domingo, 8 de octubre de 2006

Guatemala, Domingo 8 de Octubre 2006

Quizá convenga que Óscar Berger y Eduardo Stein escuchen de nuevo a Montaner, y conviertan así sus ponencias en políticas y sus ideas en realidades.

Carlos Castañaza, Siglo 21 ccastanaza@sigloxxi.com

Carlos Alberto Montaner seguramente no sólo se llevó a su residencia en España los merecidos aplausos que los centenares de asistentes al II Encuentro Nacional de Empresarios le brindaron la tarde-noche del miércoles pasado. Supongo que, conocedor de tantas realidades y fatalidades sociales, políticas y económicas en la región y en otras partes del mundo, habrá incluido en su maleta de retorno un esbozo, al menos, de cuán complejo resulta en un país como el nuestro pasar del aplauso a los hechos en conceptos y prácticas tan claras como los vertidos en su charla.

Para ilustrar esta explicación, basta regresar a la última hora y media de conferencia de este 4 de octubre. Entre el público que escuchaba atento, se contaba al presidente de la República Óscar Berger y al vicepresidente Eduardo Stein. Por supuesto, también a varios candidatos presidenciales que no desaprovechaban ocasión para pasearse por los salones y dejar clara su presencia en la actividad.

Conviene también recordar que el periodista Montaner tuvo a su cargo la disertación estelar. El camino había sido preparado por personalidades como Jaime Montalvo, ex presidente del Consejo Económico Social Español, y por el experto en temas educativos, Rodrigo Arboleda.

Además, el analista político de origen cubano es poseedor de un discurso tan hilado como convincente, que adereza con buenas dosis de franqueza y, por ratos, buen humor.

De sus conceptos causó especial atención el que se refería a la inversión social. Esa misma de la que desde los Acuerdos de Paz, hace 10 años, se ha hablado en términos cuantitativos de crecimiento; es decir, asegurando que el objetivo es que la inversión social del Estado crezca. A decir de Montaner, ello demuestra que ese mismo conglomerado al que se asigna la ayuda presupuestaria, no ha sido capaz, o no ha tenido las oportunidades de empleo y desarrollo que debería. Algo que alcanza por sus facultades, y no por una graciosa (y onerosa) asignación estatal.

Supongo que ese planteamiento incomodó a más de alguno de los funcionarios presentes, quienes han usado tal argumento para demostrar buen tino de las políticas gubernamentales.

El disertante también aseguró que la reducción de impuestos conlleva en los países una mayor recaudación por parte del Estado, considerando que se ha motivado así la inversión empresarial y, con ello, la generación de empleo y prosperidad.

Lamentó que Guatemala no esté acogiendo a unos “25 millones de turistas”, con tantos lugares únicos, como Atitlán, Tikal y toda la cultura maya.

Criticó a quienes se sienten complacidos y ven en la mano de obra barata de sus países una ventaja competitiva con otras naciones, cuando lo único que denota es una carencia de capacidades y un valladar para inversiones importantes y futuristas.

También dedicó un especial espacio a la necesidad de apostar por la educación, y porque entre las prioridades de los países también emane la seguridad para los inversionistas del respeto pleno del Estado de Derecho y el buen funcionamiento del sistema de justicia.

Una muestra de la complejidad al inicio señalada está en la presentación posterior del mandatario Berger. Luego de dejar el breve discurso que llevaba preparado, improvisó para mostrarse de acuerdo con Montaner en los aspectos señalados.

El Gobernante dijo compartir la necesidad de esa menor burocracia e incluso de la reducción de impuestos, pues también de esta forma se podían incrementar los ingresos. Sin embargo, se exculpó en cuanto a no tomar decisiones en ese sentido, aduciendo la necesidad de atender a los sectores en pobreza y pobreza extrema.

Más que una plática

Asumo que en ese momento, Montaner se habrá percatado de que no alcanzó con la plática para hacerse entender, pues su planteamiento precisamente tenía como centro de interés el crecimiento de esa población pobre, pero por medio de otro orden estatal en el que prevalece el empresariado como el motor que impulsa ese cambio.

Cuando el experto hablaba de sus firmes creencias (Círculos Concéntricos de Desarrollo, las llamó), uno podía recordar que en materia de Estado de Derecho y buen funcionamiento de la justicia, precisamente en esos momentos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia estaban en un empantanado proceso de elección de su máxima autoridad.

También recordé en ese tema, a los candidatos presidenciales, muchos de ellos sentados delante de Montaner y apludiendo sus ideas, aunque semanas atrás hicieran caso omiso de la Ley Electoral para arrancar su prematura campaña partidaria.

Añadiría que la apuesta por la educación era una verdad innegable durante las charlas, pero el caso es que cualquier decisión valiente e importante tomada por el Estado en esa materia ha sido atacada con fines políticos.

“¡Vamos empresarios! ¡Vamos Guatemala!”, dijo Berger. “Sólo falta poner manos a la obra”, afirmó Montaner. Creo que a esas dosis de optimismo y esperanza, hay que agregar otras cargadas de trabajo y de honestidad.

Y también realizar nuevos Enades, pues en la discusión abierta y en el acuerdo general hay un buen inicio.


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