By JOSE ANTONIO EVORA
El Nuevo Herald
¿Qué es lo que a primera vista atrae tan poderosamente en la pintura de Gina Pellón?
¿La profusión de colores? En parte, quizás. ¿Las volátiles figuras de un cuadro como Sala de esperas? Otro tanto.
Ninguna de esas cosas, sin embargo, explica por qué los lienzos ahora expuestos en The Americas Collection producen una extraña mezcla de embriaguez y turbación, como aquella Mujer con sombrero de Matisse, que luego se asoma en cada Flora de René Portocarrero. Aunque Matisse, y seguramente también Chagall, tienen altares en el templo de la pintora, lo más importante es cómo el apego a la libertad que la lanzó lejos de su país en 1959, a los 33 años, necesitaba un contrapeso, un no partir del todo, resuelto en lo que ella misma ha llamado llevarse el sol del trópico a París y Escandinavia.
Nacida el 26 de diciembre de 1926 en Cumanayagua, un poblado de la región central de Cuba, Pellón se graduó en la Escuela de San Alejandro, en La Habana, y luego se dedicó a impartir clases de pintura a niños. A raíz del triunfo de la revolución castrista en 1959, optó por una beca para irse a Francia, y como ni siquiera quedó entre los finalistas ni tenía dinero para pagarse el pasaje, según ella misma, se puso en contacto con una compañía naviera para agenciarse un boleto gratuitamente. ''Me dijeron que si llevaba 12 becados me lo darían, y me aparecí con 50'', dijo.
La estancia de los becados era por tres meses. Al cumplirse, Pellón no quiso regresar, lo que le valdría una reprimenda del agregado cultural de la Embajada cubana en París, el escritor Roberto Fernández Retamar. ``Me negué tajantemente, y desde entonces se hizo evidente mi oposición al gobierno''.
Ella y Guido Llinás, quien murió el año pasado víctima de un accidente, son los más notables pintores cubanos radicados tempranamente en Francia y con una carrera ennoblecida y engrandecida por la tenacidad.
La exuberancia cromática no molesta en los cuadros de Pellón porque ella sabe, sospecho que intuitivamente, armonizar la luz hasta en los excesos. Trabajar con capas de óleo superpuestas en las que luego escarba para sacar tal o cual color es una técnica más aprovechada en función del equilibrio cromático que de la representación. Ante la pieza terminada, el espectador no se enfrenta tanto a la obra misma como al vehículo del que se ha servido la artista para levantarle otro velo a una memoria revuelta entre un país perdido y una vida ganada. Formas y colores cristalizan en un sedimento hecho de nostalgia y libre albedrío. Se siente tanto el peso de este último, que la nostalgia pasa por archivo más que por melancolía.
Este equilibrado antagonismo reaparece en las tensiones figuración-abstracción que animan las recurrentes mujeres de sus cuadros. Se dirá que la figuración siempre gana, pero ahí está la trampa: el que de veras prevalece, sólo que subrepticiamente, es el lenguaje abstracto. El recuerdo, después de todo, es una abstracción, por muy concretas que sean las cosas que lo hayan inspirado. Será por eso que Sala de esperas explica tanto a la artista. Ahí se nota como en ningún otro el imperio de la ambigüedad; un pintar a tientas en cuyo auxilio viene el derroche de luz.
Por mucho que recuerden en lontananza aquellas reposadas damas de los balcones de Manet y Mary Cassatt, y hasta los de Goya, las mujeres de Le Balcon Bleu (2004) siguen ancladas en Cuba y demuestran, de paso, que es posible insinuar la cubanía más allá del color local. Sobre ellas arrojan una luz difusa los mediopuntos de Amelia Peláez, sólo que ahora, lejos de funcionar como ''distinción'' pintoresca y reduccionista, los colores atomizados de Pellón enlazan la cubanía con el mundo desde una perspectiva íntima y cosmopolita. Ninguna niega a la otra; de hecho, se complementan.
A juzgar por su currículo, Gina Pellón no exponía en Miami desde 1998. En estos años ha paseado su obra desde Australia hasta Noruega y desde Caracas hasta Venecia, sin contar, por supuesto, Francia. Hay que agradecerle a The Americas Collection haberla traído de nuevo con una muestra de su trabajo reciente, cuyo saldo puede resumirse en tres palabras: vitalidad, emancipación y talento.
'Obra reciente de Gina Pellón'. Sala principal de The Americas Collection, 2440 Ponce de León Blvd., Coral Gables. En el segundo salón se expone 'Drawn From Poetry', de Mario Bencomo. Ambas hasta el 31 de mayo. De lunes a viernes, 10:30 am a 5:30 pm; sábados, 12:00 m. a 5:00 pm. Domingos por cita previa: (305) 446-5578.
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