domingo, 16 de diciembre de 2012

JESSICA DE LEON
JDELEON@MIAMIHERALD.COM

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Jorge Alvart en su negocio de flores en el 2032 S.W. 57 ave. con el empresario Miguel "Mike" Fernandez el jueves, 13 de Diciembre del 2012. Hace una semana, Fernandez compro 600 arboles de navidad de Alvart, un pobre ex preso politico, para ayudarle ganarse la vida. Roberto Koltun / El Nuevo Herald

Los graduados de la Universidad de St. Thomas podrían haber esperado este sábado el discurso de graduación tradicional de la persona designada como orador principal, el empresario Miguel “Mike” Fernández.

En su lugar, ellos se convirtieron en testigos presenciales de la relación de amistad surgida entre dos hombres que lucharon contra la adversidad y las circunstancias para lograr una vida mejor.

Fernández, un líder en compañías de servicio de salud a quien le fue entregado un título honorario, habló de fracasos y contratiempos como experiencias de aprendizaje, y compartió algunos de esos espisodios.

“El fracaso y la adversidad son pasos necesarios en el camino del éxito”, aseguró Fernández enn sus palabras.

Pero mientras pronunciaba su discurso presentó a Jorge Alvart, un ex preso político cubano, a quien Fernández conoció recientemente.

“La verdadera lección que hay que aprender es que este hombre vino en una balsa hace cinco años con nada más que el deseo de trabajar, pero él no tomó el camino fácil”, dijo Fernández.

Compartió con la audiencia la historia de Alvart, al que en Cuba donde le amputaron los brazos mientras cumplía prisión, y sin embargo nunca se rindió en el empeño de lograr su sueño de venir a Estados Unidos, donde ha triunfado ha comenzado un negocio, y a donde logró traer a su esposa y sus dos hijos.

“El es modelo para cualquiera que piense que ha tenido un mal día”, dijo Fernández, de 60 años.

La relación entre estos dos hombres surgió la semana pasada, cuando Fernández veía las noticias en NBC6 y presentaron una historia sobre Alvart y las dificultades que tenía para vender árboles de Navidad en su negocio de orquídeas.

“Me quedé impactado con el hecho de que tenía puestos los ahorros de toda su vida en este negocio y en árboles de Navidad”, dijo Fernández.

Quedó tan impactado que fue a la tienda de orquídeas de Jorge y lo conoció, y respondió a todas sus oraciones cuando le ofreció comprar todos los árboles en venta.

Fernández le entregó a Alvart un cheque en pago de sus 600 árboles de Navidad a nombre de Simply Healthcare Plans, donde es presidente de la junta. Le dijo que con ellos haría regalos a familias necesitadas en Miami-Dade.

“Estas Navidades son las mejores que he pasado”, dijo Alvart, de 43 años, durante una entrevista la semana pasada. “El no sólo me ayudó, sino que ayudó a otras 600 personas”.

Las dificultades que Alvart tenía para vender los árboles de Navidad, en los que invirtió $30,000, se deben a unos trabajos de reparaciones que están teniendo lugar en Red Road, frente a su tienda de orquídeas, localizada en el 2032 de la 57 Avenida del S.W.

“Cualquiera que diga que este país no da oportunidades para los que las buscan, puede simplemente mirarlo”, dijo Fernández.

Comprar los árboles de Navidad no fue la única forma en que Fernández llevó esperanza a Alvart y a su familia. Cuando Fernández supo que Alvart estaba en las etapas finales de una cirrosis hepática producto de una hepatitis B que contrajo cuando estaba en prisión en Cuba, contactó al gerente general del Hospital Jackson Memorial, Carlos Migoya, para que se evaluara a Alvart y se colocara en la lista de transplantes de hígado.

“Lo que va a hacer por mí no lo hace nadie hoy en día”, dijo Alvart.

“Nos haremos cargo de las cuentas”, aseguró Fernández, anticipando una negativa de cobertura del seguro por el procedimiento.

Aunque sus caminos difieren, ambos son exiliados cubanos que superaron la adversidad para dejar su país en busca de vida en Estados Unidos.

La familia Fernández buscó visas de salida después de la fallida invasión de exiliados cubanos a Bahía de Cochinos.

Mientras ellos esperaron las visas, durante los dos años que transcurrieron antes de la salida, Fernández fue expulsado de su escuela y despidieron a su padre del trabajo.

En su discurso del sábado, Fernández dijo que Alvart “nunca permitió que la adversidad lo derrotara”.

Alvart fue detenido por primera vez en Cuba cuando tenía 14 años, después que lo atraparon haciendo actos antigubernamentales, como quemar campos de caña. Fue puesto en libertad dos años después, pero vuelto a encarcelar seis meses más tarde cuando lo encontraron tratando de salir ilegalmente de la isla en una balsa.

Alvart dijo que cuando estaba en prisión, lo torturaron varias veces.

En un intento planificado para escapar de prisión, Alvart se inyectó gasolina en los dedos de las manos, para que lo llevaran a la clínica. El plan tuvo repercusiones fatales cuando le negaron la atención médica y se le desató una gangrena en ambos brazos, los cuales fueron amputados.

Fue puesto en libertad después de cumplir cuatro años, pero se le encarceló de nuevo después que trató de llevar su historia a la Sección de Intereses de EEUU en La Habana. Pasó otros dos años en prisión antes de ser liberado.

Sin embargo, nunca dejó de soñar en venir a Estados Unidos. Hasta su tercera salida de la prisión, Alvart tuvo otros cinco intentos fallidos de escapar de la isla.

Tuvo éxito en su séptimo intento hace cinco años. Para entonces, tenía una esposa y dos niños, que se le unieron en Miami hace tres años.

Mientras estaba en prisión, su deseo de venir a Estados Unidos lo inspiró a tatuarse una bandera estadounidense en su espalda y en su pecho, las siguientes palabras: “A noventa millas soy feliz”.

Tomado de: El Nuevo Herald (Ver Fotogalería)

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