WILLIAM NAVARRETE
ESPECIAL / EL NUEVO HERALD
Jorge Moré Calderón nació en La Habana en 1965. En su ciudad natal cursó estudios de Historia del Arte (Universidad de La Habana) y en 1993 llegó a París. Ha vivido en la capital de Francia por más de una década, con una interrupción de seis años durante los cuales residió en Quebec, Canadá.
Moré, como casi todo sus amigos de la época universitaria le llaman, ha labrado su propio camino en el mundo de la danza contemporánea. Sus primeras experiencias en este ámbito las tuvo en Cuba cuando integró el grupo de danza Alma Máter en la Universidad y cuando formó parte, por espacio de un año, en el cuerpo de baile del cabaret Tropicana. Fueron éstas sus únicas experiencias en este ámbito en la isla, aunque también tomó clases en talleres que impartía el conjunto de Danza Contemporánea de Cuba.
A su llegada a Francia trabajó en múltiples espectáculos de todo tipo. Era el París de principios de 1990 y la música cubana estaba de moda. Moré tenía facilidades naturales para el baile, lo llevaba dentro y no tardó en trabajar de manera itinerante en diferentes lugares en donde se bailaban ritmos latinoamericanos. Hasta que logró insertarse en el mundo de la comedia musical y de la danza profesional.
En 1995 realicé la primera audición para Carpediem, nos cuenta, una compañía de danza contemporánea. De su formación autodidacta ha sacado gran provecho, digamos que una especie de eclecticismo que le ha permitido sentirse cómodo en todos los ámbitos. Dice al respecto: No le he temido nunca a la diversidad de estilos y es esa la razón por la que he bailado en compañías africanas de danza contemporánea como la de George Momboye; en la afrobrasilera Demi Ferrera, pero también en conocidas comedias musicales como Notre Dame de París y en óperas como Rakes Progress, de Stravinski, en el Teatro de los Campos Elíseos o en Louise, de Charpentier, para la Opera Bastille y hasta en una versión lírica de Starmania, para la Opera de Quebec.
Estos espectáculos le han llevado a las escenas internacionales en el mundo entero. El mero ejemplo de la comedia musical Notre Dame de París lo colocó en los escenarios de Taiwán, China, Corea, Bélgica, Suiza, Líbano, Italia, Canadá e Inglaterra.
Durante seis años, entre 2003 y 2009, vivió en Montreal, en Canadá. Allí bailó para la televisión, participó en el Festival de Arte y Creación de Toronto y bailó en el cuerpo de baile del célebre Cirque du Soleil, durante el espectáculo de esta compañía en Macao en el año 2009.
Con el tiempo sus aspiraciones se han ido centrando más en un trabajo personal. Es por eso que, tras su regreso a Francia en el 2009 fundó Belles Embardées, su propia compañía de danza, con la cual realizó su primera creación: My Evils Flowers, un ballet inspirado en el poemario Las flores del mal, del poeta francés Charles Baudelaire.
Se trata de una exploración sensual y rítmica de los poemas de Baudelaire, afirma. La coreografía juega libremente con la musicalidad de la poesía de este libro, con las imágenes e impresiones que emanan de él. En Baudelaire basta un verso, a veces una palabra, para despertar en la mente del espectador un sinnúmero de recuerdos y emociones. El vídeo que acompaña la pieza es también de su propia creación.
Desde entonces ha realizado otras creaciones importantes como la coreografía con que el espacio Louis Vuitton se presentó en el Pabellón de Francia para la Exposición Universal de Shangai, en el 2010.
Hace un año fusionó Belles Embardées, su compañía, con Oma, de la coreógrafa y bailarina Naima Boukhanef con quien ya había bailado en 1997. Juntos crean Animal social, una pieza para cuatro bailarines. Tanto en ésta como en My Evils Flowers se interroga sobre las relaciones entre las personas en el mundo que vivimos.
Utilizo una escritura coreográfica precisa, con una musicalidad muy fuerte, sin temor a la belleza de un gesto, ni a los cambios brutales de ritmo y vocabulario, añade. Sus estudios de Historia del Arte, aclara, le han ayudado mucho en el resultado de su trabajo.
Recientemente ha participado en el ballet Tragédie del coreógrafo francés Olivier Dubois. Dicha pieza convulsionó el mundo de la danza cuando se estrenó este año en el Festival de Teatro de Aviñón. En esta pieza los 12 bailarines bailan todo el tiempo desnudos, expuestos a la luz, sin recursos que oculten su desnudez. La música es dramática, los movimientos van en crescendo y la fusión entre la desnudez del alma y la del espíritu alcanza el paroxismo absoluto al final de la pieza. Cuando indago acerca de qué puede haberle aportado un espectáculo como éste responde: Compromiso, arriesgarme, ganar confianza en mí mismo, despojarme de todo, no tener nada que ocultar, vivir su intensidad, la emoción, el agotamiento. Elementos todos que dice le dan fuerzas para seguir nutriéndose y creciendo.
Hoy vive entre París y Cognac. Entre sus nuevos proyectos se halla una pieza inspirada en la función social y jerárquica de la indumentaria. Cuando le pregunto qué queda de sus orígenes cubanos en su vida y creación, me responde: Quedo yo. ¿Te parece poco?
Tomado de: El Nuevo Herald
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