La fuga, Ramón Alejandro
En estos momentos dos importantes pintores cubanos, Baruj Salinas y Ramón Alejandro, están exhibiendo en Miami, lo cual constituye un aporte significativo al espectro cultural de la ciudad. Se trata de artistas que gozan de gran prestigio en el marco de las artes plásticas y son altamente cotizados en el mercado internacional.
En la Casa Bacardí de la Universidad de Miami, Salinas expone una retrospectiva de su obra. El público tendrá acceso a 23 lienzos que ofrecen una visión de la obra de este autor nacido en La Habana en 1935 y exiliado desde 1959.
Aunque la exposición es una retrospectiva, en la obra de Baruj hay una constante, el manejo, dominio diría yo, de las formas abstractas, lo que además de aportar un perfil preciso que identifica y distingue su trabajo, también establece un patrón que se mantiene firme en cada lienzo.
Sus cuadros transpiran espiritualidad, las mezclas de colores fijan sentimientos. En cada trazo creo ver perderse el color inicial al correr el pincel sobre la tela, para dejar un rastro de tonalidades que sugieren atardeceres, días nublados; provocan inquietudes sobre lo inhóspito y sideral, mientras que proponen espirales, algún que otro árbol, una palma tal vez o nubes que se agolpan y destellan.
Baruj Salinas estudió arquitectura, pero se dedicó por entero a la pintura. Vivió y trabajó 18 años en Barcelona junto a Antonio Tàpies, Joan Miro, Alexander Calder, y otros artistas importantes como Rufino Tamayo, con quien trabaja estampando litografías y grabados en los Talleres de La Polígrafa de Barcelona. En 1975 colabora con la Galerie Editart de Ginebra, Suiza. En esa ciudad establece amistad con la ensayista española María Zambrano, allí exiliada. También conoce a José Angel Valente, a quien ayuda en la preparación de un libro de poesía basado en el alfabeto hebreo. Baruj es de ascendencia judio sefardita. Tras dejar una importante huella en Europa, el pintor se establece en Miami, donde mantiene su incesante labor creativa, además de desempeñarse como profesor de pintura en el Miami Dade College (MDC).
Si Baruj trabajó arduamente y por muchos años en Barcelona, cerca de allí, en París, otro pintor cubano, Ramón Alejandro (1943), hacía lo propio. Aunque son dos estilos diferentes —formas y propuestas quizás antagónicas–, los une La Habana como ciudad natal para ambos y los dos se identifican con Miami. En esta ciudad han trabajado, vivido y hoy simultáneamente exhiben su arte.
La muestra de Ramón Alejandro, El vimana de la existencia, se presenta en la galería Latin Art Core, Maxoly, de La Pequeña Habana de Miami. Aunque hay algunas piezas que datan de los años sesenta, el grueso de la exhibición son cuadros pintados en el 2006, en París, a donde regresó el artista hace unos años, tras residir en Miami una larga temporada y otros fechados en La Habana donde permaneció unos meses el pintor y de donde salió afectado emocionalmente.
El sabor que deja estas nuevas telas de Ramón es muy grato. Son cuadros donde hay elementos infantiles, como un caballo de madera, un trompo, una cuchara y un reloj despertador; señales muy cubanas, entre ellas fichas de dominó, un palito de tendedera, dados, una carretilla y monedas cubanas. Son flechazos, dardos que penetran en el recuerdo más íntimo y personal. En las telas gravitan las abuelas, se distingue un bohío en la distancia, precedido por un palmar... Son cuadros cargados de simbología, coronados por papayas, guanábanas y otras frutas tropicales. En la obra de Ramón hay mucha vida y energía positiva, valores que a mi juicio llevan sus cuadros un paso más allá. Tal vez la pieza emblemática de esta exhibición sea La fuga, en la que una figura alada —¿el mítico vimana?–, evoca un pájaro que levanta a toda prisa el vuelo, para no quedar atrapado en una suerte de ciudad que lo pretende someter. Pero la imagen sugiere un transformer, esos objetos que adquieren distintas formas al plegar sus extremos.
Entre los cuadros que más impresionan, además de La fuga, están Las dos abuelas, La fragilidad y Homenaje a Carlos Enríquez.
En esta muestra con las obras más recientes de Ramón Alejandro, hay sin duda un acercamiento más intenso a sus raíces, a su pasado, a la familia, y al lugar más intenso que la memoria guarda: la infancia. El pintor es un hombre de muchos mundos, de muchas ciudades, capaz de recorrer el estado de Minas en Brasil, los Andes y la Patagonia, para luego detenerse en España, Grecia, Egipto, Turquía y Francia, donde trabajó mucho tiempo antes de comenzar esta nueva etapa entre París, Miami y La Habana.
Los cuadros de estos dos artistas cubanos, Ramón Alejandro y Baruj Salinas, que se exhiben en Miami, revelan, a través de sus estilos y su visión de la plástica, la importancia de la pintura cubana en el mundo de hoy. La muestra Baruj Salinas, A Retrospective, se puede ver en la Casa Bacardí, 1531 Brescia Avenue, Coral Gables. Por su parte El vimana de la existencia de Ramón Alejandro, se exhibe en Latin Art Core, Maxoly, 1600 SW Calle.