martes, 30 de diciembre de 2008

Domingo, 28-12-08 a las 06:09

ABC.es
ENRIQUE SERBETO

A la parte central de la calle 8 de Miami se la llama «La Pequeña Habana» pero no es verdad: ni las casas, ni los coches, ni las calles, ni el aspecto de las personas se podrían confundir con la capital cubana. Y, sobre todo, la principal diferencia es que los que viven bajo la dictadura casi nunca se atreven a hablar de política cubana, mientras que en Miami los exiliados no hablan de otra cosa. Hasta cuando sueñan. Sobre todo, cuando sueñan. Cincuenta años después de la llegada de los primeros cubanos huyendo de la revolución comunista, la avalancha de exiliados ha cambiado la historia del sur de La Florida, donde el español es la lengua mayoritaria, los cubanos dirigen las elecciones y creen que son decisivos en la carrera presidencial. La única verdad es que cada día, al terminar la jornada, estos cubanos a los que el régimen llama despectivamente «la gusanera» se van a dormir con la decepción de saber que todo el éxito y su relumbrón en EE.UU., que su dinero e influencia estratégica no sirven para nada a los únicos efectos que de verdad les interesan, porque el castrismo sigue incólume a pesar de sus sueños, a solo 82 millas de la punta de los cayos...

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