viernes, 22 de diciembre de 2006

Posted on Sun, Dec. 17, 2006

El Nuevo Herald
ADRIANA HERRERA T.


Carlos Alfonzo - Ceremony of the Tropics, 1986

La inmensa exposición Carlos Alfonzo, Extreme Expression, 1980-1991, en la Torre de la Libertad de Miami, curada por Julia P. Herzberg, reúne las obras que creó entre el año en que salió al exilio por el Puente del Mariel y llegó a los Estados Unidos, y el de su muerte, ocurrida cuando apenas tenía 39 años y se preparaba para participar en la bienal del museo Whitney.

Esa época marca una transición en su arte, que alcanza su máxima cumbre, justamente cuando Alfonzo, enfermo de sida, cobra conciencia de que el tiempo se agota y vuelca su desesperación, su inicial combate contra la muerte y su entrega final a lo irrevocable, en una obra expresionista que es su canto de cisne. Alfonzo alcanza la revelación total de su lenguaje en medio del intenso diálogo con la vida y la muerte que lo llevó a pintar en 1990 Cimetiere marin, y que, como el mismo poema de Paul Valery, puede estar contenido en el epígrafe de Píndaro: "¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,/pero agota toda la extensión de lo posible", pero que al tiempo, repite visualmente este verso: "¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!".

Entre septiembre y noviembre del mismo 1990, el Bass Museum exhibía Carlos Alfonzo: New Works, que incluía esa obra y otras que aludían a la contingencia de la vida, como Bed I y Bed II. Fue en ese último mes cuando César Trasobares, entonces director del programa Art in Public Places del condado de Dade, grabó un video documental en el que a lo largo de ocho horas registró la cotidianidad creativa del artista. Extreme Expression incluye esa grabación que nunca antes había sido vista en público. "Fue un día muy largo", evoca Trasobares. Grabaron en el estudio que Craig Robins le había cedido a Alfonzo, donde creaba el mural Brain Storm, para la F.I.U, y en el taller de cerámica que tenía en su casa. A media tarde, recibió una llamada de alerta sobre la gravedad de su estado de salud. ''Creo que esa noticia le impulsó a volcar su fuerza vital en la terminación de Blood, su obra mayor'', dice. Olga Viso, directora del Hirshhorn Museum, quien organizó en 1998 en el Miami Art Museum la exhibición Triumph of the Spirit: Carlos Alfonzo, A Survey (1975-1991), comenta que si su preocupación por la razón de esta vida y por la posibilidad creativa del ser humano estaba en su obra desde siempre, el enfrentamiento con la muerte, la hizo más potente. Viso destaca el acierto de Julia Herzberg que entendió que los autorretratos de Alfonzo fueron "un hilo que andaba por toda su obra". Además, si en cada cuadro hay una inmersión en la propia historia, "un intento de entender y solucionar su propia identidad y el sufrimiento", al final, cuando suelta todo y se entrega a la fuerza que lo sobrepasa, "lo que expresa no es su propio dolor, sino el de la humanidad entera. Sus figuras se universalizan, son representantes de cuaquier ser humano, mujer u hombre". Según Viso, "Blood es el Guernika de Carlos: una pintura épica que desarrolla todo su potencial y que le permite trascender". A diferencia de las obras más tempranas que como el Pollock de los grandes formatos tenían múltiples focos, en los intensos cuadros de este período, como la serie South Miami Hospital, Home o Figurat, la complejidad se alcanza centralizando esa exploración del ser interno en composiciones en las que reaparece la figura humana. Ahora se advierten los trazos de un ser humano suplicante que vive su gesta de luz y sombras, su transfiguración hacia lo religioso en medio del registro del conteo de células, de las gotas de sangre, de la camilla de un hospital, o de pasajes de salida de este mundo hacia otro. Herzberg sitúa hacia 1987 el inicio de un diálogo con Dios que lleva a Alfonzo a desarrollar una obra llena de símbolos del ser interno y a crear zonas visuales de apertura a otro mundo. Entonces pinta la obra God (Turned) Backwards. A diferencia de la visión que ella sostenía hace 20 años, cuando comenzó a escribir sobre su obra con un enfoque muy académico, hoy se permite otra vía de conocimiento de su arte: "Ahora comprendo con mayor profundidad su relación espiritual y religiosa, su diálogo con Dios desde el mundo cotidiano", dice. Ese diálogo nutre obras como In Spirit, Paradiso, Praying o el Cimetiere marin. En el primero de estos cuadros, pintado también en 1987, Herzberg anota que hay dos planos y que la preocupación por lo terrestre va cediendo espacio "al reino del más allá con el que se comunicará cada vez más". De hecho, la figura del suplicante es casi omnipresente en sus autorretratos, además de elementos como los ojos irradiantes, o las cabezas en espiral y otros símbolos de orden espiritual. Las pinturas y esculturas de este período permiten seguir el tránsito del artista que se identifica con el hombre arrodillado o con el testigo que toma cuenta de la fragilidad y de la imposible permanencia humana, con una honda angustia personal (Where Tears Can't Stop) que va transfigurándose hacia un sentimiento de entrega. Su religiosidad no se identifica con un credo. Es más la percepción de la existencia como un momento de transición. En su obra hay elementos iconográficos judeocristianos, rosacruces o de santería.

En sus últimos días Alfonzo traza el dibujo de una figura orante universal conformada por líneas en círculos y espirales. Herzberg ve en Blood, esa obra máxima que marca su salida de este mundo, cómo la sangre es ahora una metáfora del fin de la resistencia ante la muerte.

Herzberg nota igualmente que el concepto del martirio, que surge inicialmente de la catarsis pero va derivando hacia el abrazar una causa común es esencial. En ese sentido, Trasobares dice que si desde el punto de vista del historiador de arte, el aporte de Alfonzo puede situarse en la conciliación de las distintas vertientes de la pintura modernista --una síntesis de Torres-García, de Lam, de Matta y del temprano Pollock--, su trascendencia obedece a que ``en toda su obra negra posiciona la pintura como una acción social que se universaliza en la convivencia con la gran epidemia del siglo''.

En octubre de 1990 Alfonzo pinta, por ejemplo, Still-Life with AIDS Victim. "El había enfocado el tema del sida en su arte en una fecha tan temprana como 1987 (dos años antes de que sospechara ser portador de la enfermedad) cuando pintó Smile Under Attak", hace notar Herzberg, quien concuerda con la apreciación de Thomas W. Sokolowski acerca que de este virus ha cambiado "el modo en que el arte contemporáneo se conceptualiza, produce y critica" y destaca que esto puede aplicarse a Alonzo y a otros artistas como Mapplethorpe o Keith Haring. Herzberg rechaza su filiación --por lo demás notoria-- con Matta y alude a otras influencias como el expresionismo abstracto de Clyfford Still o de Motherwell, que fallece también en 1991. Viso admite por su parte la influencia temprana del cubano Ever Fonseca, de Picasso y Pollock, antes del hallazgo de "su propio idioma".

Sus trabajos de arte fueron pionero en manifestar una época, y en el modo en que hizo el tránsito de la enfermedad prohibida hacia la trascendencia creadora. "Su obra final --dice Trasobares-- es el testamento a la amplitud del riesgo que tomó y que lo llevó a crear una arte propia que sigue conmoviendo 15 años después de su partida".

aherrera@herald.com


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