Publicado el miércoles 18 de julio del 2007
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Amado Veloso Vega
Había logrado rebasar la tercera cerca de protección entre el territorio cubano y la Base Naval de Guantánamo, arrastrándose a ras de suelo, hasta que se dispararon las alarmas de bengala que iluminaron la noche. Amado Veloso Vega pensó detenerse hasta el amanecer, confiado en que los guardias cubanos no podrían penetrar en esa franja identificada como ''zona de nadie'', pero minutos después sintió disparos cercanos y cuando trató de moverse la mina estalló.
La explosión le destrozó las dos piernas y su cuerpo cayó a unos cinco metros. Las esquirlas le penetraron en los labios, el cuello, los brazos... Veloso quedó sin fuerzas ni para gritar, debilitándose hasta el amanecer del 14 de noviembre de 1992, cuando sintió que estaban picando la cerca para llegar hasta él.
''Los flecos de carne me colgaban de las piernas, estaba desfigurado y con la boca reventada'', recuerda. ``No podía reaccionar, aunque no perdí el conocimiento del todo''.
Un apellido no se le ha olvidado hasta hoy: Vega. Era un hombre uniformado y de estatura pequeña que comentaba con otro custodio que el herido no podía llegar vivo al Hospital Provincial ''Agostino Neto'' de Guantánamo.
''De pronto empezaron como a jugar con mi cuerpo, me dieron un bayonetazo en la mano y otro en la pierna, y me halaron de la cerca como quien hala un pedazo de carne'', relata Veloso mientras muestra las cicatrices de las heridas, sentado en la habitación de un hotel de Miami. ``Entonces llegó un oficial y dijo que nadie debía preocuparse, pues no llegaría vivo al hospital''.
Había perdido los signos vitales y fue llevado directamente a la morgue. Dos horas después fue rescatado, de modo fortuito, por un médico de la unidad de emergencias que le aplicó una inyección de adrenalina para reanimarlo.
''Pero esa es sólo la primera película'', afirma. ``La odisea fue la que vino después''.
Veloso, de 36 años, llegó el lunes a Miami con una visa humanitaria otorgada por el Departamento de Estado. La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) está patrocinando su caso. Como no tiene familiares en Miami, el programa de refugiados lo ha reubicado en Louisville, en el estado de Kentucky, adonde planea viajar en los próximos días.
``Todavía me pellizco porque no puedo creerlo: ¡Estoy en Miami!``, exclama sonriente. ``Quiero reír, porque ya creo que sufrí bastante... En Cuba estaba apestado, era un muerto viviente''.
Por el intento de fuga a través de la base de Guantánamo lo condenaron a dos años de reclusión domiciliaria en su casa de Marianao, en La Habana. Veloso dice que trató de rehacer su vida en Cuba pero que todos le dieron la espalda, incluidos familiares y amigos.
''Fui al Hospital Ortopédico Frank País [de La Habana] para ver si podía obtener las prótesis para mis piernas'', cuenta. ``Pero cuando leyeron mi expediente concluyeron que mi accidente fue por tratar de irme ilegalmente del país y me dijeron que el material que tenían era para revolucionarios y combatientes de Angola''.
Fue por esos días que conoció al activista Francisco Chaviano --actualmente prisionero de conciencia en Cuba-- y mediante sus contactos logró que la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) le enviara una silla de ruedas. El donativo le fue entregado en nombre de Jorge Mas Canosa, líder de esa organización.
''No fue un privilegio, sino una condena'', rememora. ``La Seguridad del Estado me cayó encima, me registraron la casa, en fin, que terminé haciéndome yo las prótesis de yeso, con la ayuda de un especialista amigo''.
Veloso tuvo el respaldo solidario del veterano disidente, Gustavo Arcos Bergnes --fallecido en el 2006-- para gestionar ayuda humanitaria de la organización católica Caritas. Arcos Bergnes también le proporcionó $300, enviado por activistas y grupos del exilio, para que pudiera obtener las prótesis en el 2002.
''Las conseguí en el mercado negro, con una persona que trabajaba en el [hospital] Frank País'', apunta. ``Sin esa ayuda nunca hubiera podido llegar aquí''.
Veloso sobrevivió vendiendo dulces y tabacos. Se involucró en el negocio de alquileres a extranjeros, y aprendió inglés e italiano para viabilizar sus relaciones con los turistas.
A comienzos de 1994 solicitó emigrar mediante el programa de refugiados, pero la Oficina de Intereses en La Habana (USINT) rechazó su petición. Veloso le escribió entonces a la congresista cubanoamericana Ileana Ros--Lehtinen, quien le respondió la carta y gestionó su caso. También el congresista Lincoln Díaz-Balart escribió a la USINT en respaldo a su solicitud.
''La Seguridad me entrevistaba y requisaba constantemente mi vivienda'', explica. ``¿Quién eres tú? ¿Primero Mas Canosa, luego Ros-Lehtinen y Díaz-Balart? ¿Qué te traes entre manos?, me cuestionaban''.
A raíz del éxodo de los balseros de 1994, Veloso trató de escapar en una embarcación rústica por la playa Berraco, en la zona de Baconao (Santiago de Cuba), pero fue capturado e interrogado por las autoridades. Luego se sucederían otros intentos fallidos por Niquero, Manzanillo, La Coloma....
''De las detenciones y multas perdí la cuenta'', señala. ``Había una intuición que me impulsaba a seguir para conseguir lo que no hallaba en Cuba: respeto al ser humano, respeto a la vida y derecho a crecerme ante la dificultad de ser un minusválido''.
En septiembre del 2006, coincidiendo con las redadas policiales que precedieron a la Cumbre de Países No Alineados en La Habana, Veloso hizo un nuevo intento por huir de la isla. Su petición de refugio político estaba ya en proceso por la USINT y había recibido una carta para la entrevista, pero sintió que debía jugarse la última carta en el mar.
''No quise darme ese privilegio'', manifiesta. ``Estaba asfixiado y esa gente [el gobierno] inventa una ley de la noche a la mañana''.
Con un grupo de 15 personas, adquirió un barco artesanal de seis metros, construido con tubos de aluminio para regadíos agrícolas. El resto de la tripulación fue interceptado antes de llegar a la costa, pero él decidió emprender la travesía solo desde la playa de Cajío, en el sur de La Habana.
'Estos son los llamados `tubos de pasta', unas embarcaciones que se fabrican con seis tubos de aluminio y que cuestan unos $4,000'', especifica.
El Servicio Guardacostas lo interceptó a 27 millas de la isla mexicana de Cozumel y lo envió al lugar donde había comenzado su tragedia 14 años atrás: la Base Naval de Guantánamo.
En Guantánamo permaneció nueve meses y laboró como asistente de una bolera. Parte del dinero obtenido lo enviaba a su madre, esposa y dos hijos menores que quedaron en Cuba.
''No vine a este país buscando una mansión o el carro del año, sino a sentirme persona'', reflexiona mientras repasa algunas cartas familiares que recibió en Guantánamo.
Ros-Lehtinen le dio anoche la bienvenida desde Washington.
''Que las personas se lancen a una misión que pone en peligro su vida, como hizo Amado, y que lo arriesguen todo, muestra claramente la desesperación que los cubanos de a pie sienten en la isla'', declaró la congresista.
Ayer Veloso pudo conversar con el humorista Guillermo Alvarez Guedes, que llenó de alegría sus momentos aciagos en la isla. Esta mañana quiere ir hasta la tumba de Mas Canosa en la Calle Ocho a ponerle una ofrenda floral.
''Cuando miro a lo lejos, siento que valió la pena'', dice. ``Es un precio alto, pero es el precio de la libertad''.
wcancio@elnuevoherald.com