domingo, 22 de octubre de 2006

Posted on Sun, Oct. 22, 2006
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
PEDRO PORTAL / El Nuevo Herald

Su vida es la parábola inequívoca del drama cubano contemporáneo. Prisión, exilio, separación familiar, muertes y olvidos. Mario Chanes de Armas, el prisionero político que cumplió el más prolongado encierro de la era moderna, arriba a los 80 años en un momento crucial para los destinos de Cuba, aunque imposibilitado de percibirlo.

Desde hace un año está recluido en un centro de asistencia médica en Hialeah, aquejado del mal de Alzheimer. La enfermedad le ha afectado la principal arma que Chanes pretendía esgrimir en beneficio del futuro democrático de su país: la memoria.

Un hombre humilde, de esencia popular y fuerte vocación de justicia, que por sus ideales estuvo dispuesto a cumplir 33 años de prisión y, ya con 15 en el exilio, es un poderoso instrumento de movilización en cualquier escenario de cambio social en la isla.

Nacido en La Habana el 25 de octubre de 1926, Chanes estudió en una escuela del barrio de Marianao hasta nivel secundario y muy joven comenzó a trabajar en el comercio. Pronto se convirtió en líder sindical en las zonas habaneras de Puentes Grandes y Ceiba, prolongando luego su experiencia organizativa a otras provincias. Hasta que se produjo el golpe militar del 10 de marzo de 1952, encabezado por el general Fulgencio Batista.

Entonces Chanes dejó las labores sindicales para conspirar contra Batista en la clandestinidad y convertir su vida en testimonio de la historia cubana del siglo XX: asaltante del Cuartel Moncada en 1953, expedicionario del yate Granma, organizador de grupos de acción y sabotaje, prisionero político de Batista y Castro, y promotor de la reconciliación pacífica en el exilio.

''Un querido amigo nuestro, el fotógrafo Fernando Chenard Piña, conocía a un señor que se llamaba Fidel Castro Ruz -- que todavía está vivo, por desgracia -- y comenzamos a reunirnos en una casa de Prado 109 [en La Habana]'', recordó Chanes durante una larga entrevista a finales del 2003. "Chenard fue el jefe principal de las células secretas en la zona de Marianao y yo el segundo jefe. Así empezamos a entrenar compañeros en el manejo de armas y en el tiro''.

La entrevista con El Nuevo Herald, que hoy publicamos casi íntegramente, se extendió durante tres sesiones en la sede de la organización Plantados en Miami. Chanes empezaba ya a tener dificultades para recordar nombres y fechas, pero con paciencia fue tejiendo las remembranzas heroicas y dolorosas del pasado, reflexionando sobre el presente y preconizando los acontecimientos del porvenir cubano.

Evocó a viejos ''compañeros de viaje'', repasó los días interminables de la cárcel que le obligó a cumplir el régimen castrista ''hasta la última hora'' de una condena de 30 años, y sólo una vez le brotaron las lágrimas: cuando mencionó a su único hijo, Mario, cuyo nacimiento y muerte ocurrieron durante su cautiverio.

''Mi hijo murió a los 22 años'', contó Chanes y no pudo contener el llanto. "Nunca pude disfrutar de su presencia fuera de la prisión''.

Rumbo al Moncada

¿Cómo recuerda las jornadas de conspiración que desembocaron en el asalto al Moncada? ¿Qué hablaban en esas reuniones de Prado 109?

Se criticaba mucho al sistema comunista, a la Unión Soviética, especialmente el individuo [Fidel Castro], quien hablaba de la Cortina de Hierro que tenía esclavizada a media Europa. Y se defendía restaurar la Constitución del 40. Los que nos decidimos a combatir a Batista, lo hicimos porque violó la Constitución, y por el derecho de todos los ciudadanos a que nos respeten las leyes.

Muchos han calificado ese ataque como un acto romántico, sin posibilidades reales de ocupar aquel bastión militar y provocar una sublevación popular en Santiago de Cuba. ¿Cómo lo ve ahora, 50 años después?

Fue una mezcla de locura de juventud y rebeldía contra Batista. A la hora cero algunos compañeros no quisieron participar, en desacuerdo con las armas que teníamos para atacar. Y de cierta forma tenían razón. Hay que pensar que el Moncada era una fortaleza militar y con las pistolitas y los riflecitos de tiro al blanco que nosotros teníamos no íbamos a ninguna parte.

Haga un poco de memoria sobre el instante en que la posta del Moncada se percata de la emboscada y abre fuego contra los asaltantes. ¿Dónde estaba usted?

Yo iba en el tercer carro, detrás del de Fidel Castro. Cuando empiezan a sonar las ametralladoras, nos tiramos al piso. Una balacera tremenda. Estoy recostado al guardafangos derecho del carro, con la mano sangrando de un balazo, y de pronto siento detrás de mí una silueta que grita: ''¡Retirada!'' Era el señor Castro.

¿Tiene alguna imagen persistente de aquellos momentos?

Sí, la imagen de [José Luis] Tassende sobre un charco de sangre. Esa foto es algo que siempre me conmueve.

La ruptura

Capturado días después del Moncada en las afueras de Santiago de Cuba, fue juzgado y condenado a 10 años de cárcel. Como el resto de los asaltantes arrestados, Chanes se benefició de la amnistía general del 15 de mayo de 1955 y marchó al exilio en Miami, donde se ganó la vida lavando platos.

Poco después, Castro lo llamó desde México para que se incorporara a los preparativos de la expedición del yate Granma, cuyo desembarco se produjo el 2 de diciembre de 1956 por playa Las Coloradas, en el oriente de la isla.

Sobre la mesa descansa un recorte reciente de la prensa oficial cubana sobre la amnistía de 1955. En la histórica foto de la salida del Presidio Modelo de Isla de Pinos no aparece la figura de Chanes, maleta en mano, a pocos pasos de Castro.

Chanes sonríe irónicamente: "Ya la foto son tres nada más, Fidel Castro, Raúl y Almeida. Si siguen cortándola''.

¿Cuál fue el trato recibido por los prisioneros del Moncada?

Batista era un dictador, pero nos daban dos visitas mensuales, más una familiar fuera del presidio en un área apartada donde había unas casitas. Allí te llevaban el almuerzo y te servían café. Y eso que habíamos asaltado una instalación militar. ¿Qué te parece? Con el señor Castro teníamos dos visitas al año, sin llamadas telefónicas.

Cuando nadie escuchaba

El 17 de julio de 1961, Chanes fue arrestado por participar en una supuesta conspiración para asesinar a Castro. Siempre lo ha negado. Al triunfo de la revolución había llegado a ostentar el cargo de comandante de la policía motorizada, pero lo abandonó todo y se fue a trabajar en una fábrica, descontento con el rumbo comunista del proceso.

Lo condenaron a 30 años. No aceptó el régimen de rehabilitación penal y se identificó como un plantado, firme en sus convicciones hasta el final. No faltaron las campañas internacionales por su liberación. Ni siquiera el sudafricano Nelson Mandela --figura simbólica del presidio político-- cumplió tanto tiempo en cautiverio por sus ideales.

El 16 de julio de 1991 Chanes salió de la cárcel.

''Aquí está la carta de libertad'', señala mientras muestra el documento donde aparece escrito: Cumplida la condena. "No me amnistiaron, no me soltaron, cumplí hasta la última hora''.

Confesiones y compromisos

¿Por qué cree que hubo un especial ensañamiento con su caso?

Yo fui un organizador de células secretas del [movimiento] 26 de julio. Lo sabía todo desde el principio, tiraba bien y no había flaqueado nunca en ninguna misión. Creo que pensó que yo era un enemigo peligroso. Castro no perdona a quienes no le sigan incondicionalmente.

¿Qué es lo más terrible del encierro?

La separación familiar. Lo perdí todo en la cárcel. Mi hijo nació cuando yo llevaba ocho meses preso y la noticia de su muerte, a los 22 años, me la llevaron a la celda. Y a última hora [se echa a llorar]. Estando en la cárcel murieron también mi padre y mi madre. La familia siempre sufre más que el preso.

¿Dejó amigos en la cárcel?

Hermanos.

¿Y miedos?

No, después de pasar por una cárcel cubana no quedan miedos.

¿Tiene algún recuerdo especial de compañeros del Moncada?

Sí, de Faustino Pérez. Yo me llevaba bien con todos ellos. La vida nos separó.

¿Y de Castro?

Me pareció al principio una gente buena y valiente. Mira después en lo que se convirtió.

¿Alberga odios?

No, ni deseos de venganza tampoco. Me declaro enemigo del odio, del rencor y la venganza. A nada bueno conducen.

¿Qué considera fundamental para el futuro de Cuba?

La reconciliación de la familia cubana. Eso hay que conseguirlo a toda costa.

¿De dónde saca fuerzas para vivir con optimismo?

De mi deber con Cuba. Me gustaría ir a Cuba tan pronto hubiera allí un régimen democrático y hablarle a la juventud, que es el futuro. Hay que explicar cómo fue Cuba y cuál fue la verdadera historia de esta tragedia que hemos vivido.


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