Juan Pablo Ballester. "Serie Enlloc" (Foto de Archivo)
El Nuevo Herald
Enlloc significa En ningún lugar en catalán, o Nowhere en inglés. Tal es el nombre de la muestra colectiva con la que quedó abierta en Wynwood la nueva galería Alonso Art.
En ningún lugar como negación del sitio exclusivo. Es decir: En todas partes. El Nowhere Man de John Lennon convertido en observador, ahora traumatizado por el aislamiento y con un profundo desdén al arraigo forzoso y a las limitaciones de las fronteras.
Consuelo Castañeda, Alexandre Arrechea, Juan Pablo Ballester y José Iraola exponen juntos sus fotografías, además de una escultura de Arrechea que simultáneamente genera imágenes en video. La obra de cada uno por separado da para una formidable exposición personal, así que la suma es de alquilar balcones.
Los cuatro son cubanos radicados fuera de la isla: Castañeda e Iraola entre Miami y Nueva York; Ballester en Barcelona, y Arrechea en Madrid. Fue hace apenas un par de años que este último, fundador de Los Carpinteros, se separó del grupo con el ánimo de emprender una carrera en solitario. Sus cinco fotografías forman parte de la serie Elementos arquitectónicos, y la escultura, un árbol metálico de 14 pies de altura en cuyas ramas se posan cámaras de vigilancia, es la consumación del proyecto El jardín de la desconfianza.
Sería mejor llamarlo El jardín de la sospecha, pues la desconfianza no pasa de ser una actitud preventiva y defensiva, mientras que lo que propone Arrechea es un examen de la inducción del miedo, para lo cual sirve mejor el carácter invasivo y ofensivo de la palabra sospecha. Gracias a unos detectores de movimientos, las cámaras siguen a los espectadores y registran sus reacciones (¿quién dijo desasosiego?). A partir de marzo, las imágenes grabadas por esta intrépida versión del Big Brother orwelliano podrán verse en un sitio de internet, y con una selección de todas ellas Arrechea armará un video.
¿Hasta dónde puede llegar una indagación tan desfachatada y, de paso, tan penetrante? Si bien no alcanza toda una vida para entender qué sentido tiene vivirla, tampoco nos damos cuenta cabalmente de los reflejos condicionados que van sedimentándose en su transcurso. Términos como fobia, incomunicación, stress y delirio hacen pensar cada vez más en el médico y en soluciones venidas de fuera del individuo, en detrimento de la autoestima y del sentido común. Aunque los avances de la tecnología sigan siendo una prueba del ingenio humano, las secuelas del uso que les damos no hacen más que ampliar el espectro de lo desconocido por ese otro lado en el que el ser pierde protagonismo. Examinar los efectos de la vigilancia sirve, cuando menos, para entender mejor las relaciones entre la imposición del poder y la formación de prejuicios.
''En el Jardín no hablo solamente de vigilancia'', le dijo Arrechea a la escritora y restauradora Rosa Lowinger. ``Hay otras categorías que han empezado a interesarme más, y una de ellas es la del objeto como algo sin autonomía. El objeto cuenta una historia, cuya significación tiene raíces en el contexto donde está situado. ... Las cámaras de vigilancia promueven la autocensura. En los museos se le pide al visitante no tocar las obras. En el Jardín es la pieza la que toca a la gente; la que invade su espacio''.
Las cinco fotos de Elementos arquitectónicos prueban cómo una imagen documental puede servir íntegramente a la representación de una idea. Entre las posibles interpretaciones de esta serie de frágiles columnas de ladrillos sostenidas por hombres sin rostro está la del desastre arquitectónico en la isla y lo que ese deterioro representa para el individuo. Me parece muy bien que esta especie de totem donde convergen el hombre y su templo desate todo tipo de especulaciones, pero a mí me basta con aquella.
Para Castañeda, las estrategias de representación de la fotografía vienen de la pintura, de modo que en cuanto se asoma al visor de su cámara empiezan a operar mentalmente las mismas nociones de composición bidimensional que cuando pinta. Las diferencias son obvias: al entregarse a la labor artesanal de pintar, el artista se recrea en las texturas, por ejemplo, algo que falta en la práctica del fotógrafo, aunque no necesariamente en el resultado, como demuestran las imágenes de su serie City.
''Es una tautología, pues las piezas se exhiben con el mismo recurso que están mostrando'', comenta la artista en referencia al formato de cajas de luces. Son imágenes tomadas en el edificio de Miami Beach donde vive, en Las Vegas y en Nueva York, dos de ellas con anuncios lumínicos de Times Square. ``Cuando las tiré pensaba en [James] Rosenquist y en el pop americano. Esos anuncios fueron diseñados en función de la industria del espectáculo y han terminado siendo palimpsestos de información. Es lo que dice [Jean] Baudrillard cuando habla del espectador pasivo''.
Iraola tiene seis fotos expuestas, tres de ellas integradas en un relato donde aparece primero un automóvil parqueado solo a la orilla de la calle, luego flanqueado por otro coche blanco que pasa velozmente, y finalmente junto a uno rojo que también se mueve. No aparece ningún ser humano en estas fugaces escenas urbanas, cuya perspectiva en picado, sin paisajes de fondo, reduce la imagen a objetos y pavimento. Elocuente minimalismo para deslizar una metáfora sobre la soledad y la inconstancia, que habría llevado al siempre genésico borde de la parodia con sólo renunciar a los colores. Contada en grises, la anécdota ganaría un hermetismo y una frialdad que iban a librarla de la sospecha del melodrama.
''Me quedo con lo más simple'', dice Iraola, sin embargo.
Del nombre que le dio Ballester a su serie, Enlloc, viene el de la exposición. Ballester, todo un cineasta de la fotografía, es el autor de aquella imagen en la que cinco muchachas vestían camisetas rojas con las letras del nombre Fidel. Trabaja la puesta en escena; emplea lo que sería el equivalente a un operador de cámara, y saca un producto cuidadosamente elaborado donde incluso los escenarios naturales parecen recursos de tramoya.
Será por eso que Enlloc ronda la fábula, y desde la fotografía evoca el trabajo de grandes ilustradores renacentistas, como Durero. Pocas veces un comentario político sobre las aberraciones de la xenofobia se ha hecho con tanta elegancia. Ballester es un maestro en la subversión de los estereotipos, que logra dinamitar con igual sutileza desde dentro y desde fuera. Los manipula a su antojo, hasta dejarlos a merced de las antítesis.
'En ningún lugar', exposición colectiva con obras de Consuelo Castañeda, Alexandre Arrechea, Juan Pablo Ballester y José Iraola. Alonso Art, 181 NW 36 St. Martes a viernes, de 10:00 a.m. a 5 p.m. Sábados de 11:00 a.m. a 4 p.m. Para citas: (305) 576-4142.
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