miércoles, 11 de octubre de 2006

Posted on Wed, Oct. 11, 2006
DAVID OVALLE
The Miami Herald

María Abascal fue encontrada desnuda y estrangulada el pasado noviembre en una bañadera de un motel en Biscayne Boulevard.

Dilfredy Rodríguez, borracho y con miedo de regresar a prisión, lanzó su camioneta contra el auto de un policía en junio. El agente lo mató a tiros.

A fines del mes pasado, Alejo Cruz-Quiñones fue muerto a tiros por un ladrón dentro de su auto en un parque de Miami.

Aparte de sus violentas muertes, los tres comparten un mismo pasado: eran refugiados de Mariel liberados de una condena indefinida en enero del 2005 por una decisión del Tribunal Supremo.

Sus problemáticas vidas y sus inesperadas muertes ofrecen un vistazo a las batallas que muchos detenidos han tenido que librar al reintegrarse a la sociedad.

Languidecieron en las cárceles durante años, considerados como ''inadmisibles'' o ''excluibles'' de los EEUU porque, entre otras cosas, habían estado presos en su natal Cuba.

Eso cambió en enero del 2005, cuando el Tribunal Supremo ordenó la libertad de unos 1,000 convictos extranjeros, la mayoría de ellos refugiados del éxodo de Mariel, cuando se permitió a más de 125,000 cubanos que dejaran la isla.

Muchos de los más de 700 detenidos del Mariel, más acostumbrados a la prisión que a la sociedad, terminaron en las calles o regresaron a la cárcel.

La gran mayoría de los refugiados de Mariel no son criminales, y además, muchos de los detenidos no regresaron a la cárcel.

Pero entre enero del 2005 y abril del 2006, al menos 327 de los 771 fueron arrestados en distintas partes de la nación, la mayoría por delitos menores, de acuerdo con la información recopilada por el Departamento de Policía de la Florida. Una docena fue acusada de crímenes sexuales. Algunos por crímenes violentos.

''Si hubiéramos tenido la oportunidad de reintegrarlos de nuevo a la sociedad, habría sido mejor que darles dinero y un boleto para autobús'', comentó Amos Rojas Jr., un agente especial a cargo del Departamento de Policía de la Florida. "Debido al hecho de que habían estado en prisión, en algunos casos por más de 20 años, sus bases de apoyo habían cambiado, y en algunos casos, su familia y amigos ya no estaban allí''.

Los críticos han mantenido que los detenidos fueron liberados sin plan alguno con poco más que el boleto del ómnibus. El Departamento de Seguridad Territorial aseguró que estaba cumpliendo con la decisión del Supremo.

Otros, entre ellos Abascal, Rodríguez y Cruz-Quiñones, se convirtieron en víctimas de la violencia.

El sospechoso de asesinar a María Abascal es también un detenido del Mariel.

Los dos padecieron de trastornos mentales. Después de que fueron puestos en libertad, Abascal y Alcides González-Pérez vivieron en una casa colectiva en el sur de Miami-Dade para personas con un estatus migratorio especial.

González-Pérez, condenado por violador y secuestrador, tomaba medicamentos para un desorden bipolar y esquizofrenia. Ha usado más de 100 alias.

Abascal, de 39 años, fue arrestada en 1995 por el Departamento de Policía del Condado Broward por perpetrar un acto de lascivia en un menor de 16 años. En 1998, terminó dos años de probatoria.

Alrededor del año 2000, Abascal alquiló un cuarto en Hialeah en la casa de la familia Bendetto.

Cuentan que rara vez salía del cuarto. Con frecuencia, los vecinos la veían caminando sin rumbo fijo por un parque cercano. ''Parecía como si estuviera caminando dormida'', indicó Carlos Bendetto. Posteriormente, permaneció en custodia indefinida de Inmigración y puesta en libertad por el Supremo tras una estancia en la cárcel del condado Wakula en mayo del 2005.

Abascal y González Pérez se conocieron en el parque de casas móviles Aquarius Trailer Park, en Homestead. Pasaban los días sujetos de las manos en el patio entre sus casas. El bebía muchísimo y cada vez se ponía más celoso de que alguien hablara con ella.

''Ella no tenía a nadie. Supongo que era una mujer solitaria'', comentó Miguel Vega, quien vive allí.

El domingo 30 de octubre del 2005, Abascal y González Pérez se registraron en la habitación número 12 del motel Camelot, al sur del edificio federal de Inmigración, en la calle 79 del noroeste y Biscayne Boulevard. A la mañana siguiente, Abascal tenía una cita con inmigración. Nunca llegó.

Un empleado del motel entró en la habitación y encontró a Abascal desnuda y estrangulada. González-Pérez desapareció. Los investigadores creen que él es el asesino. Las autoridades todavía están sopesando las acusaciones.

Dilfredy Rodríguez rehusó volver a la cárcel. Convicto de robo con fuerza y asalto a los pocos meses de su llegada a la Florida, Rodríguez pasó más de 16 años bajo la custodia de Inmigración. Salió en libertad con una nueva fe cristiana pero físicamente muy disminuido.

''Me han robado los mejores años de vida'', le dijo a su hermana.

Fue puesto en libertad de una prisión federal en Denver con $35 y un boleto de Greyhound, con destino a Miami. Lloraba con frecuencia y vagaba por las calles.

"Me alegra que el tribunal lo dejara salir", afirmó en junio su hermana, Miriam Ojeda. "Pero no debieron haberlos lanzado a la calle de esa forma".

El 20 de junio, Gary Gable, un oficial de Miami-Dade, detectó a Rodríguez manejando erráticamente en una furgoneta robada en La Pequeña Habana.

La furgoneta embistió varias veces al patrullero antes de que el policía disparara y matara a Rodríguez en defensa propia, indicaron las autoridades. Tenía 50 años cuando murió.

Alejo Cruz-Quiñones se hizo brevemente famoso.

En 1984, el refugiado del Mariel fue uno de los cuatro erráticos bandidos que robaron por equivocación a una pareja de ancianos, doblaron en dirección equivocada al escapar y terminaron chocando contra la Base de la Fuerza Aérea en Homestead.

Cruz-Quiñones pasó 22 años en la cárcel antes de que las autoridades lo pusieran en libertad en febrero del 2005.

Apenas había conocido a su padre. Se crió en Cuba pero este se había trasladado desde hacía tiempo a Miami. Tras su liberación, Cruz-Quiñones se apareció en la casa de su padre en Allapattah.

''Quería quedarse aquí pero yo no lo podía permitir. Estoy casado. El tenía malos hábitos de la cárcel'', aseveró Germán Cruz, de 79 años.

En vez de eso, Cruz-Quiñones se quedó brevemente en la casa de su prima, Mayelín Quiñones. Dice que era tranquilo y muy serio pero que siempre buscaba tiempo para jugar a la pelota con sus hijos.

Cruz-Quiñones no tuvo problemas. Trabajó para una compañía de la construcción en Davie ganando unos $600 semanales. Una semana trabajó el lunes y martes pero no apareció el miércoles.

Ese día, Cruz-Quiñones había parqueado en Moore Park, 756 NW 36 St., tras un viaje a un Burger King.

Alguien trató de robarle su carro. Los detectives hallaron el cuerpo de Cruz-Quiñones muerto a tiros en el auto. Sin que su familia lo supiera, había estado viviendo en su carro en el parque.

dovalle@MiamiHerald.com


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