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domingo, 17 de julio de 2005

El prodigio de Rafael Palmeiro.

Por Marino Martínez Editor Deportivo

El cubano Rafael Palmeiro pegó un doble contra las vallas del jardín izquierdo en el quinto episodio frente al pitcher boricua Joel Piñeiro para llegar a su imparable 3,000 y después sumó el 3,001 con cohete al central en el séptimo inning para escribir una de las páginas gloriosas del béisbol de Grandes Ligas. Con su hazaña tocó el cielo con la mano. Besó a la gloria. Abrazó a la excelencia. Acarició a la inmortalidad.

Su historia está escrita con un bate y un mascotín. Mascotín y bate de oro puro. Su swing es el reflejo exacto de lo que es la ciencia del bateo. Jugador que no alardea de sus virtudes. Virtudes naturales regaladas por Dios y desarrolladas con amor, disciplina y constancia en el terreno de juego. En el terreno de juego donde lleva 20 años estremeciendo de emoción a las multitudes conectando jonrones, dobles, sencillos y remolcando carreras hacia el plato con su majagua prodigiosa.

Dos décadas recogiendo pelotas en la inicial, pelotas orgullo sas que no desean escapar de sus manos mágicas. Manos mágicas y bate prodigioso que han disfrutado millones de fanáticos y que son el producto de su talento pulido. Talento pulido con el alma, la vida y el corazón. Su corazón es de león y su vida es ejemplar. Vida ejemplar y corazón de león dentro y fuera del diamante beisbolero. Diamante beisbolero donde regala decencia y humildad. Humildad y decencia que lo ubica como un caballero del maravilloso deporte de las bolas y los strikes.

Palmeiro es el cuarto pelotero en sumar más de 500 jonrones y 3,000 imparables en Grandes Ligas. Se unió a Hank Aaron (3771-755), Willie Mays (3282-660) y Eddie Murray (3255-504). Sólo dos de ellos han logrado pegar más de 3,000 hits y 600 jonrones: Aaron (755 y 3771) y Mays (660-3282). Palmeiro necesita en estos momentos 34 jonrones para ser el tercer bateador de la historia en lograr dicha hazaña. [Continúa]

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