domingo, 6 de agosto de 2006

Miguel Fernández Martínez

Tengo la impresión que el espíritu de Fray Tomás de Torquemada está de paseo en las calles de Miami. Hay vapores extraviados que huelen a hogueras listas para castigar la osadía de enfrentar la opinión de muchos que no aceptan contrincantes. Cada día se oyen voces más altas, amenazantes, casi histéricas.

Desear el final de una dictadura y el retorno de una democracia real y verdaderamente popular, es el sueño de todos. Embriagarse hasta la locura para festejar la muerte de alguien, es harina de otro costal. Incluso cuando ese desdichado que se encuentre a los pies de la muerte, tenga sobradas razones para dejar el mundo de los vivos. El juicio final siempre corresponderá a Dios. Pero como todas las cosas, en este lado del mundo que le han llamado la Capital del Sol, los dogmas pueden ser tan relativos como los principios matemáticos de Einstein.

En Miami, el lunes un amigo de esa parte del exilio radical, se puede convertir en enemigo el martes. De acuerdo a como reaccione ante el gobierno de La Habana. La gente se inscribe en el partido político que les prometa derrocar a Castro en los primeros seis meses después de ganar las elecciones, aunque después le recorten los gastos de Medicare y Medicaid y hagan negocios con Cuba por mas de 400 millones de dólares. Adoran más que cualquier gringo al inquilino de la Casa Blanca que venga con una guayabera al Restaurant Versailles a tomarse una taza de café y decir en mal español ¡Viva Cuba Libre! y son felices cuando se toman medidas que ayudan a estrangular las esperanzas de supervivencia de sus compatriotas en la isla, en pago a sus favores electorales.

A Jimmy Carter lo adoraron después que permitió que 130 mil cubanos entraran a los Estados Unidos por el puente del Mariel, pero se convirtió en traidor de los cubanos de Miami cuando osó asegurar que el gobierno comunista de Cuba no era un peligro para la seguridad de los americanos. Y como ahora es una moda ser Republicanos y ultra conservadores, se han convertido en los mayores impulsores del fascista Sensenbrenner y piden a gritos que expulsen a todos los inmigrantes indocumentados porque…..ninguno de ellos se solidariza con la causa anti castrista.

Ahora le tocó a Juanita Castro Ruz, caer ante la implacable corte inquisidora, solo por declarar públicamente su desacuerdo con las exiguas pero enardecidas manifestaciones que se concentraron en dos o tres puntos neurálgicos de la ciudad, para vitorear con banderas cubanas y con los sonidos de los claxon de los automóviles la presumible –y deseada- muerte del dictador cubano Fidel Castro.

Convertida en una suerte de Juana de Arco moderna, esta mujer que se debate entre la disyuntiva del dolor familiar y las diferencias ideológicas que la llevaron al exilio hace cuatro décadas, está en la mirilla de sus censores, los mismos que la aplaudían hace algunos años cuando criticaba públicamente las atrocidades de sus hermanos varones y se convirtió en un vocero del exilio cubano en Miami.

Ahora, más vieja, resentida por la vida y afectada por los últimos acontecimientos donde uno de sus hermanos, -el gobernante cubano Fidel Castro- tuvo que ser sometido a una complicada y riesgosa intervención quirúrgica que ha paralizado al mundo, Juanita Castro Ruz se ha convertido en la “enemigo número uno” de los cubanos radicales de Miami.

Con razón o no, ella dijo lo que pensaba y ya los de “barricadas” hablan de un boicot a su pequeño negocio de farmacia, le piden desaforadamente que se largue a Cuba a lamentar su dolor de hermana, sacan al aire viejos “trapos sucios” de su pasado e incluso han llegado a acusarla de ser “espía castrista”.

He demorado la redacción de este artículo, solo para escuchar las llamadas de muchos oyentes en un popular programa radial donde se abordó el tema de marras y escuché voces muy viejas de ancianos que no soportaron quedarse callados, para destilar añejos rencores contenidos contra quien no es la verdadera razón de sus desgracias.

Aquí siempre están a la caza de “enemigos”, de espías y traidores. Los ven en todos los rincones y en todas las sombras. Es tan enfermizo el asunto, que los verdaderos, campean por su respeto, delante de las narices de estos “heroicos combatientes de café con leche” sin darse cuenta siquiera.

Estas reacciones ante la opinión contraria, ese radicalismo que no admite discusiones o puntos divergentes, parece indicar que es lo único que se ofrece para el futuro.

Ojalá Torquemada regrese a su tumba, y no vaya con ellos, los “radicales”, a la Patria que sueña con mejores amaneceres.


Tomado de: Conexión Cubana


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