domingo, 23 de febrero de 2014

WILLIAM NAVARRETE
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

Juan Luis Morales y Teresa Aysuo
Juan Luis Morales y Teresa Aysuo. CORTESÍA / Atelier Morales

Alrededor de un hermoso parque –ordenado durante el Segundo Imperio por el barón Haussmann– se extiende el barrio de Montsouris, entre la Cité Universitaire, las grandes cisternas de agua y el hospital Santa Ana de París. Durante mucho tiempo esta apacible barriada permaneció al margen de la febril actividad que ha caracterizado a la capital francesa. Muchos ignoran que las manzanas de este barrio atesoran las primeras casas del movimiento moderno francés de la segunda década del siglo XX.

En 1923, Le Corbusier construyó allí junto a Pierre Jeanneret para el pintor Amédée Ozenfant su primera obra en París. Otros arquitectos de renombre –Auguste Perret, André Lurçat, Jean-Julien Lemordant, Jean Launay, entre otros– concibieron residencias que consideramos hoy entre las primeras edificaciones del movimiento arquitectónico moderno a nivel mundial. En algunas vivieron Braque, Foujita, Wacker, entre los artistas y en la vecina Ciudad Universitaria el propio Le Corbusier realizó la Casa de Suiza (1933). Un arquitecto francés más conservador cumplirá, por su parte, con el pedido de la acaudalada familia cubana Abreu: erigir en ese mismo campus la llamada Casa Cuba o Fundación Rosa Abreu de Grancher (1933).

Casi ocho décadas más tarde de estos acontecimientos una pareja de arquitectos cubanos, Juan Luis Morales y Teresa Ayuso, fundadores en París desde hace más de 10 años del Atelier Morales de diseño, artes plásticas, interiores y arquitectura, se enfrenta al desafío de construir prácticamente en su totalidad una residencia privada en ese mismo barrio. El encargo los ha convertido en los primeros arquitectos cubanos en construir una casa en la ciudad de París.

La villa, sita en el 19 de la calle Parc Montsouris, posee unos 350 m2 (3,767 pies cuadrados) repartidos en cuatro niveles (uno de ellos subterráneo, excavado por ellos), terrazas, balcones, patio, garaje, bodega de vinos, piscina y azotea ajardinada. Dada las peculiaridades de este espacio sometido a reglas estrictas por el Departamento de Patrimonio de París los escollos por vencer han sido muchos y memorables.

“Se trata de un proyecto contextualista”, revelan los arquitectos, “algo que en arquitectura significa que no solo se valora al edificio en sí mismo sino la influencia que ejercerá en el entorno y este en él”.

Los Morales advierten que los principios fundamentales con los que trabajan son: respeto del entorno, un orden armónico que integre elementos de la memoria histórica –tanto del edificio como del barrio– y la concepción de un juego de relaciones entre el espacio exterior y el interior de modo que cada uno fluya con respecto al otro.

Lo constataremos al recorrer los espacios de la villa. Hay un guiño a Le Corbusier en uno de los ventanales angulares, otro a las vidrieras de André Lurçat en la fachada del segundo piso, también un balconcillo de reminiscencias Art Deco (único elemento conservado de la casa precedente). El interior se centra a partir de una monumental escalera de caracol (en un atrium de 14 metros de altura) de una sola pieza a base de hierro y madera alrededor de la que giran las piezas y los ventanales de la casa siguiendo los principios de la simetría de la espiral. La piedra de Borgoña que cubre los pisos y la piel de piedra para las paredes de los baños son materiales naturales en regla con las inquietudes ecológicas de nuestro tiempo. Además, todos los elementos, desde ventanas y puertas hasta armarios empotrados, puertas corredizas o marquesinas han sido diseñados por el Atelier y fabricados a la medida.

Quienes conocen los espacios interiores del norte de Francia notarán que en la Villa Montsouris se introdujeron algunos aciertos de construcciones foráneas. De la arquitectura cubana de calidad de la primera mitad del siglo XX por ejemplo, se inspiran al dotar la casa de un portal acristalado que separa la puerta de la calle del gran salón. Se trata del típico vestíbulo de obligada referencia en la arquitectura insular, y de una separación entre calle y estancia desconocida en esta parte del mundo. Cada habitación posee su baño (situación también poco usual en esta región) y las claraboyas y vidrieras se abren al norte y sur para dar ligereza al espacio, en diálogo con las otras edificaciones circundantes. La luz, tan escasa en París, penetra por todas partes. Ayuso y Morales estudiaron Arquitectura en La Habana. Ayuso completó su formación estudiando diseño de interiores en la UNAM (México) y Morales los suyos en Madrid y en la Escuela de La Villette (París).

Llegaron a París a principios de la década de 1990. Desde los inicios del Atelier en París se han desempeñado como creadores pluridisciplinarios. Tienen en su haber varias exposiciones de pintura, fotografía o ambas integradas. Han realizado unas 14 series que han expuesto a lo largo de 15 años en vitrinas tan distantes y prestigiosas como la Bienal de Venecia, la de Beijing, Praga y La Habana, la Feria de Art Bassel, la galería Nina Menocal de México o Art Forum de Berlín. Entre las series sobresalen Bohíos (2003), Ingenios de Cuba (2004), Hermanos enemigos (2009, sobre la violencia urbana) y, recientemente, Tributo a Monet (2013), entre otras. Cada una evoca postulados conceptuales en permanente diálogo con temas de actualidad: la salvaguarda del patrimonio, las relaciones humanas, la memoria histórica, las intertextualidades estéticas o la comercialización de las tradiciones, por ejemplo.

En cuanto a la arquitectura o el diseño de interiores han trabajado en numerosos locales: el restaurante La Manigua (Chartres), las Bodegas El Bierzo, el Havanita Café o el Treplay Bar (en París), una Academia de Billard (también en la capital francesa) o el espacio de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (Basilea, 2009).

El Atelier Morales ha deseado desde su fundación dar continuidad a una de las grandes agencias de arquitectura de La Habana republicana: la Morales y Mata, fundada en 1910 y luego llamada Morales y Cia en 1917, por los hermanos Luis y Leonardo Morales Pedroso. “Mi abuelo y su hermano Leonardo”, afirma Juan Luis Morales, “construyeron una gran cantidad de obras de calidad en Cuba entre las que se hallan el Colegio de Belén (1925), la Compañía Cubana de Teléfonos (1927), además del proyecto de urbanismo del reparto Miramar y una enorme cantidad de edificios y mansiones en toda la isla. La obra continuó con mis tíos en la iglesia de Santa Rita de Miramar (1942), el Hospital Oncológico de La Habana (1946), el hospital Reina Mercedes (actual Fajardo, 1957), entre otros”.

Juan Luis Morales después de haber estudiado arquitectura en La Habana tuvo que volver a hacer la carrera en París porque el título cubano no era homologable en Europa. “Hoy día puedo ejercer de manera liberal la arquitectura en Francia y en 27 países de la Unión Europea”, afirma. “Sin embargo, donde no puedo ejercerla por muy irracional que nos parezca, es en mi propio país”. Es por ello que una de las batallas que libra el Atelier es el reconocimiento por parte de La Habana del derecho de ejercer a los profesionales de manera independiente, cuya prohibición fue una de las causas que puso fin a los 47 años de activa y prolífica vida profesional de Morales y Cía., una de las primeras firmas de arquitectura en la capital cubana.

La obra que entregan hoy es motivo de orgullo para estos continuadores de un saber que en su país natal tuvo un pasado glorioso. Por eso, con gesto de quienes han llegado para seguir y sorprendernos mucho más, han estampado en la fachada de la Villa la tarja que anunciará para siempre el nombre del Atelier en una de las ciudades donde construir es hoy una auténtica proeza.• 

Tomado de: El Nuevo Herald

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