que un diplomático estadounidense en Africa patrocinó su inmigración a Estados Unidos para recibir asilo político.

Primero trabajó en Estados Unidos hace más de una década en zonas más populosas de Nueva Jersey, Nueva York y Connecticut. En ese entonces era soltero. Ahora, con esposa y dos hijos pequeños, Harrisonburg le resulta mejor, dijo.

"En Harrisonburg, si tienes empleo, es buen lugar para vivir con una familia", dijo Ocbamichael, que trabaja como cajero en una tienda por departamentos. "Es un pueblo pequeño. No es una ciudad tan dinámica como las ciudades en las que trabajé antes".

Al igual que Pérez, Glenis Calas participó en la lotería inmigratoria cubana debido a que la economía de su país estaba muy deprimida y no había empleos. Llegó en marzo con sus hijas Yenisleidys Rodríguez, de 15 años, y Yeney Rodríguez, de 16.

Los inmigrantes cubanos llegados recientemente son desviados de Miami a otros sitios con mejor mercado laboral. El desempleo en el valle suele rondar entre el 2% y el 3%. Al principio Calas estaba triste de verse aislada y lejos de su familia. Pero también sabe apreciar la seguridad para sus hijas.

"Si estuviésemos todavía en Miami, tendría que dejarlas en casa todo el tiempo", dijo la mujer de 47 años en español mientras le traducía Lisa Hawkins, trabajadora del programa de reasentamiento de refugiados.

Calas, al igual que muchos otros inmigrantes, consiguió un empleo en la industria avícola del valle.

El procesamiento de pollos es ideal para los recién llegados porque ofrece muchos empleos y no requiere el dominio del inglés, dijo Laura Zarrugh, profesora de antropología y estudios femeninos de la Universidad James Madison. Ha estudiado las pautas inmigratorias en la región desde los años 70.

Las plantas de pollos han abierto oportunidades para la mayoría de estos grupos, dijo Zarrugh.

La paga y los beneficios suelen ser mejores que los de la industria de los alimentos rápidos. Por eso los empleos en la industria avícola cumplen con los objetivos principales del programa de reasentamiento, que es mantener independientes a los recién llegados, fuera de las calles y sin necesidad de asistencia pública, dijeron funcionarios.

Los nuevos residentes parecen ser bien recibidos por los residentes nativos, dijo Zarrugh.

Varios residentes locales participaron en manifestaciones en apoyo de cuatro curdos iraquíes que enfrentan cargos federales por transferencia ilegal de dinero. Los curdos son parte de una comunidad de 350 personas que vinieron por medio del programa de reasentamiento.

"La comunidad, en general, es mas acogedora para los inmigrantes que otros sitios", dijo Zarrugh.

Trabajadores y voluntarios del programa de refugiados de Harrisonburg reciben a los recién llegados en los aeropuertos, hacen arreglos para que consigan vivienda, inscriben a sus hijos en las escuelas y ayudan a los padres a buscar empleo mientras aprenden inglés.

El programa de reasentamiento del valle es uno de varios en el estado según el Consejo de Iglesias de Virginia. La oficina de Harrisonburg se tornó activa a principios de la década del 90 cuando trajo ucranianos evangélicos como Sokolyuk, que enfrentaban persecución debido a sus creencias religiosas, dijo.

El Servicio de Recién Llegados a Virginia (Virginia Newcomer Services) coordina el reasentamiento de unos mil refugiados anuales en toda Virginia. Ese servicio utiliza fondos federales para contratos con el consejo y otras cinco agencias en Virginia, dijo Kathy Cooper, coordinadora de refugiados en el estado.

Unas diez oficinas prestan servicios para refugiados en Virginia, y la de Harrisonburg ha sido considerada modelo para hacer que los recién llegados trabajen, se arreglen por sus propios medios y aprendan inglés, dijo Cooper.

"Esa oficina ha sido estelar", afirmó.

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Información del Richmond Times-Dispatch.


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