By JORGE EBRO
jebro@elnuevoherald.com
Miami Herald, Posted on Saturday, 06.27.09
Foto: C.M.Guerrero/El Nuevo Herald
Sin nada y sin nadie, sin saber qué hacer con su vida y adónde dirigirse, Boris Arencibia le hizo una promesa a Dios: si lo ayudaba a encaminarse trataría de ayudar a otros deportistas cubanos que como él emprendían una nueva aventura en el exilio.
Lejos estaba Arencibia de imaginar en ese verano de 1993 que más de 15 años después estaría en condiciones de tenderle la mano a compatriotas suyos recién llegados y deseosos de probarse en el deporte.
"Cuando uno hace una promesa, tiene que tomarla en serio'', afirmó Arencibia. ‘‘Nunca olvidé lo que pedí. La vida me dio tristezas y alegrías, y ahora la oportunidad de darle un poco a seres humanos que lo dejaron todo como yo para iniciar un nuevo camino''.
Tendida y abierta, la mano de Arencibia apareció en el momento oportuno para estrechar la del doble campeón olímpico y mundial de boxeo Guillermo Rigondeaux, y las del medallista de plata olímpico Yudel Johnson, el bronce olímpico y mundial Yordanis Despaigne y el campeón de la copa del mundo Yuniel Dorticós, quienes llegaron hace ya varios meses a Estados Unidos...
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