Ha pasado de inmigrante ilegal a inventor de una base para preparar el combinado más cubano.
Natalia Pulido
Con una sonrisa tímida, Dámaso Reinaldo Betancourt posa junto a los diferentes cócteles que él mismo ha creado. Dicen de él que no se siente cómodo junto a la prensa, pero disimula con la sencillez personal de un hombre que simplemente recauda los frutos de su trabajo. Hoy, presta su imagen a una marca que distribuye sus bebidas como el gran maestro coctelero en el que se ha convertido: Reinaldo Mojitos SL. Este cubano nunca imaginó salir de su tierra, pero llegó el año 1994, época en la que se disparó el éxodo de balseros y en el que las salidas ilegales del país eran un denominador común. Él fue otro más. “En mi caso, tenía una visa para ir a Rusia de vacaciones y me fui para siempre”, cuenta a Sí.
“No salí del país por motivos políticos, como se suele pensar. Me marché buscando las oportunidades que en Cuba no había”, añade. En meses, dejó su huella en Rusia, Irlanda, Inglaterra, Holanda y, fi nalmente, en Madrid, donde lleva 17 años. A sus 44 años afi rma que ya a los 13 se independizó. “En mi país, esto es así. Yo empecé a estudiar a los 11 y dos después ya estaba haciendo prácticas en un hotel donde me pagaban”, recuerda. Estudió turismo con la mente puesta en lo que más le gustaba, el área de gastronomía, decantándose por el trabajo en restaurantes, bares, discotecas o cabarés. Ahora se siente como un español más, pero, si se remonta al pasado, hay cosas que prefiere no recordar...
Natalia Pulido
Si se puede.es
Con una sonrisa tímida, Dámaso Reinaldo Betancourt posa junto a los diferentes cócteles que él mismo ha creado. Dicen de él que no se siente cómodo junto a la prensa, pero disimula con la sencillez personal de un hombre que simplemente recauda los frutos de su trabajo. Hoy, presta su imagen a una marca que distribuye sus bebidas como el gran maestro coctelero en el que se ha convertido: Reinaldo Mojitos SL. Este cubano nunca imaginó salir de su tierra, pero llegó el año 1994, época en la que se disparó el éxodo de balseros y en el que las salidas ilegales del país eran un denominador común. Él fue otro más. “En mi caso, tenía una visa para ir a Rusia de vacaciones y me fui para siempre”, cuenta a Sí.“No salí del país por motivos políticos, como se suele pensar. Me marché buscando las oportunidades que en Cuba no había”, añade. En meses, dejó su huella en Rusia, Irlanda, Inglaterra, Holanda y, fi nalmente, en Madrid, donde lleva 17 años. A sus 44 años afi rma que ya a los 13 se independizó. “En mi país, esto es así. Yo empecé a estudiar a los 11 y dos después ya estaba haciendo prácticas en un hotel donde me pagaban”, recuerda. Estudió turismo con la mente puesta en lo que más le gustaba, el área de gastronomía, decantándose por el trabajo en restaurantes, bares, discotecas o cabarés. Ahora se siente como un español más, pero, si se remonta al pasado, hay cosas que prefiere no recordar...
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