Por Luis P. López
DIARIO LAS AMERICAS
Rafael Sánchez
¿No pareciera que Rafael (Ralph) Sánchez, el promotor cubano creador del Grand Premio de Miami que puso esta ciudad en el mapa del automovilismo nacional e internacional, estuviera como “desaparecido”? “Hace siglos que ni se sabe de él”, se ha comentado en las calles de Miami.
Sánchez cobró categoría pública local y en el ámbito deportivo en general en los años 80, cuando se propuso presentar carreras de autos en las calles del centro de Miami, audacia a que, dice, lo impulsó su propio romance juvenil con el deporte de la velocidad.
Aún es recordado su poco auspicioso debut con el primer Grand Prix en 1983, una atracción sin precedente en Miami que causaría considerable animación popular. La carrera, empero, hubo de ser suspendida a mitad de la jornada debido a torrenciales aguaceros y pequeñas inundaciones en la improvisada pista. El sueño de Sánchez se tornaría de la noche a la mañana en una pesadilla. Ante el chasco, respondió cumpliendo compromisos contraídos y dando frente a todos los gastos, incluyendo los premios a los ganadores de las interrumpidas carreras. Fue un lastimoso –y costoso-- inicio: Ralph perdió más de un millón de dólares en el intento y quedó endeudado en otro 1.5 millón.
Pero dejó la puerta abierta para el futuro inmediato. Con renovadas agallas, Sánchez volvió por la carga al año siguiente. Y el Grand Prix no sólo retorno con éxito al downton sino que el evento llegó a consagrarse como tradicional espectáculo anual en Miami. La aventura lo conduciría a... gigantes proyectos.
El promotor cubano que alcanzó temprana reputación nacional e internacional en uno de los deportes de mayor arraigo en Estados Unidos (el automovilismo tradicionalmente compite en concurrencias con el football, baseball e hipismo) continuó involucrado en las carreras de autos hasta 1998, cuando liquida sus intereses en el autódromo de Homestead, proyecto valorado en cien millones de dólares que él había concebido, diseñado y en el que dice haber invertido considerable suma. “Homestead fue hasta entonces mi principal proyecto, mi mayor ambición”, recuerda Sánchez.
El breve “retiro” de las carreras y la vuelta a su lucrativo negocio original, los bienes raíces, sería interrumpido cuando, relata Sánchez, accedió finalmente a personales gestiones del primer ministro de Aruba, Henny Eman, y aceptó dirigir la construcción de pista de carreras con proyecciones turísticas en aquel país (pequeña isla possesión holandesa al noroeste de Venezuela, en el mar Caribe).
“Ya bajo contrato y trabajando en el proyecto de Aruba”, continúa Sánchez, “surgen serias discrepancias entre mi empresa (MotorSports América) y aquel gobierno, en el que surgen politiquerías, abandona el plan, y mi empresa queda endeudada en varios millones. La cosa terminó con demandas legales por ambas partes, y a fin de cuentas ganamos la demanda, de unos 20 millones de dólares, aunque la misma no ha sido aún liquidada del todo”.
Ese sería el último capítulo de la carrera empresarial-deportiva de Sánchez. “Me hastié”, dice. “Decidí olvidarme del automovilismo como negocio. Sólo lo vería como en lo adelante como un aficionado más”.
Pero el... destino le deparaba a Sánchez, no ajeno a las adversidades de toda índole, incluso familiares, otra desagradable sorpresa.
Un molesto dolor de espalda, según relata, no desaparecía del todo. Distintos médicos le dijeron que podría ser un problema muscular, o nervio lastimado, o algún cálculo ranal, etc. El diagnóstico definitivo, sin embargo, fue conmocional: tumor renal canceroso que posteriormente le metastizó en los pulmones. Operado varias veces, hospitalizado en una ocasión por tres meses, sometido a radiaciones, resistiendo angustiosos dolores, llegó a perder veintitantas libras de peso.
“Todo lo que diga (al respecto) es poco”, sintetizó Sánchez sin el menor dramatismo. “Dios lo quiso así, y hay que vivir con sus deseos”.
Hoy día, no obstante, parece brillar una luz al final del túnel gracias a innovadora y revolucionaria tecnología alemana de radiación llamaada en inglés CyberKnife, que, explica Sánchez, combate el mal en el preciso lugar. Y el tratamiento parece estarle funcionando.
“Me siento muchísimo mejor”, gracias a Dios” dijo en su oficina de Coral Gables, donde trabaja largas horas y se le ve con buen semblante, activo, locuaz. “Ahora mismo”, conclcuye, “estoy involucrado en el proyecto más grande de mi vida: la construcción del Old Spanish Village, en Coral Gables”, donde Sánchez planea magna construcción de elegantes condominios y townhouses.
Evidentemente, el niño de Sancti Spíritus, Cuba, el joven de 12 años que llegó solo a Miami, sin sus padres o hermanos, y el luego visionario y triunfador empresario deportivo y comercial, a los 58 años de edad no cesa de tener... ensueños. Y de trabajar por realizarlos.