sábado, 4 de octubre de 2008

ABC.es
ANTONIO ASTORGA | MADRID Sábado, 04-10-08

Y La Habana baila al son del bolero y del tango de un Infante nada difunto. «Guillermo está hoy más vivo que nunca», proclama su ninfa secreta, su alma, su orden, su concierto y sus ojos, porque hay páginas de Cabrera que sólo las sabe leer Miriam Gómez. La viuda del escritor cubano presentaba ayer «La ninfa inconstante» (Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg), novela póstuma que el autor de «Tres tristes tigres» concluyó antes de morir en 2005. En primera fila le escrutaban Mario Vargas Llosa, gran amigo, vecino londinense y compadre de viejas batallas políticas e intelectuales; Carolyn Richmond, esposa de don Francisco Ayala, y muchos admiradores, lectores y creadores a los que Cabrera les abría su casa de Londres de par en par. «Después del franquismo, cuando España se abrió, los jóvenes españoles que no tenían pasado totalitario fueron los que sostuvieron a Guillermo. Los cubanos se querían aprovechar de él para darse baños revolucionarios. Guillermo, que perdió a los cubanos, ganó a los españoles, y gracias a ellos Cabrera Infante vive hoy más que nunca», proclamó una agradecidísima Miriam.

La Habana de Cabrera

Tras haberlo negado más de tres veces en Cuba, y fuera de ella, ahora parece que todos los escritores de la isla han descubierto a su Infante nada difunto, y practican los juegos de palabras con La Habana que birlibirloqueaba con gracia solar Cabrera. Incluso en internet se fotografían con las portadas de sus obras. «Una insensata dio mi dirección y muchos cubanos con problemas económicos me han escrito pidiéndome dinero, ¡como si fuera rica!», deshace el tuerto Miriam.

Cuba era el sueño de su vida. Tal vez La Habana de los libros de Guillermo Cabrera Infante ya no exista más, pero sin duda sigue viviendo en sus historias, y por ello será la Cuba que, paradójicamente, conocerán los lectores de mañana. Porque las jóvenes generaciones leerán y recordarán su obra literaria, como también recordarán su intachable conducta cívica, moral, ética. Es esa Cuba del bolero, el tango y La Habana la que Cabrera lega en «La ninfa inconstante».

Y al final a Guillermo Cabrera Infante no pudo cornearle el morlaco de Fidel Castro: «Se ha cumplido lo que Guillermo quería -recuerda Miriam-. Decía: «Castro ha destruido Cuba y yo lo quiero ver muriéndose mucho tiempo y que sepa que se está muriendo mucho tiempo»». «La ninfa inconstante» se edita tal cual Cabrera la amasó en un principio, aunque Miriam confesó: «Yo puse una mala palabra: batista», que Guillermo seguranmente le perdonará, desde el séptimo cielo, como un pecadillo venial. Cabrera confesó que pasó «de enemigo de Batista a enemigo del enemigo mayor de los cubanos. Esa obscenidad que dura 40 años. Sin libertad, legitimidad ni democracia».

Y a Miriam la esculpía así: «Es un reservorio de cubanismos, de habanerismos, de ritmos». Palabra de Guillermo.

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