POR KATIA RODRÍGUEZ
ESPECIAL DIARIO LAS AMÉRICAS
Publicado el 07-18-2013
Podemos decir que William Navarrete es el escritor cubano, del éxodo de los años 90, que mejor ha asimilado la vida en París, sin abandonar la marca de fábrica de los nacidos bajo el sol de Cuba. Podríamos incluso afirmar que su consagración en la comunidad de intelectuales cubanos en Europa, se debe a su intención de indagar más en los orígenes que en las verdades de los cubanos.
Todo comenzó cuando se interesó en el árbol frondoso de su familia paterna del oriente de Cuba y se le abrieron las puertas a la sospecha histórica de que los dirigentes cubanos, nacidos ahí, tenían algún lazo de sangre. Así nació “La gema de Cubagua”, un fresco donde la intriga alrededor de una fortuna deja entrever la malla clónica de dichos personajes.
Navarrete estudió historia del arte en la Universidad de La Habana y eso le significó una salvación en todos los sentidos: “una manera de definir el mapa geográfico de la estética del mundo, pero también una forma de evadirse de la crueldad de las relaciones humanas que se establecen en esa isla”, a la cual nunca más regresó.
Refinado, culto y galante, sus veinte años de residencia en la capital gala le han permitido amar y conocer cada piedra, cada fantasma de la ciudad.