domingo, 23 de diciembre de 2012

BELKIS CUZA MALÉ
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD
Pie de foto: Magali Alabau en Miami (Foto LaPitu)

Magali Alabau - Ampliar imagenMagali Alabau (Cienfuegos, Cuba, 1945) comenzó su carrera artística en el teatro, estudiando y luego actuando, pero la vida la llevó por otros rumbos. Hoy es una poeta reconocida a quien la Editorial Betania, de España, recién acaba de publicar Volver, un poemario que recoge sus experiencias y reencuentro con Cuba, la isla que la vio nacer. Volver captura al lector desde sus primeras páginas porque su poesía nos abre los ojos a una realidad que ella percibe de forma dramática y casi como espectáculo teatral, compartiendo escenario con nosotros.

Fue invitada a leer su poesía en la pasada Feria Internacional del Libro de Miami y de paso aprovechó para dar una vuelta por la calle Ocho, ya que vive en Woodstock, en el estado de Nueva York.

¿Cómo fueron tu infancia y adolescencia? ¿Sentías que habías nacido con vocación artística?

Nací en Cienfuegos y desde pequeña viví con mis abuelos paternos. Al morir ellos –para entonces vivíamos en La Habana fui a vivir por primera vez con mi madre en Cienfuegos. No tuve vocación definida pero sí vivía en un mundo de fantasía con una vida interior muy activa.

¿Por qué abandonaste Cuba en 1966? ¿Hiciste teatro en Cuba? ¿Has escrito teatro?

A punto de terminar el tercer curso en la Escuela Nacional de Arte me expulsaron junto a un grupo de alumnos por sospechar que éramos homosexuales, tras un juicio a puertas cerradas. Nunca hubo pruebas, fuéramos o no homosexuales. La apariencia y un cierto comportamiento elitista, cierta arrogancia quizás, determinaron nuestro futuro. Después de la expulsión, Vicente Revueltas nos ofreció un espacio en Teatro Estudio para ensayar. Fundé con un grupo de los expulsados Teatro Joven y estrené una obra de Abelardo Estorino que me gustó, de un solo acto, Los Mangos de Caín. Al tercer día, un grupo de milicianos llegó antes de la función y nos informaron que por órdenes oficiales no podríamos continuar. Desde ese momento tomé la decisión de irme de Cuba de cualquier forma. Nunca he escrito teatro, sin embargo mi poesía tiene elementos teatrales.

¿Cómo ha sido tu vida en estas cuatro décadas de exiliada? ¿Cómo has sobrevivido?

Mi idea era llegar a los Estados Unidos y luego irme a Uruguay donde Ugo Ulive y mis otros profesores estaban, y hacer teatro en El Galpón. Pero en Miami me di cuenta de que eso no era posible. En Nueva York, además de conseguir trabajo en una fábrica, me conecté con un grupo de teatro dirigido por Antonia Rey y su esposo, Andrés Castro. Mi primer papel fue haciendo de Melibea en La Celestina, en el Greenwich News Theater. Con Gilberto Zaldívar y René Buch hice varias obras. Actué con diferentes grupos: Adal, INTAR, La Mama Experimental Theater y fundé con Manuel Martín el Teatro Dúo, donde dirigí, actué y produje junto con Manuel obras como La noche de los asesinos, de José Triana, entre otras. Abandoné el teatro en 1985. Para sobrevivir, hice de todo, manejadora, cocinera, mecanógrafa, electricista y más. Me retiré a los 62 años de ese tipo de trabajo.

¿Abandonaste el teatro por la poesía?

No. Fueron circunstancias... cansancio, ganas de dedicarme a leer, a observar, a vivir. Creo que cuando comencé esa nueva trayectoria surgió la poesía, nunca había escrito poesía ni leído poesía.

Tu amor por los animales y el llegar a protegerlos como haces ¿ha alterado en algo tu vida intelectual? ¿En qué crees, en Dios o en deidades?

En estos últimos 24 años, Sylvia Baldeón, mi compañera, y yo, nos hemos dedicado a esta pasión por los animales.Tenemos 12 gatos y dos perros. Han pasado por nuestra casa más de 60 gatos y perros. Nos visitan y alimentamos pájaros bellísimos, racoones, oposums, venados, ardillas y un oso. Creo en Dios. Nunca he abandonado esa creencia aunque por épocas ha estado dormant. Las deidades son deidades mitológicas y me fascinan.

Volver (Editorial Betania, 2012) el nuevo, cuenta una experiencia traumática para ti, el retorno a la Isla por razones familiares, y el choque con la realidad espiritual que te rodeaba. ¿Te regocija escribir una poesía tan traumática? Como tocada por la muerte, diría yo.

En 1986 se publicó mi primer poemario Electra, Clitemnestra. Le siguieron otros. En 1993, abruptamente dejé de escribir. Pienso que mi último viaje a Cuba fue devastador . Fue así que comencé a rescatar animales de la calle. Más tarde la poeta Maya Islas me visitó en Woodstock. Su presencia, sus palabras y el recordarme que podía escribir de nuevo me hicieron resucitar a la escritura. Esa misma noche comencé Dos mujeres.

¿Poesía traumática? No, es poesía que descubre zonas que casi siempre permanecen escondidas y le dan vida a sombras dolorosas y algunas veces violentas, como en el caso de Electra que asesina a su madre. Sí, mi poesía es tocada por la muerte. Es esta conciencia de nuestra finitud la que nos empuja a crear, a construir, a sobresalir, a pelear, a trabajar.

¿Eres feliz, te sientes realizada, no importa el exilio, o lamentas que tu vida literaria no se hubiera desarrollado en otro medio más propicio ?

Nunca me he sentido realizada en ningún aspecto pero acepto el momento. Puedo sentirme infeliz por no leer en público con frecuencia, como me gustaría, ya que todavía conservo un poco de teatralidad en mí, pero son infelices boberías, sentimientos pasajeros. A estas alturas me he reconciliado con las condiciones existentes.• 

Tomado de: El Nuevo Herald

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