SARAH MORENO
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01/27/2015 7:00 AM
El escultor Roberto Estopiñán en su taller en marzo del 2011 - ROBERTO KOLTUN EL NUEVO HERALD
El escultor Roberto Estopiñán (La Habana, 1921) falleció el lunes a las 9 p.m. en Miami, Florida. El artista, de 94 años, se encontraba hospitalizado desde hacía un mes a consecuencia de una isquemia.
Residente desde hace más de 50 años en Estados Unidos, había hecho una extensa carrera y expuesto en numerosas galerías a nivel mundial. Uno de los reconocimientos más importantes que recibió fue la de ser considerado como finalista en una competencia convocada en 1953 por la Tate Modern de Londres, con una escultura dedicada al Prisionero político desconocido, que entró a formar parte de la colección del famoso museo.
A sus 90 años, con motivo de una retrospectiva de su obra realizada en marzo del 2011 en la galería del campo Oeste del Miami Dade College, en Doral, Estopiñán confirmó su intención de continuar por los caminos de la experimentación, a la vez que se mantenía firme en el tratamiento de los temas que siempre le interesaron.
“La forma femenina es lo único que brinda el estímulo del presente y el recuerdo de algo con lo que aún se sueña”, expresó en esa ocasión el escultor en su casa del suroeste de Miami.
La figura femenina era una de las obsesiones de su obra, y esta se reforzó, según contó entonces, cuando en su juventud conoció “el destino trágico y la ingeniosa producción” de la escultora francesa Camille Claudel.
La importancia de la mujer en el imaginario de Estopiñán se enriqueció por su relación de seis décadas con su esposa y musa, Carmina Benguría, quien lo acompañó hasta sus últimos momentos en el hospital. Benguría ha sido también reconocida por su labor como recitadora en España, América Latina y en su propio país por divulgar la obra de escritores como José Martí, Gabriela Mistral y Dulce María Loynaz
En los años 1930, Estopiñán trabajaba en el estudio del escultor y maestro Juan José Sicre, quien lo había elegido como ayudante cuando aún estudiaba en la Escuela de San Alejandro. Una década más tarde, Sicre volvió a pedirle su colaboración para la construcción del monumento a Martí en la plaza cívica habanera.
“Yo tenía que ir a la Isla de Pinos a escoger los bloques para mantener la unidad cromática del mármol”, apuntó Estopiñán en la mencionada entrevista con el Nuevo Herald, señalando que todos los que trabajaron en este proyecto murieron en el exilio.
El mismo se exilió en 1960 en Estados Unidos, y vivió hasta el 2002 en Queens, Nueva York, donde desarrolló la etapa más prolífica de su carrera.
“Siempre me gustó mucho el dibujo y donde primero lo estudié fue en el Centro Asturiano”, recordó Estopiñán, que llevaba la tridimensionalidad de la escultura al dibujo.
“Con Estopiñán desaparece el último testigo que participó en aquel encuentro Presencia de seis escultores, celebrado en el Lyceum and Lawn Tennis Club, en La Habana en junio de 1944”, dijo Gustavo Orta, que se encargó de la curadoría de la exposición en la galería del Campus Oeste del MDC, refiriéndose a una exposición clave en la historia de la vanguardia escultórica en la isla.
Orta también recordó su participación en el grupo escultórico Los Venaditos del Parque Zoológico de La Habana, y La Bailarina del cabaret Tropicana. “Aunque no eran de su creación, en estas dos últimas, Rita Longa le dio toda su confianza para la ejecución de tan bellas obras con la que nos recreamos tantas generaciones de cubanos”, afirmó.
El crítico Gustavo Valdés apuntó, en misiva enviada a propósito de la mencionada retrospectiva en MDC, que la obra de Estopiñán de finales de los años 1940 y principios de los 1950 estuvo influenciada por el escultor mediterráneo español Julio González (Barcelona, 1876 – Arcueil, 1942) (ver la obra de Estopiñán, Músico de 1952). Y también influyó en él, el escultor francés de origen catalán Aristide Maillol (1861-1944).
La curadora Vicky Romay, quien trabajó con Estopiñán en los últimos dos años, dijo: “Le tenía gran admiración; era un humanista, un luchador, un artista de un calibre tan grande, un hombre que iba de la línea a la forma de una manera espectacular”.
Por su parte, el escultor cubano Florencio Gelabert, hijo, expresó que la muerte de Estopiñán representa una gran pérdida para la cultura cubana.
“Fue un gran escultor”, dijo el artista desde el downtown de Miami, tras recordar que Estopiñán fue alumno de su padre, el escultor Florencio Gelabert (1904-1995). “Fue un gran amigo de mi familia y, a mediados de la década de 1930, fue alumno de mi padre, en la misma promoción de la escultora Thelvia Marín y los pintores Servando Cabrera Moreno y José María Mijares.
“Teníamos una gran de amistad tanto con él como con su esposa Carmina Benguría”, apuntó Gelabert.
Romay también se refirió a las cualidades de Estopiñán como ser humano. “Me atrapó su arte y personalidad, era un hombre sencillo, humilde, con una cultura y un dominio del arte muy fuerte. Creo que la cultura ha perdido un hombre que merece un reconocimiento importante por el aporte que hizo no solo en Cuba y Estados Unidos, sino en el mundo”.
Por su parte, Eduardo J. Padrón, presidente del Miami Dade College, dijo que tuvo “el honor” de ser amigo del escultor. “Gentilmente, exhibió su obra en nuestro Campus West no hace mucho, y me resultó admirable la llama de la creación que pude descubrir en su mirada lozana, que no tenía edad”, destacó Padrón. “Su obra perdurará por encima de todos los sinsabores que lo hicieron abandonar su patria, que es la mía. Al final, a la isla la salvan sus hijos pródigos como el gran escultor, humilde y poético en su estética poderosa, inscrito para siempre en la cultura universal”.
Para Ramón Cernuda, director de la galería Cernuda Arte, de Coral Gables, el escultor “es una figura cimera de la cultura cubana”.
“Fue gran amigo. Lo conocí en Nueva York, en 1970, cuando estaba repleto de trabajos que había creado desde que llegó al exilio. A partir de ahí comencé a coleccionar su obra y luego tuve el honor de representarlo”, recordó Cernuda, que destacó la manera en que Estopiñán plasmó el sentimiento de los exiliados en la serie dedicada al prisionero político cubano, “el primer imán” que lo atrajo a su obra”.
“Es una pérdida lamentable”, dijo el galerista.
A Estopiñán lo sobrevive su esposa Carmina Benguría. Al cierre de esta edición no se habían anunciado servicios fúnebres.
El reportero de el Nuevo Herald Arturo Arias-Polo contribuyó a la redacción de esta nota.
Tomado de: El Nuevo Herald
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