sábado, 7 de octubre de 2006

Por Jaime Torres Torres / End.jtorres1@elnuevodia.com


Desde la izquierda Luis ‘Perico’ Ortiz, Chocolate, Charlie Sepúlveda y Eddie Feijo.

Con un “no más” parecido al pronunciado por Roberto Durán en su segunda pelea de campeonato con Sugar Ray Leonard, el legendario trompetista Alfredo Armenteros abandonó el jueves su presentación “Chocolate caliente” con los puertorriqueños Perico Ortiz, Charlie Sepúlveda y Elliot Feijoo, efectuada en el Intercontinental Hotel & Casino en Isla Verde.

Días atrás, en entrevista con El Nuevo Día, Chocolate afirmó que un trompetista sin oídos y sin labios es como un boxeador sin piernas.

Aún no es el caso del mítico músico cubano de 80 años, pero durante lo poco que tocó fue evidente que el quinteto necesitó bajar varios tonos para que Chocolate pudiera sobresalir, con la salvedad de que en ocasiones no fue muy preciso en la interpretación de las notas de sus solos.

La sala de la hospedería estaba repleta de un público ávido por presenciar al artista. Era su show y aunque la concurrencia tuvo que esperar durante una hora en lo que Charlie Sepúlveda, Elliot Feijoo y Luis ‘Perico’ Ortiz desarrollaban sus presentaciones individuales, no importaba porque Chocolate era la atracción estelar de la producción de Leo Tizol.

La primera parte fue orientada al jazz, con Charlie, Elliot y Perico demostrando su creatividad como arreglistas e intérpretes con versiones muy ingeniosas e innovadoras de la balada blues ‘More Better Blues’; de un acercamiento de mucho swing al bolero 'Cuando vuelva a tu lado' y de una adaptación a la rumba y el jazz de la melodía del famoso tango ‘El día que me quieras’ de Carlos Gardel y Alfredo Lepera, respectivamente.

Concluida la actuación de Perico, el maestro de ceremonia Wito Morales anunció a Chocolate, quien demoró varios minutos en subir al escenario.

Cuando a lo lejos Sepúlveda divisó su rostro sonriente marcó una guajira, con un volumen no muy alto, y en la tarima Chocolate improvisó un rato, acompañado por el pianista Natanael Molina, el bajista Gabriel Rodríguez, el baterista Francisco ‘Piculo’ Rosado, el conguero Gadwin Vargas y el saxofonista Norberto Ortiz, quinteto cuya noche fue perfecta.

Con su gran sentido del humor, Chocolate dijo que Sepúlveda era su abuelo; que Perico es su segundo papá pero de madres diferentes y que Feijoo es su tatarabuelo.

“Si los espíritus existen, Juancito Torres debe estar aquí. Los músicos no se lloran, lo que se les da es rumba”, dijo Chocolate, cuya tez marrón es como el cacao y a lo lejos, cuando abre sus enormes ojos, logra unos contrastes cómicos.

Chocolate tocó el estándar ‘El manicero’, una versión fugaz del bolero ‘Como fue’ de Ernesto Duarte y el clásico ‘Cachita’ de Rafael Hernández, en el que una pareja de abuelo y biznieta se roban el show bailando.

Chocolate había ensayado con Sepúlveda, Perico y Feijoo las selecciones de jazz latino ‘Hot Chocolate’, ‘Sycodelic Blues’ y ‘The Brick Wall’, pero abrupta e inesperadamente bajó de la tarima y se puso a firmar autógrafos, a retratarse con sus admiradores y a saludar al público.

De repente salió del salón, perseguido por un despavorido promotor Leo Tizol, quien no lo pudo convencer de que regresara. Su micrófono y su atril estaban solitarios. Sus compañeros se esmeraron por complacer a los presentes con un extraordinario despliegue de su técnica y conocimiento del lenguaje del jazz, pero no fue suficiente.

El público deseaba presenciar y escuchar a Alfredo Armenteros, quien incluso no fue testigo de la interpretación 'Chocolate' que le dedicó el pianista Eric Figueroa y que tampoco salvó la intervención de Andy Montañez.

Ante el desaire, algunas parejas se marcharon y otros sencillamente clamaban “¡Chocolate!”


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