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lunes, 3 de julio de 2006

Sandro Leal, un violín cubano para el mundo.


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SANDRO LEAL, un joven cubano graduado en la escuela de Música Eastman, en Rochester, parte la semana próxima de gira por cinco países europeos.

IVETTE LEYVA MARTINEZ.
Especial para El Nuevo Herald

El violinista Sandro Leal emplea unas dos horas diarias para llegar a su trabajo: un restaurante de Rochester, Nueva York, donde le pagan $4.35 por hora. Pero Leal, quien emigró de Cuba hace cinco años, sólo piensa en la semana próxima, cuando emprenderá una gira internacional con la Orquesta Juvenil de las Américas.

El joven acaba de graduarse de la Escuela de Música Eastman, en Rochester, y participará en la gira de un mes por Europa como premio por haber quedado entre los semifinalistas del Concurso Sphinx 2005. Viajará a Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania e Italia y contará entre sus directores musicales a Plácido Domingo.

``Es como un sueño", comentó Leal, de 24 años, en entrevista telefónica. ``Cuando era niño me gustaba la ópera Payaso por Plácido Domingo ¡Quién me iba a decir que iba a tener la oportunidad de conocerlo!''.

A pesar de que su trabajo en el restaurante le absorbe gran parte del tiempo, el joven no ha dejado de practicar diariamente con su violín. ''Trato de hacerlo al menos tres horas por día'', afirmó.

Leal parecía destinado a ser músico. Su madre, Lourdes Santiesteban, es una directora de orquesta que acaba de exiliarse en Estados Unidos, y Leal creció escuchando música clásica. A los tres años cantaba, y a los siete comenzó su instrucción musical en la escuela primaria de música Manuel Saumell, de La Habana.

''Me decidí por el violín porque aprobé las pruebas para ese instrumento y para piano, pero también porque de niño me gustaba dormirme con el Concierto para Violín y Orquesta de Tchaicovsky'', comentó.

Durante sus estudios de bachillerato en el Conservatorio Amadeo Roldán viajó por España junto a la compañía cubana de ballet flamenco. Regresó a ese país con la Orquesta Sinfónica de Matanzas y también tocó en Austria.

En el 2001, poco después de graduarse de bachillerato en el ''Amadeo Roldán'', viajó a Boston por invitación del director de la orquesta juvenil del Conservatorio de New England. Allí conoció a la prestigiosa profesora de violín Marylou Churchill, fundadora de la New World Simphony Orchestra y de la Orquesta de las Américas, quien le impartió clases de forma gratuita.

Mientras estudiaba comenzó a trabajar cuidando a un enfermo de esclerosis múltiple, quien le permitía practicar el violín. Fue una experiencia que me marcó para toda la vida, aseguró Leal.

Durante su estancia en Boston, Leal vivió con su medio hermana y la madre de ésta, quienes lo apoyaron en su afán de superación profesional. En el 2002 fue admitido en la Escuela de Música Eastman, en Rochester, y cuatro años después, sin saberlo, hizo historia, al convertirse en uno de los pocos emigrantes cubanos en graduarse de violín en una universidad estadounidense.

En los últimos años sólo otro emigrante cubano, Ilmar López-Gavilán -quien hizo su maestría en Manhattan-, ha cursado estudios superiores en Estados Unidos.

''Ojalá algún día los talentos cubanos puedan graduarse de universidades como Eastman'', comentó Leal. ``Yo pensé que no lo iba a lograr''.

El camino hacia la graduación fue tortuoso. Leal obtuvo una beca parcial y varios préstamos. Sin dinero suficiente para pagar el alquiler de las residencias estudiantiles, fue acogido por una familia estadounidense amiga, que reside a unos 45 minutos de viaje de Eastman.

Tuvo que depender del transporte público y ajustar su vida alrededor de los horarios de los autobuses. Solía levantarse a las cinco de la madrugada y llegaba a la casa pasadas las 10 de la noche. Comenzó a trabajar en el comedor universitario para sufragar los gastos, ''haciendo de todo, pero siempre cuidándome las manos'', relató.

En el tercer año, agobiado por la deuda -que hoy suma cerca de $30,000-, quiso dejar los estudios, pero la universidad le permitió tomar ese curso de forma gratuita. En el último año recibió un préstamo federal.

''Decidí continuar, para no decepcionarme a mí mismo y a los que confiaron en mí'', afirmó. ``Tenía que terminar lo que comencé''.

Al violinista le gustan la música de cámara y los cuartetos de cuerda, pero también quisiera realizar una carrera como solista. Aunque le preocupa la deuda monetaria que contrajo para realizar sus estudios, su mayor sueño es de un humanismo contundente.

''Poder tocar para todo el mundo: para los pobres, para los niños, para las personas que no tengan recursos para poder pagar un concierto en un teatro'', dijo.

IvetteLeyva@yahoo.com

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