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viernes, 18 de agosto de 2006

Béisbol. Una leyenda del home.

viernes, 18 de agosto de 2006

Con casi 90 años de edad, el veterano Andrés Fleitas recuerda su paso por el béisbol, donde brilló en la receptoría.
Cartel de Andrés Fleitas, con su uniforme del Almendares

Cartel de Andrés Fleitas, con su uniforme del Almendares. (CUBANBALL.COM)

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En un cuadro que cuelga en la pared, Andrés Fleitas posee la foto de todos los lanzadores cubanos que han actuado en Series Mundiales, desde Adolfo Luque hasta Luis Tiant, pero le falta una.

"Es la del Duque, pero pronto estará ahí también", comenta quien fuera receptor de aquellos Almendares que cautivaron la mayor de las Antillas y buena parte de la cuenca del Caribe. "Es un lanzador muy inteligente. No tiene esa recta de humo, pero se compensa con sus artimañas. Me hubiera gustado recibirle''.

A Orlando El Duque Hernández también le habría encantado dejar que Fleitas le hubiera pedido lanzamientos detrás del plato y, mientras cierra los ojos, se remonta a una época sin edades temporales.

"Andrés es una leyenda y siempre escuché que era un maestro con la mascota en la mano", afirma el pitcher de los Mets de Nueva York. "Los Almendares son como los padres de los Industriales. El tiempo cambia, pero el azul se mantiene en el alma y en el recuerdo. Con él de receptor, habría ganado muchos más juegos''.

Con casi 90 años en un cuerpo acostumbrado a los rigores de la receptoría, la mente de Fleitas es un prodigio de fechas y recuerdos que repasan una era donde los jugadores de béisbol eran considerados semidioses.

Como muchos niños cubanos, comenzó a jugar a la sombra de un central azucarero, en su caso el Constancia, a pocos kilómetros de Cienfuegos, y no pasó mucho tiempo antes de que llamase la atención.

Un arrebato de audacia

Un buen día dijeron que habría que traer un receptor desde esa ciudad para conformar un equipo y el dijo que eso no era necesario.

"Le comenté al mánager que yo sabía bien la receptoría, en un arrebato de audacia", recuerda Fleitas. "En verdad, había visto algo y tenía nociones, pero a ese nivel era la primera vez que calzaba los arreos. Las cosas que hace uno cuando es joven...".

Gracias a su temeridad surgió una estrella detrás de la goma. Su debut en la Unión Atlética Amateur, primero con el Cienfuegos y luego con el Hershey, le convirtió en uno de los jugadores favoritos de los aficionados.

Participó en tres Series Mundiales amateurs y todavía no ha olvidado aquella de 1941, cuando el venezolano Daniel Canónico superó a un equipo cubano que era considerado el favorito.

"No se le puede quitar mérito a Canónico, pero aquellos venezolanos tenían una defensa excelente que le salvo el juego al Chino'', expresa Fleitas. "Tuvimos que esperar un año para desquitarnos''.

Fleitas fue el campeón de bateo en la siguiente Serie Mundial, que sería su última antes de pasar al profesionalismo con el Almendares, en la Liga Cubana, y a las Ligas Menores con el Jersey City.

Cuando más cerca se encontraba de la gran carpa, recibió un mensaje del empresario Jorge Pasquel.

"Lázaro Salazar, que era el piloto de Monterrey, me dijo que Pasquel me iba a pagar $30.000 por tres años en México'', rememora Fleitas. "Yo no lo pensé dos veces y le respondí en broma que a quién había que matar para montarme cuanto antes en el avión".

No tuvo que matar a nadie. Fleitas se montó en su avión y brilló tres temporadas en el béisbol azteca, a pesar de haber sido suspendido cinco años por su osadía de darle la espalda a las Grandes Ligas.

"No me arrepiento de lo que hice'', recalca. "En aquellos años la paga en las Mayores era pésima y Pasquel daba una fortuna para la época. Antes que todo, debía velar por el futuro de mi familia''.

Al regresar de México, Fleitas estaba más seguro económicamente, pero ya con más de 30 años y el sueño de las Grandes Ligas quedaba enterrado para siempre, aunque se mantuvo un tiempo más en la pelota profesional de la Isla.

Pero en 1959 lo perdió todo en el vendaval revolucionario y llegó a Miami a principios de los sesenta, casi sin un centavo para comenzar de cero, y tuvo que cambiar la mascota por la brocha gorda.

"Comencé a ganarme la vida como pintor'', explica Fleitas. "Pero nunca me olvidé del juego. Le daba consejo a quien me lo pedía, seguía y sigo las Grandes Ligas con atención. Y antes, cada vez que podía, entraba en cualquier liga, sobre todo de sóftbol, para matar un poco la nostalgia, aunque eso a mi edad es imposible''.

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