lunes, 6 de mayo de 2013

Algunos deciden marcharse de Cuba tirándose al mar en una precaria balsa de goma y arriesgando su vida para llegar a costas floridanas. No hay datos exactos de la cantidad de cubanos muertos y desaparecidos en el intento de abandonar su país.
POR IVÁN GARCÍA
ESPECIAL PARA DIARIO LAS AMÉRICAS
Publicado el 05-06-2013

LA HABANA.- Los peloteros José Ariel Contreras y Rey Ordoñez, a pesar de ser acusados públicamente de traidores a su patria cuando decidieron desertar, hoy son personajes ilustres entre sus vecinos de Mantua, Pinar del Río, y Palatino, una barriada habanera.

Hace un par de meses, cuando Contreras acudió con su anillo de campeón mundial a la bulliciosa peña de fanáticos beisboleros en el Parque Central, en el corazón de La Habana, paró el tráfico. Las historias filantrópicas del fabuloso ex short stop de Grandes Ligas, Rey Ordoñez, aún se cuentan en las inmediaciones del terreno de pelota aledaño a la antigua fábrica de Cola Cola, en Palatino, donde nació y se formó como jugador.

Incluso antes del 14 de enero, cuando el General Raúl Castro reformó las anacrónicas normas migratorias, deportistas que abandonaron sus equipos en el extranjero habían visitado la isla.

Desde 1959 a la fecha más de dos millones y medio de personas se han marchado de Cuba. Hay cubanos en lugares remotos como Australia y Nueva Zelanda. Y hasta cosechando naranjas en un kibutz en Israel.

Según datos de 2011, en España actualmente viven unos 120 mil compatriotas. Pero es en Estados Unidos, sobre todo en la Florida, donde los cubanos se sienten como en casa: casi dos millones residen del otro lado del charco. Algunos llegaron huyendo del paredón de fusilamiento instaurado por el Che en la fortaleza militar de La Cabaña, que funcionaba a todo gas en 1959.

Gran parte de los empresarios y de la activa clase mediana y alta de la sociedad, hizo sus maletas en los primeros años de la revolución. Atrás dejaron todo. Propiedades, nostalgias y costumbres. Con el paso de los años, también llegaron a la Florida cubanos de todo tipo. Gente simple, profesionales, militares arrepentidos, deportistas, espías y hasta delincuentes que Fidel Castro envío en la oleada migratoria de 1980 por el puerto del Mariel.

Todos, de una forma u otra, con su trabajo duro han contribuido a la impresionante transformación de ese Estado. Y están orgullosos de ello. Su creatividad y talento, negado en Cuba, se desatan en una nación democrática con oportunidades en el sector económico y político.

A partir de 1959, la emigración cubana contó con el respaldo de los gobiernos estadounidenses. Por una razón obvia: escapaban de un manicomio autoritario y comunista. En 1966, precisamente para normalizar el status de 32 mil cubanos que huían de la revolución castrista y se habían radicado bajo palabra en Estados Unidos, pero permanecían en un limbo migratorio, se aprueba la Ley de Ajuste Cubano o Ley del 66. Más de un millón de cubanos se han acogido al espíritu de esa norma.

Pero se han sucedido una serie de eventos que ponen en entredicho la Ley de Ajuste. Anualmente, de manera legal, ordenada y segura, 20 mil cubanos se abrazan con sus parientes en el aeropuerto de Miami como parte de los acuerdos migratorios firmados por Bill Clinton en 1994, tras la ‘crisis de los balseros’.

Los que no califican para viajar, por no tener familiares o por otras causas, deciden marcharse de Cuba a la brava. Tirándose al mar en una precaria balsa de goma y arriesgando su vida para llegar a costas floridanas. Según el servicio de guardacostas de Estados Unidos, uno de cada tres balseros es merienda de tiburones. No hay datos exactos de la cantidad de cubanos muertos y desaparecidos en el intento de abandonar su país.

Cuando los guardacostas interceptan a los balseros los devuelven a Cuba. Entre los acuerdos firmados en 1994, Castro se comprometió a despenalizar la emigración ilegal. El gobierno de la isla no suele tomar represalias con los balseros devueltos por patrullas estadounidenses.

Y éstos lo vuelven a intentar una y otra vez. Como si fuese una aventura. Yunel, de 30 años, siete veces ha intentado llegar a La Florida. En esa suerte de ruleta rusa siempre ha sido capturado por los gringos. Luego de reponer fuerzas, se vuelve a tirar en una balsa de madera y caucho.

Ya el espíritu de la Ley de Ajuste dejó de aplicarse en 1994 tras la firma de los acuerdos migratorios. Los servicios de guardacostas de Estados Unidos, en una acción conjunta con las tropas guardafronteras cubanas, persiguen e impiden a los balseros ingresar en territorio norteño.

Esto ha generado variantes peligrosas. Desde secuestrar un avión comercial en pleno vuelo, al incremento de lancheros ilegales que tras el pago entre 7 y 10 mil dólares, se dedican al tráfico de personas en raudas embarcaciones.

La génesis del problema no procede de Estados Unidos. La gente se marcha de Cuba porque quiere vivir mejor y tener oportunidades de prosperar. Sienten que en su patria no hay futuro. Tras cincos décadas de promesas incumplidas y un discurso virtual, sigue faltando la comida y la calidad de vida va cuesta bajo.

Pero las normas actuales son un galimatías. Una contradicción aberrante. Y muchos se preguntan de qué sirve una Ley de Ajuste si los guardacostas te persiguen como perros de presa para impedir el ingreso a Estados Unidos.

Por otra parte, muchos residentes cubanos en aquella nación la violan descaradamente. Al llegar a los centros de inmigración, se presentan como ‘perseguidos políticos’ y se acogen a la Ley de Ajuste. Al año se hacen ciudadanos de Estados Unidos. Pero desde antes viajan a Cuba, a visitar a los suyos, tomar cerveza y comer cerdo asado en púa con sus amigos.

Tras las reformas migratorias aprobadas por Raúl Castro y en vigor desde el 14 enero de 2013, la Ley 66 pierde fuelle. Fue un buen instrumento para quienes llegaban a Estados Unidos huyendo realmente de un sistema marxista.

Pero si bajo palabra una persona jura sentirse acosada por las autoridades castristas, y a los pocos meses hace un viaje de placer a su provincia, entonces la Ley de Ajuste no tiene sentido. La administración de Obama debiera replantearse su actual política hacia Cuba.

Decía un senador estadounidense que ciertas estrategias de su país hacia la isla padecían de ceguera: a un disparate de los Castro, ellos respondían con un disparate mayor. La Ley de Ajuste Cubano es un fósil de la guerra fría. A día de hoy no cumple ningún objetivo. Sólo incrementa el riesgo de balseros y traficantes de personas y pone en peligros vidas humanas.

Tome nota, presidente Obama: el cementerio marino más grande del mundo se encuentra ubicado en el Estrecho de La Florida. Estados Unidos debería otorgar asilo político a aquellos cubanos que realmente son acosados por el régimen. A nadie más.

Tomado de: Diario Las Americas

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