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ISABEL PIQUER - Miami - 20/02/2008 21:44
La llama eterna del monumento a Bahía de Cochinos ha dejado de arder. Nadie sabe muy bien cuándo se apagó ni por qué y nadie sabe si volverá a encenderse. Un vacío chamuscado corona ahora la columna de mármol que conmemora la desastrosa operación anticastrista de 1961, en esta esquina algo siniestra de la Calle Ocho, la arteria principal de la Pequeña Habana, y la Avenida Trece, donde los neones de la barbería Alberto, el supermercado Nuevo Siglo y la cerrajería Caraballo ("no hay fallo") brillan más que los nombres de los mártires de Girón.Es quizá la imagen más simbólica de que las cosas ya no son lo que eran en el exilio cubano.
El tiempo, el fracaso del embargo, el inmovilismo, los cambios demográficos y sociales que han traído las jóvenes generaciones de exiliados, balseros o inmigrantes legales (20.000 entran cada año gracias al programa de visados acordado entre Cuba y el Gobierno del entonces presidente Bill Clinton en 1994), han cambiado los ánimos y las esperanzas del millón y medio de cubanos que viven en Estados Unidos, la gran mayoría en Miami...
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