PIO E. SERRANO / Especial para El Nuevo Herald
MADRID
La escritora Edith Llerena Blanco, una de las presencias más constantes de la poesía cubana en España, ha fallecido el lunes dos de octubre en Madrid a causa de un paro cardiaco. Nacida en La Habana el 19 de octubre de 1936, llegó al exilio en 1974 y dos años después publicó su primer libro de poesía, La piel de la memoria.
Sus poemas suenan a presencia, a revivida imagen, a terco, hazañoso empeño de que no muera en ella, ni en lector venido de las islas, lo que no debe morir, escribió Gastón Baquero, uno de sus mayores alentadores.
Nacida en el seno de una familia de artistas, sobrevivió a su hermana, la actriz Lillian Llerena, y deja dos sobrinos, también actores, Lily y Mauricio. Formó parte del Ballet de Alicia Alonso y del Conjunto Nacional de Danza Moderna, dirigido por Ramiro Guerra. Después de sufrir una lesión articular fue profesora de Danza Moderna en la Escuela Nacional de Arte (Cubanacán).
Estuvo casada con el escritor Mariano Rodríguez Herrera y posteriormente con Pío E. Serrano, con quien partió al exilio.
Desde su llegada a España dedicó todo su empeño creador a la poesía. Publicó una decena de títulos, entre los que sobresalen La piel de la memoria (1976), Canto a España (1979), Las catedrales del agua (1981), El placer de la palabra (1986) y Resacas del amar, aires y lunas (1992).
Para Carlos Espinosa, su libro Canciones para la muerte (1982) es un texto donde alcanza su expresión más intensa, su sitio definitivo; un acto de pasión y lucidez para su prologuista, Armando Alvarez Bravo. Otra parte importante de su obra estuvo dedicada a la poesía para niños. Sus poemas aparecen en numerosas antologías de la poesía cubana.
Durante la década del ochenta participó junto al poeta José Mario en la que sería la segunda aventura editorial del fundador de El Puente, las Ediciones de la Gota de Agua, donde aparecieron algunos de los poetas más notables del exilio cubano e hispanoamericano.
Los que conocimos y quisimos a Edith Llerena conservamos de su estancia entre nosotros la memoria de una mujer apasionada y honesta, de una autora de escritura ardiente e inconsolable. Descanse en paz quien vivió en llama fervorosa.
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