En estos días la escritora cubana Daína Chaviano celebra uno de los puntos culminantes de su carrera, la traducción a 20 idiomas de su más reciente novela, La isla de los amores infinitos. El amor por el detalle, el cuidado del lenguaje y el deseo de lograr que sus lectores encuentren la belleza en medio de un mundo que a veces ofrece demasiados acontecimientos desagradables, son características que definen, además de su obra, su personalidad.
''Quisiera que los lectores levitaran cuando leyeran la novela. Creo que en el mundo hay demasiada violencia y grosería, no sólo en los libros sino en la televisión. El ser humano termina degradándose cuando abusa de éstos. Como escritora siento que se ha vuelto un desafío pensar en una frase que pueda dar toda la angustia que siente un ser humano y decirlo de una manera poética. La literatura se vuelve facilista cuando dos de cada tres son malas palabras. No requiere esfuerzo por parte del creador ni del lector'', dice Chaviano, que empezó a fabular desde muy temprano.
A los 10 años escribía cuentos de hadas o de ''ciencia ficción'', aunque entonces no sabía lo que era ese género, pero ya hablaba de cometas y planetas. Su padre, economista, y su mamá, ya fallecida, con dos doctorados --uno en Filosofía y Letras y otro en Psicología-- tuvieron un papel primordial en su formación literaria y musical.
''De niña le robaba los libros a mi mamá. A los 13 años, leía obras como Sexo y tabú, de Freud. Me leí a escondidas toda la biblioteca de psicología de mi madre. La esquizofrenia siempre fue mi enfermedad mental favorita. Me parecía muy romántica, quizás porque la vinculaba con el retrato de la locura de Ofelia que hace Shakespeare en Hamlet'', recuerda.
La pasión por la música clásica la heredó de su mamá. ''Empecé a oír música popular cubana en la calle, porque en mi casa se oía la clásica'', cuenta la escritora, que cuando se sienta a crear lo hace escuchando música, un poco de todo, pero sobre todo música celta y también clásica, como el Romeo y Julieta, de Prokofiev. ``Este amor por la música se entroncó con el ballet. Cuando estoy deprimida, tengo un sueño recurrente en el que me veo en un escenario bailando ballet. Eso me quita la depresión''.
La integración de realidad y fantasía es el hilo común de toda su obra, desde sus comienzos juveniles en Cuba, con Los mundos que amo, que fue tan popular que se editó en fotonovela, hasta Fábulas de una abuela extraterreste, que le valió el premio Anna Seghers, en 1990 en Alemania, y toda la serie de La Habana oculta, de la que forma parte La isla de los amores infinitos y El hombre, la hembra y el hambre, premiada con el Azorín de novela en 1998.
''En la vida se mezclan realidad y fantasía, y yo busco eso a conciencia en mi obra. Me da placer hacerlo'', dice.
Como lectora, le siguen interesando la mitología, los misterios arqueológicos, los monumentos relacionados con la cultura del neolítico como Newgrange, en Irlanda, que describió detalladamente en Gata encerrada.
¿Y como escritora, qué libros considera que no pueden faltar en una biblioteca?
``Los cuentos de hadas me siguen influenciando. Casi nadie ha leído sus versiones originales, que son verdaderos cuentos de terror; la mitología griega, romana, sumeria; las epopeyas, como la Ilíada, la Odisea y el Gilgamesh, y otros libros que tratan temas históricos, milagrosos y fantásticos, como Atila, el azote de Dios y Memorias de Adriano''.
En La isla de los amores infinitos elige uno de los caminos menos transitados desde el punto de vista histórico y cultural en la literatura cubana: el estudio de la etnia china, que junto a la africana y la española componen esa nación.
Chaviano, de ascendencia asturiana y francesa --el apellido de su mamá es Miniet--, considera que el gran premio para su novela es que haya sido elegida para traducirse al chino.
''Casi nunca los chinos traducen novelas sobre ellos, escritas por autores occidentales, porque se quejan de que los caricaturizan. Sienten que en este hemisferio hay un desconocimiento de lo que significa ser chino. El hecho de que vaya a publicarse en China me da la medida de que mi investigación logró la autenticidad necesaria'', dice la autora.
La música cubana es un ingrediente protagónico en la novela. Cada capítulo lleva el nombre de un bolero. Figuras de la música cubana como Rita Montaner, el Beny, la cantante Freddy, Joaquín Nin, La Lupe y Ernesto Lecuona se pasean por La Habana, y por las páginas de la novela con ''actuaciones especiales'' o papeles clave para el argumento, como Rita Montaner, que ayuda a materializar el amor prohibido entre Amalia y el ''chino'' Pablo.
''Reconstruyo una Rita que es una ficción, basándome en la imagen que me han dejado sus canciones y películas, y las anécdotas que he leído sobre ella,'' dice Chaviano. ``Trato de captar en ella la esencia de la mujer cubana: salerosa, picaresca, a la vez romántica, temperamental y caprichosa, pero llena de ternura y sensilidad. Es un personaje muy querible, que sirve de cómplice en este amor a lo Romeo y Julieta caribeño, en la que ella sería el equivalente al fraile Lorenzo en la obra de Shakespeare''.
Uno de los personajes más memorables de la novela pertenece a ese otro mundo tan presente en la obra, el de lo fantástico. Martinico está inspirado en un duende con aspecto de fraile, muy travieso, que reportan haber visto en las serranías de Cuenca, en España. En la novela se le aparece a las mujeres de la familia española cuando llegan a la pubertad, y les hace bromas o muestra actitudes tiernas cuando sus ''dueñas'' pasan por un mal momento.
''En cierto modo, el duende personifica el sexto sentido femenino, que comienza a desarrollarse cuando la niña llega a la adolescencia y empieza a tener instintos maternales. Es también el alma juguetona y traviesa de la mujer'', explica Chaviano, para quien los personajes femeninos son muy importantes, porque ``llevan el peso de la familia, de la historia y de los errores que comenten los hombres''.
Como cada escritor, tiene sus fantasmas que salen a flote. ''Los míos son Cuba y Dios en todos sus aspectos. Y cuando hablo de Dios me refiero a todas las facetas de la espiritualidad humana'', concluye.•
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