El escritor Carlos Victoria, uno de los autores más prolíficos y singulares de la literatura cubana del exilio, falleció ayer en Miami víctima de una enfermedad terminal. Tenía 57 años.
La muerte de Victoria, reconocida personalidad de la llamada Generación del Mariel y veterano redactor de mesa de El Nuevo Herald, conmovió desde las primeras horas del viernes a amigos, admiradores y colegas de faena periodística.
Su fallecimiento se produjo a las 6 a.m. en el Hospital Palmetto de Hialeah, donde permaneció ingresado en estado grave desde el pasado lunes. Ese día Victoria consumió una sobredosis de analgésicos, agobiado por los fuertes dolores que sufría tras una reciente operación de cáncer de colon.
Introvertido pero siempre solidario y amigo, amante de la ironía y la conversación culta, Victoria convirtió la literatura en parte consustancial de su existencia y conducta ética.
Era un lector voraz de Dostoievski, Flaubert y Camus, y un profundo conocedor del rock. Nunca abandonó la costumbre de escribir a mano sus textos, que luego pasaba y revisaba en la computadora.
Sobre su escritorio, donde diariamente se acumulaban libros, discos y películas de los más diversos autores y procedencias, fueron colocados ayer búcaros con flores blancas. Una pequeña foto de los Beatles, cuya música apasionó al escritor desde sus años juveniles, permanecía aún encima de su computadora.
Sus compañeros de El Nuevo Herald --donde laboró desde 1989-- se congregaron en la tarde de ayer en la redacción del diario, junto a directivos de The Miami Herald, para rendirle tributo y guardar un minuto de silencio en su memoria.
''Carlitos, como todos lo conocíamos en esta redacción, fue un profesional entregado y responsable, un escritor con pasión y disciplina, un hombre sensible y un buen amigo. El Nuevo Herald pierde a su guardián de la noche; todos perdemos a un ser querido'', expresó Humberto Castelló, director de El Nuevo Herald. ``Si la literatura fue su obsesión creadora, el trabajo en la redacción por casi 20 años estructuró su vida y lo convirtió en uno de los pilares de este diario''.
Nacido en la ciudad de Camagüey en 1950, Victoria experimentó desde muy temprano la seducción por los libros, la lectura y el cine. Siendo un adolescente, empezó a escribir febrilmente poemas, narraciones y obras teatrales y apenas con 15 años se alzó con el premio de cuento del mensuario cultural El Caimán Barbudo, en 1965.
Pero sus desenfados juveniles y gustos literarios terminarían por marginarlo en un país que vivía por entonces una fiebre de radicalización y dogmatismo frente a las ''desviaciones contrarrevolucionarias''. Siendo estudiante de la Licenciatura en Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad de La Habana, fue expulsado por ''diversionismo ideológico'' en 1971 y marginado socialmente.
En 1978 fue arrestado por la Seguridad del Estado cubana y todos sus manuscritos fueron confiscados.
''Ese ha sido el único acto de justicia de ese aparato siniestro'', ironizaba Victoria sobre ese incidente, que marcó definitivamente su rechazo al régimen cubano. ``Espero que como segundo acto de justicia hayan destruido esos papeles ... lo que escribí hasta los 30 años no tiene el menor valor''.
Sin posibilidad alguna de publicar en su país natal, emigró en 1980 por el puente marítimo del Mariel, acompañado de su madre, Estrella Victoria.
''Recuerdo la costa de la isla, ese instante de dolor y alivio cuando uno dice adiós a una pasión que llegó a consumirte. El que no haya sufrido por un amor que se volvió tortura y del que hay que escapar si es necesario muerto, no sabe de qué hablo'', rememoró Victoria en ocasión del 25 aniversario de su partida de Cuba.
Su llegada a Estados Unidos enfrentó los obstáculos típicos del inmigrante en una ciudad abocada a asimilar 125,000 cubanos en apenas cuatro meses. Pero pronto renacerían sus afanes literarios.
Junto a su entrañable amigo Reinaldo Arenas, figuró entre los fundadores de la revista Mariel (1983-1985), un proyecto literario para el que los miembros del consejo editorial desembolsaban $100 trimestrales de sus propios ingresos para costearlo. Victoria trabajaba por entonces en un almacén en el noroeste de Miami.
''Un día lejano de los 80 descubrí en la revista Mariel el cuento de un desconocido y me deslumbré'', recordó ayer desde París la traductora y ensayista Liliane Hasson. ``Reinaldo Arenas me facilitó su dirección y pronto recibí de Hialeah el manuscrito de Las sombras en la playa que, en 1992, sería su primer libro publicado en español''.
Gracias a la tenacidad de Hasson, traductora de las obras de Victoria al francés, el relato fue incluido en 1985 en la selección anual del diario francés Le Monde.
Justamente en 1992, cuando la Editorial Universal de Miami publicó el volumen de cuentos Las sombras en la playa, se abriría para él una etapa de reconocimiento literario en Estados Unidos y América Latina y Europa.
Al año siguiente dio a conocer su primera novela, Puente en la oscuridad, ganadora del premio Letras de Oro de Miami, y obtuvo la prestigiosa Beca Cintas para creación literaria.
Desde entonces escalonó una personalísima obra narrativa, que incluye las novelas La travesía secreta (1994) y La ruta del Mago (1997), y los libros de relatos El resbaloso y otros cuentos (1997) y El salón del ciego (2004).
Su obra figura como uno de los más sensibles testimonios de la condición cubana, fugitiva de la isla y desgarrada en el exilio. Victoria es el narrador de la inadaptación, el desarraigo, la incertidumbre de la soledad y el dolor de la diáspora.
''Es el primer narrador que me viene a la mente cuando pienso en la literatura que se produce en Miami'', comentó el ensayista e historiador Rafael Rojas. ``Su muerte se une a la de otros grandes del exilio, como Cabrera Infante, Heberto Padilla, Jesús Díaz, Antonio Benítez Rojo, en este comienzo implacable del siglo XXI''.
La Feria Internacional del Libro de Miami anunció ayer que en su vigésimocuarta edición dedicará un homenaje a Victoria, el próximo 5 de noviembre a las 8 p.m.
''Miami ha perdido, lamentablemente temprano, a uno de sus hijos pródigos llegado de Cuba en la borrasca del Mariel'', declaró Eduardo Padrón, presidente del Miami Dade College. ``La Feria, que no pocas veces se enalteció con su discreta presencia, le rendirá el tributo que merece''.
Para su editor en Miami, Juan Manuel Salvat, ``Victoria es el mejor narrador cubano contemporáneo''.
''Debía haber disfrutado de mayor reconocimiento literario, aunque seguramente la historia se encargará de poner las cosas en su lugar'', afirmó Salvat, director de Ediciones Universal.
Sus libros fueron traducidos al inglés y al francés. La novela La travesía secreta fue seleccionada en el 2001 como el Mejor Libro Extranjero del Año en Francia, donde también aparecieron publicados El resbaloso y La ruta del Mago, gracias a la dedicada labor de Hasson.
En el 2004 la editorial Aduana Vieja publicó en España una antología de sus relatos bajo el título Cuentos (1992-2004), y dedicó en Cádiz un homenaje a Victoria por su fecunda labor literaria.
''He tenido el empeño constante de difundir su obra en mi país'', indicó Hasson. ``La exigente crítica literaria francesa no escatimó elogios y recompensas. No siempre había sido fácil y Carlos, a veces, hasta me reprochaba mi terquedad afirmándome con humor que él no tenía tanto ahínco para divulgar su propia obra. Y era cierto.''
Para el escritor cubano Lorenzo García Vega, uno de los fundadores del legendario Grupo Orígenes (1944-1956), Victoria fue ``mi lector en alta voz de principio a fin''.
''Estuvimos muy unidos y ha significado muchas cosas para mi vida, porque me estimulaba a que fuera yo mismo'', confesó García Vega. ``Establecimos un puente entre dos generaciones de escritores cubanos y fue Carlos quien me acompañó indisolublemente durante el proceso de escritura de mi libro El oficio de perder [memorias, 2005]''.
Quienes lo conocieron en Cuba o en el exilio reconocen que la tenaz pasión literaria de Victoria no enturbió nunca sus relaciones de amistad, y su posición transparente sobre el caso de Cuba.
''Sonreía mucho, pero hablaba poco. Evitaba herir o hacer un comentario duro sobre nadie, sin embargo, siempre sus palabras estaban cargadas de impresionante honestidad'', recordó el escritor y crítico Daniel Fernández, quien forjó amistad con Victoria desde los años 60. ``Aunque en su vida personal hubo mucho dolor, siempre encontró tiempo para asistir a aquéllos que necesitábamos de su apoyo y su amistad''.
Fernández añadió que Victoria tenía siempre el oído presto para los problemas ajenos, aunque era muy parco a la hora de comentar los propios. ''Además de su valiosa obra literaria, deja en quienes lo conocimos un inusual legado de estoicismo, tolerancia y comprensión'', agregó.
Siempre estuvo opuesto a que sus textos aparecieran publicados en la isla, pues rechazaba profundamente la esencia represiva del régimen castrista y sus manipulaciones políticas en el terreno de la cultura. Sin embargo, trataba de defender la amistad con algunos de sus viejos amigos en Cuba, por encima de diferencias políticas.
''Es algo que quiero demostrarme, que la amistad puede estar por encima de las miserias políticas'', repetía frecuentemente.
Pero Rojas apuntó que a pesar de la manera discreta de proyectarse en política y en la vida pública, el civismo de Victoria le imprimía un tremendo vigor a sus reacciones ante hechos condenables, como la represión desatada en Cuba contra el movimiento disidente en el 2003.
Irritado por los desmanes gubernamentales y las condenas dictadas contra 75 disidentes en la primavera del 2003, Victoria --que no acostumbraba a escribir artículos políticos-- llegó a la Redacción un día de abril del 2003 con un texto escrito sobre los delatores destapados en los juicios sumarios que se desarrollaban en Cuba.
''El logro principal del dictador de Cuba, aparte del visible de mantenerse a flote por más de cuatro décadas, es haber sembrado la desconfianza en todos los cubanos'', escribió entonces en un artículo titulado Delatores. ``El hombre emblema de la llamada revolución no ha sido el militar, ni el policía, ni siquiera el militante fiel; este dudoso honor le ha tocado al chivato''.
A Victoria le sobreviven su esposa Mayra Sagastume en Miami; y sus hermanas Olga Consuegra, en República Dominicana, y Josefa Consuegra, en Cuba. Su madre había fallecido en el 2001.
Cumpliendo con su última voluntad, no habrá servicios fúnebres. Sus restos serán cremados.
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