martes, 26 de diciembre de 2006

Posted on Tue, Dec. 26, 2006

LISA ARTHUR / The Miami Herald
MARATON

La primera vez que Orlando Boquete entró a la cocina de P. Morgan Hill en el verano pasado, ella le brindó café. El acarició la tibia vasija de cerámica, y le brotaron lágrimas.

''Una taza de verdad'', expresó. En la cárcel, la vajilla es plástica. Hacía años que no tocaba una vasija de verdad. En esa mañana de agosto, su primer día en libertad después de haber quedado exonerado de una condena de agresión sexual en 1983, fue un primer día en muchos sentidos.

Nadó en el mar en Sombrero Beach. Atrapó un pez con una pita que le prestó un individuo que estaba allí. Tuvo su primera entrevista por radio y habló de su odisea legal: su condena errónea, 12 años de cárcel, dos fugas, 10 años fugitivo y tres meses en el Centro de Detención de Krome mientras los abogados pugnaban contra una orden de deportación.

En algunos sentidos, Boquete es como muchos de los otros 187 prisioneros exonerados en todo el país. Está tratando de ponerse al día después de tantos años. No vio crecer a su familia. Y hasta se le negaron los placeres más simples, como el de tomar café en una taza ``de verdad''.

Pero también ha cambiado. No tiene en los ojos la expresión de perseguido que muchos exonerados mantienen durante meses, a veces durante años, mientras se esfuerzan por hacer las paces con la injusticia y conectarse de nuevo con la sociedad. Y no está amargado.

''Estoy disfrutando la vida ahora'', le dijo al Herald en una entrevista a principios de diciembre mientras se preparaba para sus primeras Navidades en libertad en 11 años. ``Todo me hace feliz; hasta montar bicicleta.

En los cuatro meses que hace que lo soltaron de Krome, Boquete ha encontrado una vida nueva y se ha establecido en una comunidad de los Cayos de la Florida. La ciudad de Maratón lo ha acogido y le ha facilitado su retorno a la sociedad.

Su casa es un acogedor bungaló en maratón, donde vive sin pagar alquiler cortesía de Hill, una próspera agente de bienes raíces, y su asociada Paula Nardone. Ambas son dueñas de Exit Realty, con tres oficinas en los cayos, y le pagan a Boquete $10 la hora por arreglarles los patios y los jardines.

''Dios me bendijo, y trae amor a mi vida mediante todas esas personas que me han ayudado'', dice Boquete. ``Tuve muy mala suerte en el pasado. Pero ahora sólo tengo buena suerte''.

Todavía tiene dos vidas: la pasada y la presente.

Todas las semanas da un viaje de tres horas en autobús hasta las oficinas de Inmigración y Aduanas (ICE) de Miami para reportar ante las autoridades de inmigración. Todo es parte de un programa de libertad supervisada gestionado por sus abogados. No tuvo la oportunidad de hacerse ciudadano antes de quedar convicto indebidamente, de modo que no tiene status legal en el país.

Pero también se ha reunido con productores de televisión interesados en los derechos para producir la historia de su vida, y con un reportero de The New York Times que está escribiendo un artículo para la revista dominical del periódico, que narra la atrevida fuga de Boquete y su vida de fugitivo.

``Yo les digo a los productores de cine que ese tipo de The Fugitive ni se compara conmigo, porque mi relato es real. Si alguna vez hicieran la película, creo que el papel lo debería hacer Johnny Depp, que en realidad se parece a mí cuando yo era joven, ¿no creen?

Todo es un tanto abrumador para el ex mecánico de motores de barcos que llegó a Miami a los 26 años en el éxodo de El Mariel.

Dos años después, la policía lo acusó de haber agredido sexualmente a una mujer de Stock Island, que lo señaló en la calle y dijo que él la había atacado en su cama. En 1983, un jurado lo condenó basado en la identificación de ella. Boquete se escapó dos años después y estuvo fugitivo durante una década antes de que lo atraparan y lo enviaran de nuevo a la cárcel. En el 2003, vio un programa televisado sobre el llamado ''Proyecto Inocencia'', y les pidió ayuda.

Sabía que quedaría libre algún día, pero dice que nunca esperó tanto interés en su caso. Aunque generalmente es un hombre humilde, alardea un poco del ingenio que demostró al escaparse, en una aventura que incluyó un peligroso encuentro con un caimán en un canal y una larga travesía por pantanos. Nunca se sintió verdaderamente libre, pero por lo menos no estaba en la cárcel, y se enorgullece de haber estado fuera de ésta tanto tiempo.

Acabó trabajando para Hill después de que ésta oyera su entrevista por radio en agosto. Ella llamó a su abogado y amigo Hal Schumaucher.

''¿Hay algo que podamos hacer para ayudarlo?'', le preguntó. Cuando Hill supo que Boquete estaba empezando su nueva vida en un pequeño apartamento de vivienda pública con su hermano y su cuñada y su sobrina, el esposo de ésta y sus tres hijos, le ofreció el bungaló que estaba vacío.

Siguiendo el ejemplo de Hill y de Nardone, muchos residentes de Maratón empezaron a respaldar a Boquete, que había salido de Krome con la ropa que llevaba puesta, un par de zapatos extra y una Biblia. Ni siquiera tenía identificación. Durante sus primeros días en libertad llevaba consigo un periódico con su foto en la primera página para poder explicar quién era.

El personal de las tres oficinas de bienes raíces contribuyó y donó dos cargamentos de utensilios de cocina, platos, ropa de cama y cortinas para habilitar la casa. Un comerciante local donó una cama. Un optometrista le hizo unas elegantes gafas. Otras personas le dieron ropa.

''Le ha caído muy bien a la gente aquí'', apunta Schuhmaucher, el abogado local que colaboró con el Proyecto Inocencia, basado en Nueva York, para liberar a Boquete. ``Se ha convertido un poco en una celebridad''.

En esta tibia tarde de diciembre, Boquete está sembrando arbustos en la propiedad de Hill and Nardone frente al mar. Le gusta trabajar al aire libre, con el Atlántico de compañero. Pero el panorama le recuerda constantemente lo único que no le gusta de su li-

bertad actual: no se le permite andar en bote.

Aunque la condena de agresión sexual se disolvió, él se declaró culpable en Miami de allanamiento y de traficar con artículos robados bajo un seudónimo cuando andaba fugitivo, y cumplió seis meses por esos cargos de delitos de tercer grado.

Eso dio lugar a un proceso de deportación después de haber quedado en libertad en mayo. Sus abogados llegaron a un acuerdo con los funcionarios federales de que lo soltaran de Krome y se aplazara la audiencia de deportación. Pero él accedió a una serie de condiciones, entre ellas la de no salir de la Florida y no

subirse a un bote.

No tiene restricciones para andar en bicicleta, que es su medio principal de transporte.

Ahora con 52 años, lleva pantalones de trabajo un poco amplios para su talle de 28 pulgadas y una camiseta sin mangas, exhibiendo sus sólidos brazos mientras rastrilla guijarros para poner entre las plantas.

Después de trabajar, Boquete se detiene en su bungaló para asearse antes de comer. Hay un toldo afuera con una guirnalda de luces que él colocó antes del Día de Dar Gracias.

'Mrs. Morgan me dijo: `Orlando, es demasiado temprano para adornos navideños'. Pero para mí no lo es''.

Después de darse una ducha se va a visitar a su sobrina Danay Rodríguez.

Ella ha luchado por él durante años, y era el familiar que siempre le escribía cuando estaba preso. Su sobrina, de 23 años, sonríe: ``Al fin está en casa para la Navidad, y eso es increíble''.

Hablan de regalos navideños, y de cómo van a pasar las fiestas.

¿Tiene novia?

''No, no'', responde.

''Para que tenga novia tengo que darle mi aprobación'', dice la sobrina.

``No necesito novias por el momento. Necesito amigas, y familiares y a toda la gente maravillosa que me está ayudando a alcanzar mis sueños''.


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