Palabras leídas el 28 de noviembre del 2006, en The Americas Collection, Coral Gables, en la presentación del libro “Voces de cambio: Nueva literatura cubana”.
Este libro es un acontecimiento. Hace unos años su publicación era, si algo, un sueño imposible para los autores que se han atrevido a desafiar a la represión imperante en la Cuba totalitaria. Agrupa a unos escritores que han dado ese paso final hacia la libertad y la democracia que es plasmar y publicar su creación, sus ideas y sus testimonios. Unos escritores que ahora sí, y ya para siempre, han superado la desesperante y peligrosa frustración de escribir para la gaveta. Una experiencia que, sé por propia experiencia, hace más desesperante su difícil cotidianidad. Porque escribir en Cuba, si no se hace plegándose a las implacables políticas policíacas imperantes, depara toda suerte de adversidades.
Recuerdo la hostil recepción de los libros que publiqué en mi patria. Esta no se redujo a la recogida de esos volúmenes, sino al ataque feroz por los servidores del régimen (algunos en la prensa oficial) y, entre otras cosas, el haberme convertido en una no persona, lo que es poco comparado con las represalias que padeció mi familia por mi atrevimiento.
El volumen que hoy se presenta forma parte del programa Cuba Development Initiative bajo el patrocinio de la Pan American Development Foundation, y ha sido publicado por Ediciones El Cambio con la activa colaboración de las Bibliotecas Independientes de Cuba. Es un conjunto de ensayos, cartas, testimonios, poesía, periodismo y cuentos de más de 20 autores galardonados en la cuarta edición del concurso literario El Heraldo, que convoca el Proyecto de Bibliotecas Independientes de Cuba.
Este es un hecho que debemos celebrar y por el que debemos congratularnos. Da fe de que a pesar de la represión, la censura y la inevitable autocensura, el régimen castrista no ha logrado prevalecer en su tenaz esfuerzo por rescribir la historia a sus fines políticos y propagandísticos. De igual suerte, que a pesar del férreo control al acceso de la información, que busca borrar la esencial identidad nacional, en nuestra patria hay varias generaciones que han mantenido y mantienen en lucha contra la adversidad, que es consecuencia natural del sistema imperante, los valores que a lo largo de varios siglos han fraguado en la continuidad de urgencias que es la historia, la riqueza de unos valores, una cultura y una creación que son fundamento de lo que somos y de nuestra voluntad de acceder finalmente a la pendiente posibilidad cubana.
Estos autores, sus voces de cambio, son parte esencial de la nueva literatura cubana. Una literatura que se hace tanto en la isla como en el exilio. Una literatura que en sus diversos géneros constituye un preciso testimonio cara el futuro de libertad y democracia y justicia que aguarda a nuestra patria. Una de las características fundamentales de los textos que reúne este volumen es la diversidad de puntos de vista, de enfoques y de propuestas. También de inmediatez, de urgencia y de siempre. No es otra la función de las letras en libertad. Por esa certidumbre, pasión, rigor y riesgo somos deudores de estos escritores.
Hay otro aspecto de “Voces de cambio: Nueva literatura cubana” que deseo resaltar. Esta obra constituye igualmente un acto de profunda y entrañable solidaridad. En ella figura la obra de artistas plásticos que se encuentran en el exilio pero que no olvidan a los suyos y a la causa cubana. En la selección y coordinación de estos cuadros y esculturas tuvo un papel central el doctor Nunzio Mainieri, también artista por derecho propio, que contribuyó con piezas de su colección particular a enriquecer el contenido visual del libro. De igual manera, el maestro Félix Beltrán jugo un importante papel en el diseño y elaboración del texto.
Los lectores de “Voces de cambio: Nueva literatura cubana” tendrán la oportunidad de enfrentar y valorar el quehacer de un grupo de creadores (algunos ya desaparecidos) de varias generaciones, escuelas y acercamientos a nuestra pintura y escultura. Lo harán a partir de las obras de Carlos Aulet, Félix Beltrán, Cundo Bermúdez, Gay García, Silvio Gaytón, Víctor Gómez, Nunzio Mainieri, José María Mijares, Felipe Orlando, Miguel Padura, Gina Pellón y Luis Vega.
Estos artistas son exponentes, desde la universalidad de su cubanía, de una característica que siempre he considerado es centro de la identidad del arte hispanoamericano: la diversidad. De igual suerte, por encima de las generaciones y escuelas y tendencias expresivas en las que se inscriben, su quehacer se distingue por su apego al oficio y al rigor; por el hecho de que, más allá del mensaje o de la ausencia del mismo que tengan sus piezas, éstas participan de lo esencial de la creación plástica. No es otra cosa que la obra se sustenta y justifica en y por sí misma. Así, su quehacer participa de las magias del siempre fabuloso calidoscopio. No son otras que la fijeza y la infinita posibilidad de multiplicación de la imagen.
De nuevo, debemos celebrar y congratularnos por “Voces de cambio: Nueva literatura cubana”. Por su reafirmación de lo que fuimos, somos y queremos ser. Todo ello se resume en el “Epilogo” de este libro. Dice:
“Son las voces del cambio, particularmente significativas en este momento crucial de la historia de Cuba, las que aparecen antologadas en este libro. La crónica de su resistencia, de sus desafíos, visiones y vicisitudes ─aquí plasmada en forma de ensayos, poemas y artículos periodísticos─, es la crónica de la democracia en progresión, tal vez a la vuelta de la esquina.
“El viento del cambio sopla a su favor”.
Es algo en lo que creemos firmemente.