Agencias
junio 12, 2015
A pesar del histórico cambio en las relaciones entre La Habana y Washington, muchos cubanos siguen intentando el arriesgado viaje por mar hasta las costas de Estados Unidos por miedo a que el país cambie su política de "pies secos-pies mojados" que permite que los cubanos que tocan suelo estadounidense puedan quedarse y obtener la ciudadanía.
Sin esta política, serían tratados como cualquier otro extranjero sorprendido viviendo de forma ilegal en el país, que no pueden aspirar a la ciudadanía y son objeto de deportación.
Las autoridades estadounidenses devuelven a la nación caribeña a cualquier migrante cubano descubierto en el mar.
"Es justo decir que este es el 'Lejano Oeste' de la Guardia Costera", dijo el comandante Gabe Somma, vocero del Séptimo Distrito de la Guardia Costera con sede en Miami, que patrulla el estrecho de Florida.
"Tenemos frogas, tenemos migrantes y tenemos operaciones de búsqueda y rescate, y tenemos un área enorme, aproximadamente del tamaño del territorio continental de Estados Unidos".
El zumbido constante de un avión de la Guardia Costera volando bajo y en círculos sobre estas rápidas y oscuras aguas envía un mensaje distinto a los migrantes: Nada ha cambiado.
Los aviones de la Guardia Costera están equipados con sensores que reconocen formas sobre la superficie del agua a millas de distancia. Desde una patrulla a más de 450 metros de altitud (unos 1.500 pies), los cruceros son manchas en el horizonte y los veleros puntos blancos con largas estelas.
Un barco de migrantes parece tener el tamaño de una boya. Los pilotos buscan detalles sospechosos: olas que no rompen bien, una mancha oscura en la sombra de una nube, el destello de algo arrojado por la borda o el murmullo de una lona azul.
"He visto a dos hombres en una plancha de polietileno con dos mochilas", comenta el teniente Luke Zitzman desde la cabina durante un reciente vuelo de reconocimiento.
También han visto a migrantes dejar a un lado chalecos salvavidas y balsas inflables para mantenerse a flote en las profundas aguas antes que lleguen las patrullas de los guardacostas. Si pueden ver la orilla, muchos tratan de nadar para alcanzarla.
"Eso debe ser realmente frustrante, ver la libertad pero no darse cuenta de lo lejos que está realmente", dijo el teniente Hans de Groot, el piloto de una patrulla reciente.
Una vez que son recogidos por la Guardia Costera, los migrantes pasan de una patrullera a otra hasta que regresan a Cuba. A bordo de la patrullera Charles David Jr., la tripulación reconoce a veces caras conocidas entre los cerca de 900 migrantes que han subido a sus cubiertas desde 2013.
Una familia con una niña de cuatro años pasó por allí en dos ocasiones y otros migrantes confiesan haber sido interceptados media docena de veces o incluso más.
Aunque el teniente comandante Kevin Beaudoin dice que los migrantes son sus invitados, en ocasiones es imposible calmarlos. Algunos han arremetido contra la tripulación, rechazan la comida y el agua o intentan autolesionarse con la esperanza de ser trasladados a Florida (algo que raramente funciona).
"Son humanos, están intentando lograr una vida mejor. No están intentando llegar a Estados Unidos para vivir a costa de los demás. Hemos tenido a algunos a bordo seis, siete veces, y no hay duda de que hay desesperación ahí", señaló el contramaestre segundo Matthew Karas, que vela por los migrantes.
La Guardia Costera quema o hunde luego las balsas de los migrantes. Últimamente, Beaudoin ha notado que muchas de las balsas están hechas de espuma empleada para la construcción, reforzadas con barras y envueltas en lonas de vinilo. Estas no se van al fondo, y la Guardia Costera les instala transmisores que alertan a los otros barcos de que hay un obstáculo en el mar.
Tomado de: Marti Noticias
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