lunes, 11 de julio de 2011

SARAH MORENO
SMORENO@HERALD.COM
Fotos del Miami Herald y The Daily Telegraph
Ampliar imagenEs mediodía en Miami, y el café, las croquetas y los pastelitos del Versailles pueden más que la insistente lluvia. La ventanilla exterior está tan animada como siempre, y el salón comienza a llenarse. Al final, en una mesa semiescondida, los dos Felipe Valls, padre e hijo, observan complacidos el resultado del trabajo de 40 años.

El restaurante, que ha sido visitado por celebridades y varios presidentes, no sólo es parada obligada para quien venga a Miami con intención de no irse sin probar la comida tradicional cubana, sino que es el punto de reunión de los exiliados, que junto al mostrador, y cafecito en mano, discuten de política o celebran eventos importantes en la ciudad, como el triunfo de los Marlins o las elecciones locales.

“A mí me gustaba esta esquina, pero la gente me decía que yo estaba loco, porque esto quedaba muy lejos”, contó Felipe Valls Sr., comentando que en 1971, la esquina de la Calle Ocho y la avenida 35 no era el centro del “ambiente cubano”, que entonces se movía en los alrededores del restaurante Badía, en la Ocho y la 16, también propiedad de Valls, quien lo había hecho popular por sus buenos sándwiches.

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