Manolo Ray se instaló en Puerto Rico luego de irse de Cuba, donde fue ministro de obras públicas del gabinete de Fidel Castro; encabezó un movimiento anticastrista en los años 60 y luego se dedicó al manejo de una compañía de ingeniería internacional.
Ahora que Castro no ejerce un control tan férreo, Ray sueña con tener otra oportunidad de servir a su país.
"Es mi patria, y ha perdido 50 años de progreso", declaró Ray, quien tiene 83 años y pelo canoso. Agregó que espera poder volver y "ayudar en todo lo que pueda".
Hay 20.000 inmigrantes cubanos en Puerto Rico y muchos de ellos sueñan con ayudar a su tierra natal.
Los cubanos de Puerto Rico son menos hostiles hacia Castro que los de Miami. Algunos dicen que la vida en esta isla, con un clima y una cultura similares a la de su tierra, los ayudó a aliviar la amargura del exilio.
"Aquí no estamos tan obsesionados con la política como allí (en Miami)", señaló Manolo Méndez, un emigrante de 56 años, durante una pausa de un partido de squash en el club social Casa Cuba.
Cuba y Puerto Rico, "dos alas del mismo pájaro", según la poeta boricua del siglo XIX Lola Rodríguez de Tío, fueron conquistadas por Estados Unidos en 1889 tras una guerra con España. Pero tomaron rumbos distintos: una pasó a ser un país comunista, la otra un territorio estadounidense.
Ambas son islas caribeñas con el mismo idioma. Sus culturas están tan entrelazadas que las dos dicen ser la cuna de la salsa, la música que fusiona ritmos europeos y africanos. Sus banderas son casi idénticas, aunque la puertorriqueña tiene franjas blancas y la cubana azules.
En Casa Cuba se escucha un acento marcadamente cubano en las mesas de dominó. Muchos de los presentes lucen guayaberas y charlan debajo de retratos de reinas de belleza.
Algunos de los cubanos que huyeron tras la revolución hicieron inversiones, incluida la familia Bacardi, cuyo ron es promocionado como un producto puertorriqueño. Otros tuvieron éxito en la industria de la construcción y otras actividades, y quieren aportar sus conocimientos en Cuba.
El Senado de Puerto Rico aprobó en marzo una medida por la cual se crea una comisión que supervisaría el envío de asistencia pública y privada a Cuba si se produjese un cambio democrático. Exiliados cubanos tendrían un papel prominente en esa comisión.
Los cubanos podrían aportar capital y conocimientos a universidades, empresas y otros sectores acostumbrados a funcionar bajo la tutela del estado cubano.
La propuesta, elaborada con el aporte de exiliados cubanos, también busca darle oportunidades a los puertorriqueños en caso de que se permita la inversión estadounidense en Cuba.
"Debemos prepararnos no solo para ayudar en lo que podamos, sino para participar en lo que podamos", expresó Orlando Parga, vicepresidente del Senado que propuso la medida.
La legislación, que se espera sea aprobada por la cámara baja y firmada por el gobernador Aníbal Acevedo Vila, dispone asimismo estudiar el impacto que tendría una apertura cubana en el turismo puertorriqueño.
Castro cedió la presidencia a su hermano Raúl en julio del año pasado al sufrir problemas de salud y la isla siguió funcionando normalmente, por lo que se especula que la muerte de Fidel no desencadenaría necesariamente cambios drásticos.
"Podemos hacer planes, pero nadie sabe exactamente qué va a pasar", declaró Mayra Montero, autora de la novela "Son de Almendra", sobre su infancia en la Cuba de los años 50.
Ray, quien ayudó a construir el hotel Habana Hilton y sirvió casi un año como integrante del gabinete de Castro, dijo en su oficina del Viejo San Juan que, si logran regresar, los exiliados deberán cuidarse de aparecer como aventureros que quieren hacer negocios y tendrán que buscar la forma de mejorar las condiciones de vida en la isla.
"Junto con el desarrollo, tiene que haber entusiasmo del pueblo pobre por trabajar y participar. Si no, no vamos a conseguir nada", manifestó.