SARAH MORENO
El Nuevo Herald
Para el nonagenario escultor cubano Tony López, el aprendizaje del artista nunca termina. Si pudiera elegir, prefiere situarse en ese grupo de creadores a los que, como Rafael, Miguel Angel, Henry Moore o Rodin, la muerte los sorprende trabajando.
"Yo no creo en la suerte'', dijo López en su estudio de la calle 36 del noroeste de Miami, donde una estatua de José Martí y la maqueta de uno de los gallos creados para la Calle Ocho prueban la naturaleza variada de su trabajo.
"Todo el mundo nace con talento para algo, pero después que tienes el talento, sólo creo en estudiar, en superarte, en nunca dejar de aprender, porque la última lección la recibes cuando mueres''.
López celebrará este sábado su 90 cumpleaños con una muestra-homenaje en el recinto oeste del Miami Dade College, en el Doral.
Vestido con una guayabera, el artista caminará entre algunas figuras importantes en el mapa de su larga vida y carrera: en pedestal estarán el busto de uno de sus mejores amigos, el pintor José María Mijares; una imagen del Caballero de París, famoso personaje habanero; y una maqueta de una escultura en memoria de los balseros desaparecidos en el mar, que se colocará a la entrada de Key Biscayne.
En afiches se podrán apreciar otras obras clave del artista que, por sus dimensiones, no se pueden trasladar: el busto de su primera esposa, Magda López, actualmente en la colección del Museo de Bellas Artes de La Habana; otros del patriota independentista Francisco Vicente Aguilera, del líder revolucionario Julio Antonio Mella --situado frente a las escalinatas de la Universidad de La Habana--, de Antonio Maceo --en la Pequeña Habana-- y una imagen de la Sirena que da la bienvenida a Marco Island.
"Yo creo que nací con una pelota de barro en la mano'', recordó López respecto a sus comienzos en el taller de su padre, escultor y profesor de la Escuela Técnica de Rancho Boyeros, en la periferia habanera.
Huérfano desde los 18 años, el joven escultor vivió tiempos difíciles en la década del 30. Pero, sin dejar de mantener a su madre y a sus cinco hermanos, nunca abandonó el arte. En 1939 ganó su primer premio importante, la medalla de plata del Círculo de Bellas Artes con un busto de un sindicalista que, según recuerda, tenía "una cabeza muy escultórica''.
En las dos décadas siguientes, López alcanzó gran éxito económico y popularidad por trabajar ‘‘la escultura en caricatura'', imágenes satíricas de personajes de la vida política y social que se publicaban en la revista Bohemia.
La inminente represalia del gobierno de Fulgencio Batista lo obligó a exiliarse en Estados Unidos a finales de 1957.
"La gente me dijo que en Miami no podía vivir un escultor, que me tenía que mudar a Nueva York, y yo dije: ‘Si no puede vivir un escultor, el primero que va a vivir soy yo, porque este cielo y esta playa se parecen mucho a los de Cuba' '', comentó López, a quien sus amigos siempre recuerdan haber visto de buen humor.
"Es sumamente amigable y comprensivo, siempre dispuesto a ayudar a todo el mundo'', dijo Angel Martí, quien comenzó su amistad con el escultor cuando, como estudiante de dibujo y pintura en San Alejandro, asistía a exposiciones en el concurrido estudio habanero que López tenía en las calles de Galiano y Trocadero.
Para la escultora y pintora Laura Luna, el contacto diario con López cuando ella acababa de llegar a Miami en 1980 fue una manera de "amortiguar el exilio''.
"Como artista me admira su insistencia y como persona, su sentido del humor. Nunca he visto a Tony bravo. A lo mejor ésa es la fórmula para durar tantos años: su optimismo'', reafirmó Luna, rememorando el año que pasó en su taller como asistente.
El entusiasmo con que López habla de su próxima obra, una estatua en bronce de 10 pies de alto de Celia Cruz, prueba que el artista no deja de mirar al futuro.
"Lo más importante esculpido por Tony es su propia imagen. Una imagen limpia y honesta, llena de amor a todo el mundo'', dijo Gustavo Orta, organizador del homenaje.
Autor de cientos de esculturas diseminadas por el mundo, desde una del Papa Juan Pablo II en Angola hasta la del eminente científico cubano Carlos J. Finlay en el Jefferson Medical College de Filadelfia, López confiesa ser un empecinado buscador de la perfección hasta el final.
"Me he quedado contento con muchas obras, pero con la que más contento me voy a quedar todavía no la he hecho'', concluyó.
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