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jueves, 29 de junio de 2006

”Algo está pasando”.Editorial Persona, Hawai 1992. Comentando un libro de Rolando Morelli.

2006-6-29

Por Carlos Manuel Estefanía.

Rolando D.H. Morelli, es doctor en Literatura Americana y del Caribe español, materias que, junto a nuestra lengua, ha tenido la oportunidad de impartir en los niveles que, en los Estados Unidos, país que radica desde 1980, se denominan College y University. El Dr. Morelli, quien trabaja actualmente como profesor de la facultad de idiomas extranjeros y en el departamento de Literaturas en la universidad de La Salle en Philadelphia, ha sido además redactor, traductor y escritor, un escritor cuya obra despierta curiosidad una vez que se lee la muestra que de ella representa el libro de cuentos “Algo está pasando”.

Le conocí personalmente en Cádiz, España, en el contexto del I Encuentro Internacional dedicado a la creación y Exilio de los cubanos titulado “Con Cuba en la distancia”; realizado entre el 9 y 15 de noviembre del 2001. Descubrí en el una persona amable, sencilla y de gran sentido del humor, que para mi honor, conocía y valoraba de manera positiva los artículos publicados en la revista que dirijo, Cuba Nuestra. Al aval del especialista debo sumar la identidad de visiones sobre a la manera de solucionar los problemas de Cuba y el rol que deben jugar en esta los emigrados. Morelli, como yo, se opone al aislamiento de los cubanos, porque sabe que es en el aislamiento y la confrontación donde las dictaduras se fortalecen.

Supe por el propio Rolando D.H. Morelli que había sido un “marielito”, es decir uno de esos cientos de miles de cubanos inmortalizados en el cine, con un tanto mala leche por Brian de Palma con su película Cara Cortada (Scarface) de 1983” o de los que también nos habla Reinaldo Arenas –otro marielito- en su libro “Antes de que Anochezca”. Se trata de aquellos cubanos a los que se les autorizó la salida de la isla en 1980. Todo ocurrió a raíz de la irrupción violenta en la Embajada del Perú de un grupo de solicitantes de asilo. Aquellos desesperados Empotraron un autobús en la las rejas de la sede diplomática, matando con el acto al policía que la custodiaba. El gobierno retiró toda custodia y el lugar se llenó de miles de refugiados.

Castro llegó a un acuerdo con el gobierno de Jimmy Carter, según el cual se le otorgaría permiso de salida a todos los cubanos que quisieran marcharse y sus familiares vinieran a buscar por el puerto de Mariel, al norte de La Habana, de ahí el nombre de “marielito”. Sin embargo, en la practica, tanto las personas que se arremolinaron en la embajada como los que aprovecharon la condescendencia del gobierno para solicitar la salida del país (en Cuba el ciudadano necesita de una visa estatal para poder marcharse de su patria) fueron sometidas a un verdadero vía crucis. No faltó el escarnio físico y moral de estos individuos.

Para colmo las cárceles y maniconios fueron vaciados y sus residentes mezclados con esa masa que no resistía un día mas de ”socialismo”, fue esta adición de escoria social la que le ganó tan mala fama a quienes salieron de Cuba por el puerto del Mariel. Allí las lanchas fletadas en Miami por los familiares de los que querían marcharse, fuero obligadas a transportar además de aquellos a quines buscaban a cientos de “Tonys Montanas” Naturalmente, no todos, ni siquiera la mayoría de aquella generación de Cubanos eran locos, o delincuentes eran como ese al que Al Pacino dio vida en la película de Palma. En cambio, había algo que les diferenciaba del primer exilio cubano; en primer lugar la clase social, no se trataba de magnates cuyas propiedades fueron nacionalizadas por la revolución, no eran ni batisitianos, ni antibatistianos inconformes con el giro de la revolución. Eran, en general parte de esa clase media y pueblo llano que creyó en Fidel Castro, en la Revolución y que sufrió por casi XX años el experimento ejecutado en Cuba, que los menos avisados catalogan de “socialista”.

Tenían pues, “los marielitos” en su saber, un conocimiento de las nuevas reglas sociales imperantes en la isla, conocimiento que se manifiesta claramente en los relatos del libro Algo Esta Pasando, compilación de cuentos suyos que Morelli, poco depuse de nuestro encuentro, tuvo a bien enviarme con amable dedicatoria.

El libro tiene un valor testimonial indiscutible. Morelli sabe que pasa en Cuba, cada día, la cotidianeidad de la patria no le abandona en el destierro. Esto esa así no sólo porque el literato cubano vivió las décadas más importantes de la construcción del régimen que impera en su patria, sino porque a diferencia del sector intransigente del exilio, no tiene reparos en viajar a Cuba, en particular a su Camaguey de origen, e incluso impartir allí, si se lo piden, un taller de literatura, en el que puede aportar al estudiantado de la islas una información de la que este carece, y donde el mismo se enriquece comprendiendo los cambios que poco a poco se van dando en la mentalidad de los cubanos. Algo está pasando, nos cuenta de lo “que está pasando” en cualquier hogar de Cuba, en cualquier familia, en cualquier centro escolar o unidad militar. Es un libro vivo e imperecedero, construido con personajes “intranscendentes” -y por tanto peligrosos en lo que dicen- como pueden ser el negro Matusalén [cuento Matusalén] las comadres que “chismean” (cotillean) lo que pasa en el barrio; desde la tragedia de una anciana asesinada y violada, hasta lo perdida que está la juventud [cuento cuyo título es el del libro].

El libro, como las calles de La Habana, esta lleno de consignas, de frases hechas que para cualquier cubano pueden resultar redundantemente cotidianas, y para el extranjero, asombrosamente exóticas, como páginas desprendidas del libro rojo de Mao.

En un cuento como “ELPVÉ”. Morelli, el maestro, expone la absurda disciplina que se le imponen a nuestra juventud, conductas paramilitares, que poco ayudan a la formación del carácter o la creación de un saludable espíritu espartano. En realidad es la oportunidad que adquieren, los poderes de medio pelo para imponer su arrogancia, un uso injustificado que hace los pequeños mandos de su autoridad, como forma de realización personal en un medio, donde la individualidad es considerada una amenaza. Morelli nos cuenta sutilmente, como si no quisiera hacerlo, lo que pasa, día a día, lo que hacen los cubanos cuando el gobierno tiene un invitado del rango de un presidente [cuento “Aquí, y Hoy mismo”] o como trabajan los oficiales de la seguridad del estado la conciencia de los intelectuales, a fin de que se autocensuren antes de llegar la disidencia [cuento Auto sacramental].

El Autor nos lleva al campo, dándonos a conocer un pueblo fantasma, cuyos vecinos fueron asesinados por un pirata, una historia en que no exige gran imaginación, para descubrir una alegoría a la Cuba del presente [cuento "Limberg"]

Y tratándose del país con el ejercito más poderoso de la América Latina, no puede faltar, en estos cuentos el tema de la guerra, que se nos ofrece en medio de una nebulosa onírica en la historia titulada “Recuento”.

El autor muestra la capacidad de convertir lo efímero en trascendente, de encontrar aquella experiencia que todos hemos compartido, por ejemplo la del reto deportivo. El escritor “extiende” ese momento, con una especie de análisis fenomenológico, que nos redescubre viejas tensiones sumergidas en el subconsciente [cuento “Numero ocho”].

Sin caer en el panfleto como respuesta al exagerado apoliticismo del que suele adolecer la literatura oficial, ni abordar situaciones escabrosas y despolitizada como hace hoy sienta literatura tolerada, y mucho menos sin abusar de la hipersexualidad que se le atribuye a (o se atribuyen) los cubanos, el cuentista logra enfrentarnos a los dilemas cotidianos de su pueblo, por ejemplo, el de la homofobia imperante en la isla, mezclada con intolerancia política como la que se manifiesta en el cuento “Patología”:

-¡Escoria! ¡Escoria! ¡Eloy! ¡Eloy! ¡Maricones! ¡Eloy! ¡Váyanse a darle el culo a los imperialistas! P95

La misma intolerancia que retoma en el cuento Repudio, donde se narra aquellos actos tan similares a los pogromos que en el imperio ruso se organizaban contra las comunidades hebreas, o a las acciones de los cuerpos de asalto fascistas contra quienes no se les sometía al líder de la nación, acciones que extrañamente, dado su dramatismo, la literatura y los medios del exilio apenas tocan

No hay cómo soportar que le sitien a una la casa día y noche y que le arrojen mierda a la puerta de la casa. Y que le llenen a una la casa de letreros:“Aquí vive una contrarrevolucionaria hija de perra”p97

Lo más terrible de la situación narrada, es que a pesar de los años sigue siendo una practica que se repite día a día contra los cubanos que optan por criticar a su gobierno.

Pero también hay señales de redención en este libro, por los menos de esperanza de que aquellos cubanos que hicieron mal a otros, un día se arrepientan, aunque sea en el lecho de muerte [cuento “Reencuentro”].

Cuando leí estos relatos, los imaginé interpretados por actores en alguna sala. Y es que el dominio del diálogo que tiene Morelli, hace de estas pequeñas piezas narrativas, obras perfectamente adaptables al teatro, incluso en su versión radial o televisiva. Es pues esta característica dramatúrgica una peculiaridad del modo que tiene Morelli de contar sus historias; narraciones de un profesor que, por lo visto, no solo enseña literatura, sino que además saber crearla.

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