BOE\para The Miami Herald
CLAIRE WEINBACH muestra sus fotos de familia y recuerda los años gratos vividos en La Habana, donde tuvo a sus tres hijos.
Posted on Mon, Aug. 07, 2006
JENNIFER MOONEY PIEDRA
The Miami Herald
Claire Weinbach recuerda una Cuba en la que las familias pasaban los fines de semana disfrutando del mar cristalino, los niños jugaban en los verdes parques y los seres queridos se reunían para disfrutar de espléndidas comidas.
Weinbach tiene 76 años y es judía, nacida en Bélgica, y dice que algunos de sus mejores recuerdos son de los nueve años que vivió en la Cuba precastrista, un lugar que ella describe como "el paraíso''.
''Llegué a La Habana y me enamoré de la ciudad'', dice Weinbach, que ahora vive en Hollywood. "Allí todo el mundo amaba la vida''.
Weinbach inició su vida matrimonial en Cuba, tuvo a sus tres hijos allí y pudo dejar detrás su terrible niñez de prisión en campos de concentración franceses.
Pero también vivió momentos tristes en la isla.
Su hija Graciela murió de cáncer renal a los 4 años, y está enterrada en un cementerio de La Habana.
En 1960, poco después del acceso de Castro al poder, Weinbach y su esposo Abraham decidieron irse de la nación comunista con sus otros dos hijos, esperando regresar en unos meses.
Eso nunca ocurrió. Y Weinbach se ha pasado estos 46 años esperando el día en que pueda volver a visitar la tumba de su hija.
''Ha sido muy doloroso'', dice al mirar fotos de varias décadas, colocadas en orden en una vieja caja de zapatos. "Estamos a 90 millas de Cuba y no podemos ir''.
Pero su hijo Bernard espera poder visitar algún día el lugar donde descansa su hermana mayor. ''Si allí volviera la democracia yo podría considerarlo'', dice Bernard, quien es médico y tiene su consulta en Aventura.
Cuando se realizaron las celebraciones en las calles de Miami y de Hialeah la semana pasada por la enfermedad de Castro, Weinbach no pudo evitar sentir lo mismo, esperando que el cambio esté próximo.
''Espero que eso se haga realidad'', dice la abuela de siete nietos con un fuerte acento francés. "Estoy segura de que llegará el día en que vuelva allí la democracia''.
Debido a sus experiencias en el Holocausto, Weinbach dice que simpatiza con los cubanos que todavía viven en la isla.
Al principio de la Segunda Guerra Mundial, Weinbach, sus padres y sus tres hermanos huyeron de su hogar en Bélgica a un pequeño pueblo de Francia. Pero los capturaron y los llevaron a un campo de concentración francés, donde Weinbach, quien en aquel momento tenía 10 años, recuerda haber dormido en el suelo, sin tener qué comer ni qué beber excepto agua tibia ''que contenía cosas terribles'', mientras oía los gritos de niños pequeños.
"Los prisioneros morían como moscas. Era terrible''.
Alguien la rescató y la mandaron a vivir con una campesina en una granja, donde tenía que trabajar ''como una esclava'' sembrando o recogiendo vegetales a cambio de tener un lugar seguro donde vivir.
Allí estuvo durante años, fingiéndose católica, hasta que se reunió de nuevo con su madre y sus hermanos en 1947. Su padre murió en un campo de concentración.
Volvieron a su casa en Bélgica hasta que empezó la guerra de Corea. Temiendo algún tipo de nuevo Holocausto, la familia planeó mudarse a Canadá.
Pero antes de eso, Weinbach conoció a su futuro esposo Abraham, un judío polaco que estaba viviendo en Cuba. En dos meses se casaron y se trasladaron a la isla.
Abraham tenía un próspero negocio de diamantes, y Weinbach exploró La Habana, aprendió español (habla cinco idiomas) y crió a sus hijos.
Aunque han pasado más de 50 años desde que murió su hija, Weinbach nunca la olvida, y tiene fotos en toda la casa de la sonriente niña con sus batas de encaje.
Weinbach espera poder visitar pronto a Graciela, y la isla que fue su país.
"Me encantaría volver, para visitar la tumba de mi hija. Pero cuando se hayan ido los comunistas''.
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