domingo, 10 de diciembre de 2006

Posted on Sun, Dec. 10, 2006

VIVIANA MUÑOZ
El Nuevo Herald

Jose Olivera
JOSE OLIVERA se ve obligado a caminar con muletas luego de haber sufrido fracturas serias de la rodilla, el tobillo y el fémur al ser atropellado por un vehículo.

Su hogar temporal fue el parque de Sanborne Square, en Boca Ratón.

El alcohol y las drogas marcaron su vida, pero siempre confió que un milagro cambiaría su destino. Y valió la pena mantener la esperanza.

José Olivera, un cubano de Matanzas, nunca imaginó que la travesía que lo sacó de La Habana en 1985 y lo trajo a bordo de una balsa a la primera parada en Key West, rumbo al paraíso capitalista de Estados Unidos que soñaba, terminara con su vida en la más completa indigencia e, irónicamente, ayudado por un grupo de buenos samaritanos, en una de las ciudades más ricas del sur de la Florida.

Con las piernas destrozadas por un infortunado accidente, Olivera llamó la atención de un poderoso bufete de abogados.

Los profesionales de la firma Carman and Smith, P.A., están demandando a la compañía de seguros del automóvilista que lo atropelló para que José reciba dinero que le permita recuperarse de sus heridas.

Además, la comunidad de la iglesia Episcopal de St. Gregory de Boca Ratón también se sumó al esfuerzo conjunto por devolverle la fe, los sueños y la alegría de vivir.

Hace más de 20 años, Olivera, un ex teniente de las Fuerzas Armadas cubanas, resolvió dejar la isla y buscar la libertad en una balsa. Lo hizo el 23 de mayo de 1985. ''Iba con mi hermano de 17 años, Oscar, y cuatro amigos, y sólo llevábamos agua con azúcar'', recordó. ''Fue una difícil travesía de 11 días desde Cuba hacia las costas de Key West. Mi hermano no la resistió y perdió la vida en el trayecto'', agregó. Atrás dejó a su esposa y dos hijos, ahora de 23 y 27 años.

Al llegar al centro de procesamiento en Miami, las autoridades decidieron que Olivera debía ser trasladado a California pues no tenía familia en Miami. Dos años después fue transferido a centros de detención en Tallahassee, Baton Rouge, Dallas, Arizona y finalmente California, hasta ser liberado en el 2005.

''Salí de la prisión un 31 de diciembre, a las 9 p.m. Faltaban horas para el nuevo año y yo sólo pensaba en ir a Miami'', recordó.

Pero aquí su sueño se desvaneció. Por años, deambuló empujando en un carrito sus escasas pertenencias, algunas latas y botellas, cartones y unas cuantas monedas que alcanzaran para matar el hambre.

''Conocí a personas que me metieron en el mundo de las drogas y el alcohol'', relató. ''Para ganarme la vida, recogía latas y otros desperdicios para reciclar y los llevaba en carritos de supermercado'', contó Olivera.

Hace ocho meses, con sólo $2 en el bolsillo, Olivera dejó Miami y llegó a una de las ciudades más ricas del mundo, Boca Ratón. El parque de Sanborne Square se transformó en su nuevo hogar. Con las ramas de los frondosos árboles se protegía del calor. En las bancas dormía.

Mendigaba cada día para poder comer. ''Alguien dijo que Dios es un mendigo de amor, que viene a mendigar amor y a dar amor. Tal vez por eso, cuando más solo estaba, eso fue lo que recibí, amor'', dijo Olivera.

La comunidad de la Iglesia Episcopal de St. Gregory se conmovió con su dramática situación. Los feligreses le dieron alimentos y alguien le ofreció un trabajo de $7 la hora. Pero luego de 10 días de trabajo, el infortunio nuevamente llegó a su vida: el pasado 9 de octubre, José montaba su bicicleta cuando un vehículo lo atropelló. José sufrió fracturas severas en la rodilla, el tobillo y el fémur.

''El trabajó una semana y media, y entonces fue que lo atropellaron'', afirmó Eddie Sánchez, director de limpieza del Centro Comercial Mizner Park.

''Le conseguí los abogados y lo llevamos al médico, y la comunidad de la iglesia St. Gregory le pagó 10 días en un hotel y le llevó alimentos'', agregó Sánchez.

Para Olivera el encuentro con Dios fue el milagro que esperó por años y que le cambió la vida.

''Yo vivía en la oscuridad, en la mentira y ahora siento que Dios me brinda luz y esperanza. Se que hallaré un techo donde vivir'', dijo Olivera, luciendo un aparato en su pierna y un bastón para movilizarse.

''Dios me ha mandado ángeles para ayudarme'', añadió sonriendo.

''El está muy deseoso de volver a trabajar lo antes posible'', afirmó su abogado Andrew Smith.

Si alguna persona desea ayudar a José Olivera, puede llamar a las oficinas de Carman and Smith: 1-800-HELP-407 o al (561) 367-0596.


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