Posted on Sun, Dec. 11, 2005
Especial/El Nuevo Herald
Cuentos que podrían ser novelas
MANUEL C. DIAZ
Cuando en 1992 el escritor cubano José Lorenzo Fuentes llegó al exilio, Guillermo Cabrera Infante dijo que era ''uno de los pocos escritores de renombre que quedaban en Cuba''. Viniendo de Cabrera Infante --prodigioso pero no pródigo-- significaba un gran elogio. Después, como muchos otros escritores exiliados, José Lorenzo Fuentes desapareció. Sólo nos dejó el recuerdo de sus premios Hernández Catá y Cirilo Villaverde, y la esperanza de que su interrumpida producción literaria continuase. Y así fue. Algunos años más tarde reapareció con una novela corta titulada La piedra de María Ramos. Pero aquella novella, para los que conocíamos su obra, no fue suficiente. A pesar de que estaba escrita con una prosa hermosa, era apenas un ejercicio narrativo. Un calentamiento de brazo del autor. Todos esperábamos algo de más envergadura.
Y parece que seguiremos esperando porque acaba de publicar El hombre verde y otros relatos (Espuela de Plata, 2005), un libro de cuentos magnífico, pero que no es la obra mayor que anticipábamos. Estos relatos, escritos con tanto aliento literario, no hacen sino confirmar lo que muchos ya sabíamos: José Lorenzo Fuentes es un estupendo escritor, capaz de escribir una gran novela cubana. Oficio no le falta; vivencias tampoco. Fue corresponsal de guerra del Segundo Frente del Escambray y estuvo en la batalla de Santa Clara. Tras el triunfo revolucionario fue fundador de la revista INRA, y jefe de la sección de Arte y Literatura de la revista Bohemia. Por su actitud contestaria fue condenado a tres años de prisión, y al salir de la cárcel se incorporó al Movimiento de los Derechos Humanos, hasta que abandonó Cuba.
El hombre verde y otros relatos, --que esperamos sea sólo un anticipo de lo que está por venir-- es un libro de cuentos diferente. Sus historias no son de beginnings, middles & ends. Son historias complejas que, en ocasiones, rebasan el marco de sus estructuras; algunas, las más fantásticas, se mueven con comodidad entre la irrealidad y el absurdo. En ellas no hay curas que levitan, pero hay un habanero que cree tener dos alas ensambladas en los omóplatos antes de perderse, flotando en el aire, en un horizonte de antenas parabólicas. Son personajes a los que se le adivinan múltiples posibilidades. Muchos de sus conflictos quedan resueltos, pero es evidente que la carga dramática de los mismos merece entornos más amplios. En realidad, cada uno de los cuentos es una novela pidiendo ser escrita. Si hubiese homogeneidad en sus temas, hasta podrían leerse como tal. O mejor aún: si sus personajes apareciesen en una misma historia, tendríamos una saga fantástica, como las de Isabel Allende, pero con La Habana como escenario en lugar de Santiago de Chile.
Pero tienen que estar todos ellos. Desde Esteban de la Caridad, el protagonista de El verde secular de los Humara, ''que vistió en Carabobo la casaca verde y las charreteras doradas de los ejércitos de la República de la Gran Colombia'', hasta Eskamanda, la de El chivo y el brigadier, ''una mujer tan fogosa que nunca pudo ser calmada por caricia de hombre''. Deben aparecer también el Tirano de El cielo del General, ese que en sus últimos días subió a las azoteas del Palacio Presidencial a empinar ''la cometa de franjas amarillas y negras que tenía en la imaginación desde los tiempos remotos de su niñez'', y el lujurioso gato Thalo, un onírico felino que se atrevía a soñar con mujeres.
El hombre verde y otros relatos es un excelente libro de cuentos. Pero el tiempo no se detiene. José Lorenzo Fuentes ya no es ''uno de los pocos escritores de renombre que quedaban en Cuba''. Ahora es uno de los pocos que nos quedan aquí. Se nos han ido casi todos. Dicho esto, una petición: Recuerde que todavía nos debe una novela.
Especial/El Nuevo Herald
Cuentos que podrían ser novelas
MANUEL C. DIAZ
Cuando en 1992 el escritor cubano José Lorenzo Fuentes llegó al exilio, Guillermo Cabrera Infante dijo que era ''uno de los pocos escritores de renombre que quedaban en Cuba''. Viniendo de Cabrera Infante --prodigioso pero no pródigo-- significaba un gran elogio. Después, como muchos otros escritores exiliados, José Lorenzo Fuentes desapareció. Sólo nos dejó el recuerdo de sus premios Hernández Catá y Cirilo Villaverde, y la esperanza de que su interrumpida producción literaria continuase. Y así fue. Algunos años más tarde reapareció con una novela corta titulada La piedra de María Ramos. Pero aquella novella, para los que conocíamos su obra, no fue suficiente. A pesar de que estaba escrita con una prosa hermosa, era apenas un ejercicio narrativo. Un calentamiento de brazo del autor. Todos esperábamos algo de más envergadura.
Y parece que seguiremos esperando porque acaba de publicar El hombre verde y otros relatos (Espuela de Plata, 2005), un libro de cuentos magnífico, pero que no es la obra mayor que anticipábamos. Estos relatos, escritos con tanto aliento literario, no hacen sino confirmar lo que muchos ya sabíamos: José Lorenzo Fuentes es un estupendo escritor, capaz de escribir una gran novela cubana. Oficio no le falta; vivencias tampoco. Fue corresponsal de guerra del Segundo Frente del Escambray y estuvo en la batalla de Santa Clara. Tras el triunfo revolucionario fue fundador de la revista INRA, y jefe de la sección de Arte y Literatura de la revista Bohemia. Por su actitud contestaria fue condenado a tres años de prisión, y al salir de la cárcel se incorporó al Movimiento de los Derechos Humanos, hasta que abandonó Cuba.
El hombre verde y otros relatos, --que esperamos sea sólo un anticipo de lo que está por venir-- es un libro de cuentos diferente. Sus historias no son de beginnings, middles & ends. Son historias complejas que, en ocasiones, rebasan el marco de sus estructuras; algunas, las más fantásticas, se mueven con comodidad entre la irrealidad y el absurdo. En ellas no hay curas que levitan, pero hay un habanero que cree tener dos alas ensambladas en los omóplatos antes de perderse, flotando en el aire, en un horizonte de antenas parabólicas. Son personajes a los que se le adivinan múltiples posibilidades. Muchos de sus conflictos quedan resueltos, pero es evidente que la carga dramática de los mismos merece entornos más amplios. En realidad, cada uno de los cuentos es una novela pidiendo ser escrita. Si hubiese homogeneidad en sus temas, hasta podrían leerse como tal. O mejor aún: si sus personajes apareciesen en una misma historia, tendríamos una saga fantástica, como las de Isabel Allende, pero con La Habana como escenario en lugar de Santiago de Chile.
Pero tienen que estar todos ellos. Desde Esteban de la Caridad, el protagonista de El verde secular de los Humara, ''que vistió en Carabobo la casaca verde y las charreteras doradas de los ejércitos de la República de la Gran Colombia'', hasta Eskamanda, la de El chivo y el brigadier, ''una mujer tan fogosa que nunca pudo ser calmada por caricia de hombre''. Deben aparecer también el Tirano de El cielo del General, ese que en sus últimos días subió a las azoteas del Palacio Presidencial a empinar ''la cometa de franjas amarillas y negras que tenía en la imaginación desde los tiempos remotos de su niñez'', y el lujurioso gato Thalo, un onírico felino que se atrevía a soñar con mujeres.
El hombre verde y otros relatos es un excelente libro de cuentos. Pero el tiempo no se detiene. José Lorenzo Fuentes ya no es ''uno de los pocos escritores de renombre que quedaban en Cuba''. Ahora es uno de los pocos que nos quedan aquí. Se nos han ido casi todos. Dicho esto, una petición: Recuerde que todavía nos debe una novela.
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