domingo, 8 de abril de 2007

Publicado el domingo 08 de abril del 2007

JUAN CARLOS CHAVEZ
Especial para El Nuevo Herald

JORGE ALUAR recibe la felicitación de un automovilista. Aluar perdió sus brazos en la década de los 80 tras haberse inyectado petróleo con la esperanza de que lo dejaran en libertad de la prisión donde cumplía condena por tratar de escapar de la isla.
JORGE ALUAR recibe la felicitación de un automovilista. Aluar perdió sus brazos en la década de los 80 tras haberse inyectado petróleo con la esperanza de que lo dejaran en libertad de la prisión donde cumplía condena por tratar de escapar de la isla - PEDRO PORTAL / El Nuevo Herald

Un hombre de origen cubano que quiso escapar de una prisión castrista en la década de los 80 inyectándose petróleo en los brazos, llegó recientemente a Miami para reunirse con sus familiares, luego de completar una travesía por mar y tierra que se prolongó 30 días.

Jorge Aluar, de 36 años, sufrió la amputación de sus extremidades debido a una infección irreversible causada por el petróleo en su sistema sanguíneo. Pero ni eso logró frenar sus ansias de libertad.

''Desde muy joven soñé con vivir en Estados Unidos, lejos de la represión del gobierno de Fidel Castro. Después de tanto esfuerzo lo he conseguido. Me parece mentira lo que estoy viviendo'', dijo visiblemente emocionado a El Nuevo Herald.

La historia y sufrimientos de Aluar comenzaron cuando tenía 16 años y fue arrestado por las autoridades cubanas intentando alcanzar las costas de la Florida en una embarcación endeble, que parecía caerse a pedazos.

Pese a su juventud, los funcionarios del régimen no tuvieron contemplaciones y fue condenado a cuatro años de prisión, sin derecho a nada. ''Al tercer año no aguantaba más'', contó Aluar. ``En mi arranque de nerviosismo y desesperación uno de mis compañeros de celda me dijo que la única forma de salir era siendo enviado de emergencia al hospital. Así vino la idea de inyectarme unas gotas de petróleo''.

Lo que nunca imaginó era que sus celadores no le creyeran. Y no sólo eso: que lo dejaran sin comida ni agua por 48 horas, aislado de los demás presos.

``Al tercer día era un estropajo humano. Los brazos no los sentía y había perdido la sensibilidad. La piel y las uñas caían como si nada''.

Finalmente Aluar fue llevado a un centro médico, aunque poco o nada lograron hacer los médicos y enfermeras presentes. Cuando despertó y recuperó el sentido, le notificaron que sus brazos habían sido amputados. ``Fue una negligencia del jefe de la policía Miguel Daniel Iglesias. El no quiso seguir las peticiones del doctor. Si me hubiesen atendido rápido, ahora estaría bien''.

Iglesias firmó a regañadientes un permiso de libertad en favor de Aluar debido a la presión de la familia del preso y a las quejas del médico de turno que lo atendió durante su estado más crítico. Pero la libertad fue fugaz: seis meses después regresaba a la cárcel de Canaleta, en la provincia de Ciego de Avila, para cumplir otra sentencia de cuatro años.

''Intentaron volverme loco y casi estuvieron a punto de conseguirlo. En más de una oportunidad quise acabar con mi vida como una manera de evitar el acoso físico y psicológico del que era víctima'', recordó Aluar, quien llegó incluso a pagarle a un preso para que le cortase las venas y así morir desangrado.

``Después ingerí una dosis de ácido que comprometió el esófago. Estuve nueve meses en el hospital Camilo Cienfuegos recuperándome de las heridas internas''.

Años más tarde, y ya libre del centro de detención, Aluar volvió a planear su escape de Cuba. En enero del 2007 consiguió ubicar a un grupo de contrabandistas humanos.

La embarcación salió con una docena de gentes en dirección hacia las costas mexicanas, pero el motor falló y regresaron. Sucedió algo parecido en febrero. En marzo consiguieron hacerse a la mar, pero quedaron varados al cuarto día.

Según Aluar, una lancha rápida aceptó ayudarlos en medio del oceáno. Los llevaron a territorio mexicano y, en vez de entregarlos a la policía de ese país, los encerraron en una casa. Era un secuestro. Desde allí sus captores exigieron un precio alto a los familiares y parientes de cada uno de ellos. La llamada para solicitar el rescate de Aluar la recibió una tía en Miami, quien logró juntar $2,000.

''La pesadilla terminó el 27 de marzo'', contó refiriéndose a la fecha en que cruzó la frontera entre EEUU y México.

Ahora Aluar vive temporalmente en casa de unos familiares en La Pequeña Habana. Sin embargo, necesita la ayuda de la comunidad para salir adelante y, sobre todo, conseguir los fondos necesarios para unas prótesis que requiere con urgencia.

Para colaboraciones, llamar al teléfono (786) 768-3005.

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