miércoles, 24 de octubre de 2007

Cubanos sin Fronteras
Jorge Luis González.
ana_90@hotmail.com

Hoy hace 23 años 7 meses y 14 días que desterrado estoy en esta enorme ciudad de cartón y piedra ubicada entre montañas tan lejos del mar como se pueda imaginar, donde vago por horas añorando mi terruño, todo se parece pero nada es igual, hablan en español, pero no le entiendo su jerga las jacarandas con sus hojas y ramas quebradas se asemejan al flamboyán pero sus flores son lilas no rojas, las calles del centro se parecen pero no hay salitre ni se huele la brea del puerto, no se oye el silbido de los barcos.

Hace ya más de 25 años en mi tierra critiqué a mi soberano, me burlé de él, osé contradecir su gobierno, puse en duda su capacidad para gobernar, me negué a pertenecer a sus organizaciones y un buen día llegaron -ellos- y sin mas, ni explicaciones, me encerraron durante 165 días. Pero tonto de mi, durante los interrogatorios no di mi brazo a torcer, me mantuve en mis trece, no renegué de mis ideas; al contrario me engrandecí mas, entonces tomaron la decisión -correcta- un miércoles negro resolvieron mi suerte y sin mas preámbulos me subieron a un avión y me depositaron en la tierra de mi padre, donde deambulo sin rumbo en busca de un recuerdo.

Al acudir a mi consulado se me informó con desprecio y altanería que estaba castigado; que si acaso con suerte sólo tendría que esperar 15 años antes de volver. pero sólo de visita y con una sonrisa sarcástica me dijo:

- tuviste mucha suerte habrías estado encerrado al menos 25 años. Disfruta tu libertad.

Pero no la disfruté. La nostalgia se fue adueñando de mi; día a día crecía mi mal humor: me volví un ermitaño. me encerré en mi, mi carácter se agrió. Sólo esa sublime y angelical mujer que me acompaña a lo largo de este calvario me mantuvo en la tierra, me dio dos hijos y el casi consuelo que tanto he necesitado envejeciendo a mi lado, comprendiéndome.

Recuerdo cuando después de permanecer 5 años en esta monumental ciudad, fue azotada por un terrible terremoto incomunicados del extranjero, no se me ocurrió mas que acudir a mi consulado para notificar a familiares y amigos. Una vez mas se nos cerraron las puertas:

-ustedes están muertos para la revolución hace ya mucho tiempo- fue la sórdida respuesta de un funcionario.

¿Por qué dios? ¿Por qué? ¿Acaso es proporcional el castigo a mi falta?; creo que lo supera con creses. ¿por el solo hecho de no compartir su proyecto de nación?; ¿no soy ya cubano? ;¿no es francés el que critique a Napoleón?, ¿No es español el que apoye a Franco?

Solo ahora, al paso del tiempo, reconozco la inteligencia de la retorcida mente de mis verdugos; sabían desde un principio que estando en mi tierra sería indomable; que el solo atisbo de mi cielo azul me daría energía; que ni en las mas oscuras prisiones me doblegarían; la tierra que pisara le daría fuerza a mi corazón para seguir latiendo; el olor del mar me infundiría potencia para sobrellevar cualquier cualquier flagelo. En cambio el exilio me doblegó cualloza sobre mis hombros: me faltaba el aire de mar, no tenia fuerzas, la tierra no me nutría, mis ojos no se alegraron, ya mas no veía mis flanmboyanes rojos en abril ni las verdes palmeras.

No debería firmar esto porque es el drama de cientos de miles, pero para que no digan algo en contra: Jorge Luis González.


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