viernes, 11 de mayo de 2007

Publicado el miércoles 09 de mayo del 2007

SARAH MORENO
El Nuevo Herald

Paquito D'Rivera suma el premio Fellowship Guggenheim 2007 a la larga lista de reconocimientos que ha recibido en una extraordinaria carrera, que comenzó como niño prodigio tocando el saxofón en La Habana de los 50. D'Rivera estuvo entre los 189 artistas, investigadores y científicos que recibieron el pasado abril el Fellowship Award que otorga la Fundación en Memoria de John Simon Guggenheim.

''Los premios nunca me han hecho mucha ilusión. No es que no los agradezca, porque si no lo hiciera, sería un malagradecido, pero hay muchos grandes artistas que nunca han ganado premios. Cuando a Machito le dieron el Grammy, me dijo: `¿Dónde estaba esta gente cuando Charlie Parker y Dizzy Gillespie tocaban conmigo?''. Esas cosas pasan, por lo que no me dejo engreír por los premios'', dice D'Rivera, que con su sentido del humor habitual añade: ``¡A veces le dan premios a cada tipos, que deberían ponerle una multa por cantar!''.

D'Rivera menciona una coterránea y colega también galardonada con el premio este año, la directora de orquesta y compositora Tania León.

''Es una persona que quiero mucho, ella tocó el piano en mi recital de graduación. Un día se fue de Cuba, voló de pronto sin despedirse, y estuve 15 años sin verla. Yo había acabado de salir del Servicio Militar, y por el padre de ella, que andaba por toda La Habana con los recortes de periódicos, supe que Tania era entonces la directora musical del Teatro de Harlem [Dance Theatre of Harlem]. Así que estoy en buena compañía con este premio'', recuerda el músico, que ganó el Guggenheim por su labor como compositor.

En marzo de este año, D'Rivera recibió el premio Living Jazz Leyend Award, en una ceremonia en el Kennedy Center, que homenajeó a 25 artistas que han contribuido a que el jazz sea uno de los géneros musicales más representativos de este país. También ha sido nombrado compositor en residencia de Caramoor, uno de los festivales de música clásica más importantes del mundo, y que este año presenta la iniciativa Sonidos Latinos, para difundir la música latinoamericana. Para esta ocasión, D'Rivera escribe el concierto Conversaciones con Cachao, para saxofón, contrabajo y orquesta sinfónica. ''Está basado en una frase cortita de Cachao, que tiene cuatro notas, como la Quinta Sinfonía [de Beethoven]'', explica.

Con ocho premios Grammy y 30 discos como solista, el reconocimiento más importante para D'Rivera es la Medalla Nacional de las Artes, que recibió en noviembre del 2005 en la Casa Blanca. ''Eso fue una bomba, no me lo esperaba. Es un premio presidencial que les dan a los más destacados de este país en las artes. La medalla la tienen Duke Ellington, Walt Disney, Ray Bradbury, gente muy brava'', dice el músico, que lanza este mes un nuevo álbum, Funk Tango.

Para sus composiciones se inspira en sus viajes, a veces a lugares exóticos, como Tailandia, Africa o Hong Kong, y a una ciudad que para Dizzy Gillespie es la más linda del mundo, Dubrovnik, que llaman ''la Perla del Adriático'', en Croacia.

''Es una ciudad de piedra blanca, y pequeña, como Jerusalén, y como cocinan de bueno. Es perfecta, sólo le faltan unos frijolitos'', dice D'Rivera, que últimamente ha entregado también su corazón al continente africano.

''No hay nada como el paisaje africano. Vi 50 jirafas de una vez, no por las calles de El Cabo, sino en un Parque Nacional'', dice bromeando de nuevo, confesando que le gustan mucho los animales, y que si pudiera, tuviera hasta cocodrilos, pero se conforma con un perro, y su gata favorita Mimi, que hasta salió retratada en su autobiografía, Mi vida saxual.

A pesar de los frecuentes y a ratos agotadores viajes, su amor por la música lo cura todo. 'Siempre digo: `La pesadilla termina cuando comienza la música', porque lo único que alivia el corre-corre de un aeropuerto a otro es poder tocar. Por eso cuando alguien me dice: 'No tengo mucho dinero para pagarte, pero vas a tocar poquito', le digo: `¡De contra que no me vas a pagar, tampoco me vas a dejar tocar!'''.

Desde su residencia se ve todo el horizonte de rascacielos de Manhattan --''la jungla'', como la llama--, dos o tres noches a la semana toca en un club de la Gran Manzana, y con mucha frecuencia asiste a eventos de la comunidad brasileña, porque el amor entre D'Rivera y los cariocas es mutuo. ''Ellos siempre me llaman. Yo amo esa música y las tangas... y a Villa-Lobos también'', dice riendo.

Para este cubano internacional los premios y el calificativo de leyenda de la música no aventajan esa dimensión más importante, su lado humano.•

smoreno@herald.com


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