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jueves, 7 de junio de 2007

EDUARDO MICHAELSEN, distintos semblantes de una misma expresión.



Publicado el domingo 03 de junio del 2007

CARLOS M. LUIS
Especial/El Nuevo Herald

El artista cubano Eduardo Michaelsen - Pedro Portal / EL NUEVO HERALD
El artista cubano Eduardo Michaelsen - Pedro Portal / EL NUEVO HERALD

Desde hace años Arturo Mosquera ha ido ofreciendo exposiciones de pintura, fotografía e instalaciones en su consulta de la 87 avenida. A pesar de lo inusitado del espacio disponible, numerosos pintores pasaron por el mismo, exhibiendo sus obras en su sala de espera, oficinas o en otros espacios destinados al uso de su profesión. Ahora el Dr. Mosquera ha decidido ampliar su espacio convirtiendo un local adyacente en una sala ''alternativa'' (llamada Farside Gallery), escogiendo para su inauguración a Eduardo Michaelsen.

Eduardo Michaelsen nació en Santiago de Cuba en 1920. En 1939 se trasladó a La Habana donde estudió brevemente en la escuela de arte San Alejandro. En 1980 a través del éxodo del Mariel llegó a los Estados Unidos eligiendo la ciudad de San Francisco como residencia. Si su obra fue exhibida en La Habana en 1963, 1978 y en 1979, también ha tenido oportunidad de ser mostrada tanto en San Francisco como en Miami. En 1987 fue incluido en la importante exhibición itinerante Outside Cuba que se iniciara en la Rutgers University. La actual exposición recoge pues un variado inventario de su producción en el exilio, poniendo en perspectiva la importancia y significado de su pintura.

Una larga tradición cubana de tendencia costumbrista que se remonta al siglo XIX, confluye en la pintura de Michaelsen. Esa tradición popularizó en Cuba una manera de ver la realidad nacional que incluía desde lo caricaturesco, hasta un sentido corrosivo del humor que siempre ha sido uno de los rasgos principales del ethos cubano. En tanto que manifestación literaria, el costumbrismo tuvo como precursor a Don Pascual Ventura Ferrer (1772-1851) quien describiera desde las páginas de su periódico ''El Regañón'', aspectos de la vida de su país vistos a través de una mirada que descubría lo que él interpretaba como grotesco y desmañado. Esa mirada suya también se plasmó en un pintor, Víctor Patricio Landaluce (1828-1889), cuya incesante sorna hacia lo cubano llegó a convertirlo en el gran caricaturista de su época. Por su parte los negros pasaron a formar parte de esa visión, tanto en las marquillas de los cigarros como en el teatro llamado ''los Negros Catedráticos''. Fue así que el siglo XX recogiera ese legado traduciéndolo en sainetes, caricaturas, guarachas, sones, etc., donde el choteo popular se desbordó en varios tipos de expresiones. Sólo tenemos que recordar a Chicharito y Sopeira y a la Tremenda Corte para tener oportunidad de ver plasmados en esos episodios, todo un costado burlesco del acontecer nacional, que revelan más de su realidad que todos los sesudos análisis que suelen hacerse sobre el mismo.

Michaelsen con sus 87 años ha vivido lo suficiente para formar parte intrínseca de esa corriente que continúa aún alimentando a la imaginación del cubano. Tanto la Cuba republicana como la que posteriormente diera al traste con la misma, han formado parte de su testimonio como artista. Su pintura, sin embargo, se inserta dentro de lo que en general se llama ''arte naive'' y ese arte no tuvo en Cuba la misma fuerza que alcanzara en otros países. Es cierto que tuvimos en Cuba a dos españoles (como lo era Landaluce), Rafael Moreno (1887-1955) y F. I. Acevedo (1889-1961) que practicaron ese género de pintura. También es cierto que las investigaciones de Samuel Feijóo descubrieron un rico caudal de pintores populares de Las Villas con los cuales Michaelsen guarda indiscutibles afinidades. A pesar de ello podemos señalar a este pintor como el primer cubano cuya pintura ha recorrido los caminos de una expresión que reúne distintos semblantes de eso que en términos generales podemos llamar nuestro folklore. El mismo pintor ha confesado su deuda con el Trío Matamoros, o con María Teresa Vera (uno de los cuadros de la exposición se titula Longina que fuera interpretada por esa cantante) como además por las creencias de las religiones afrocubanas. Todo ese mundo suyo está poblado pues, con personajes surgidos de una fértil fantasía que corresponde a su vez a la poesía colectiva de su pueblo. Es ahí donde descansa, a mi entender, el poder de su arte.

Otro costado que es importante destacar del mismo es la relación que su pintura mantiene con varios maestros de la vanguardia cubana. Uno de estos, Carlos Enríquez, se encuentra representado en la actual exhibición por dos cuadros que ''reinterpretan'' el mundo tan cargado de emotividad del autor de El Rapto de las mulatas. El primer cuadro titulado El hurón azul escenifica el espacio que Carlos Enríquez construyera, espacio que pasó a ser uno de los lugares ''míticos'' de la pintura cubana. Michaelsen interpreta a Carlos Enríquez reproduciendo en una tela un supuesto jardín de las delicias, con sus Evas desnudas, serpientes y otro animal híbrido que forma parte de su bestiario. El segundo cuadro se titula El rapto de las jineteras y resulta ser una parodia del famoso ''rapto'' que Carlos Enríquez pintara en plena Cuba republicana, pero esta vez llevada a la etapa actual. En su relación con pintores de la vanguardia cubana (podemos traer también a colación a Portocarrero, Amelia Peláez, Mariano o Cundo Bermúdez) es cómo se establece una línea de sucesión dentro de la pintura de Michaelsen que lo sitúa dentro de un contexto quizás único dentro de la historia de nuestra pintura.•

La exposición 'Tribute to the Art of Eduardo Michaelsen: Cuba's Hidden Master' se encuentra abierta en la galería Farside hasta el 28 de junio. 1305 SW 87 Ave. Un catálogo ilustrado con texto de Ricardo Pau Llosa se encuentra disponible.


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