CARLOS M. LUIS
ESPECIAL / EL NUEVO HERALD
FOTO CORTESÍA / Carlos Cárdenes
Mucho se ha escrito, por lo general de forma grandilocuente, de la historia de Cuba, olvidando que han existido otras interpretaciones que la han mirado bajo una óptica diferente. El siglo XIX cubano dejó muestras en las marquillas de los tabacos y cigarros de su aspecto caricaturesco, mientras que El Landaluce brindó su visión polémica del cubano. Esa proclividad hacia la caricatura y el choteo se acentuó en la república, siendo estudiada por Jorge Mañach en su célebre ensayo sobre el tema. Con el correr del tiempo y una vez que la revolución se adueñara de los destinos de la isla, una generación la de los años 80elaboró una pintura sin pelos en la lengua, o mejor dicho, en los pinceles. Muchos de sus representantes se instalaron eventualmente fuera del país, no sin haber dejado un testimonio lleno de elementos transgresores donde no faltaba el humor y, como es natural, ese desparpajo que un célebre político cubano solía repetir en sus programas radiales. Dentro de ese contexto aparece la pintura de Ivonne Ferrer (La Habana, 1968) con una exposición personal, diseñada para que el espectador avive el seso y despierte.
En un texto escrito para el catálogo de la exposición, la pintora nos propone sus intenciones: Plantear con la muestra un ejercicio de revisión desenfadada de nuestra historia patria, mestizaje de acontecimientos, que abarcan hasta el presente... Detengámonos aquí para fijarnos en la referencia que hace de un mestizaje de acontecimientos. Comparemos esa frase con las obras expuestas. Lo primero que nos salta a la vista es que están elaboradas inicialmente como un collage que la artista traspone a la fotocopia para convertirlas en técnicas mixtas sobre tela. ¿Y en qué se basa la existencia del collage sino en un mestizaje de formas atraídas entre sí por el magnetismo de la imaginación? Max Ernst siguiendo la célebre sentencia de Lautreamont lo ideó así. Ivonne Ferrer por su parte, ha continuado por ese camino para utilizarlo como medio expresivo en su re-contextualización de lo cubano. El desmontaje/montaje que hace la pintora de diferentes momentos de nuestra historia, atrayéndolos dentro de un espacio de su creación, sugiere una nueva narrativa del acontecer de la isla de carácter satírico. Cuadros como Ilusiones y naufragios, Las cuentas de la conquista o El gran Colón nos dan la medida de hasta dónde llega la imaginación de la artista en ese sentido. Imaginación que no se detiene ante temas eróticos como en Yarini: una orgía de libertad, Aquí todos hacen de todo o el Tabaco de las Indias. Este último nos hace recordar la serie de las marquillas del siglo XIX titulada Delicias del Tabaco. Humor y sexualidad van aquí de la mano, mostrando su poder subversivo, como siempre lo afirmaron numerosos autores de todas las épocas.
Continuando con la línea de pensamiento que expone Ivonne Ferrer en las palabras a su catálogo, ésta nos dice que sus obras en específico (son) un homenaje a los litógrafos que trabajaron en Cuba durante el siglo XIX y los afichistas del siglo XX. Bajo el rótulo del llamado Neo pop, surgen imágenes desprovistas de todo pudor, exponiendo un mensaje conflictivo que no puede ser ignorado. Pero al mismo tiempo que la proliferación de figuras sacadas de libros de historia, de anuncios publicitarios o de viejos grabados invaden nuestra mirada, no podemos dejar de lado los títulos de cada uno de sus cuadros. Parte integrante de los mismos, el mensaje de Ivonne Ferrer se desplaza entre lo visual y lo conceptual con una gran fuerza expresiva, contribuyendo sin duda, a brindarle a la exposición su carácter crítico y lúdico a la vez.
Nos encontramos pues frente a una muestra que no deja piedra de nuestra historia por levantar. Los fariseos de una orilla y de la otra del estrecho, ante algunos de los espectáculos que sus cuadros reproducen, habrán de desgarrarse las vestiduras. ¿Acaso ya no lo hicieron ante las comedias de Aristófanes, o con el Ubu de Jarry, esos padres de la crítica caricaturesca? Para los que poseen la facultad de penetrar en el espacio que toda pintura de calidad propone, sus obras sugerirán un viaje a una dimensión que siempre se ha encontrado latente entre los cubanos. Esa dimensión, sin embargo, contiene un lineamiento universal que traspasa las fronteras isleñas. El manejo de los hechos históricos aunque localizados en Cuba, posee tonalidades semejantes a la de La isla en peso de Virgilio Piñera, la cual no deja de contener un cierto sustrato pesimista. No se trata pues en sus cuadros, de la banalización del tortuoso acontecer que ha padecido Cuba en muchos períodos de su historia. Se trata más bien, de un señalamiento desde la agudeza de la mirada artística, de las situaciones a veces grotescas otras trágicas, que toda nación experimenta. •
Carlos M. Luis es historiador de arte, escritor, curador y conferencista en galerías y museos.
(R)evolution-comics, de Ivonne Ferrer, en la Aluna Art Foundation, 172 West Flagler, (305) 305- 6471. Hasta el 26 de noviembre.
Tomado de: El Nuevo Herald [Ver Fotogalería]
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